Con sumo desdén, mirando por el rabo del ojo – no sé cómo es eso, pero mi mamá dice que hay gente que mira así-, hay quienes desprecian la política; mucho más, desprecian a los partidos. Hasta podrían tener razón si uno mira con el ojo completo el panorama y a algunos participes que parecen enviados por la naturaleza a echarle leña al fuego de la apoliticidad o del antipartidismo.
¿Cómo se hace para convencer a alguien que desprecia, según él, la política y a los partidos, a los líderes partidistas? Uno no debe insistir con aquel manido argumento de que mira es que la política tiene que ver directamente con todo lo que haces y dices en la vida. Porque cuando abres la nevera eso es política. Porque cuando enciendes el televisor eso es política. Porque cuando vas al baño la política se te introduce en el ser. No. Aunque sean estos momentos marcados por la apatía, hay que indicarle a cada ciudadano que no puede ser ni puede hacerse el ajeno ante lo que nos acontece A TODOS.
Porque el hecho de que se nos hayan ido casi siete millones de compatriotas es un problema de todos los venezolanos y más allá. No se fueron por moda o porque quisieron. Sino porque no encontraron aquí un país donde seguir. Que nuestro país esté sumido en la miseria y el hambre porque somos el segundo de América Latina en términos de hambre, ya que Haití nos arrastra a las altas cifras planetarias, evidentemente es así y es asunto de todos. Que seamos el cuarto país del mundo en corrupción, razón por la cual los dos problemas anteriores resultan tan significativos, nos marca a todos. Que se mueran niños en el JM de los Ríos o en el barrio o ancianos, que los maestros estén literalmente arrastrándose para llegar a la clase o los alumnos se desmayen son asuntos muy nuestros. También todo lo conocido en cuanto a servicios nos afecta. ¿Y nada vamos a hacer más que lamentarnos y ser resilientes?
Obviamente mi planteamiento no va dirigido a que todos salgan mañana, después de la lluvia a anotarse en o con el primer gandul que atraviese por la casa. No. Dividamos en partes la cosa. Lo primero es que aunque usted necesite la bolsa Clap, como de hecho la necesita para la sobrevivencia mensual, porque el sueldo no le alcanza, no digo para una vida digna sino para ingerir lo indispensable para salir mañana a trabajar o estudiar y mantenerse medianamente aseado, usted no puede estar con el régimen. Puede hacer que está con el régimen, para que el sapo del sector no lleve su nombre como reacio ante los verdugos del país. Pero usted es opositor natural y fervoroso a toda esta inmensa tragedia provocada desde el poder con el único fin de mantenerse ellos en el. Luego de opositor, en la inmensa madeja que es la oposición venezolana actual, usted debe sentir simpatía por alguien, por algún grupo contrario de verdad a los del régimen. Pero no basta con esa simpatía. Usted tiene la obligación de hacer algo para echarle una mano a quienes le están echando cabeza, manos y cuerpo para lograr una solución a este inmenso despropósito que nos ocurre. No basta con ofrecer una ayudita. Usted tiene que ayudar. Usted es un ciudadano afectado que tiene que ver de frente la realidad y afrontarla.
¿O es que no leyó o escuchó el informe de la ONU o del informe de la ONU? A Desmond Tutu le atribuyen una idea que le vi antes a Bertolt Brecht, aquel luchador alemán contra Hitler y sus nazis, aquello de que si eliges ser neutral estás del lado del opresor. Pues no estamos en tiempos de neutralidad. Puede ser que usted simule neutralidad, pero no puede ser neutral ante la evidencia de la desgracia. Después habrá tiempo para los reclamos de que es que no habla duro, o es que no hacen lo que yo quiero como yo quiero. Eso es después. Ahora hay que involucrarse en la realidad o todos vamos a terminar como el cuento de un compañero de clases que ahora triunfa en España con la palabra: “El último que se vaya” que apague la luz. Predijo el asunto hace muchos años atrás, antes del inicio incluso de la debacle y lo dejó plasmado en su texto.
La política no es posible evadirla. Pues vayamos a ella sin miedo, sin resquemores, porque es ahora cuando es indispensable involucrarse más y más en los asuntos públicos. Porque por más ostracistas que seamos, llegará el momento que algo o alguien te va a tocar la concha y te obligará a salir. No es solo votar. Es ayudar. Es participar. Siempre hay algo por hacer en favor de la causa de la libertad.