Escríbelo dijo…
Se lo conté por teléfono a Elizabeth y me dijo que lo escribiera para anularlo. La cosa es que —de repente— había un mal olor persistente. Olor a animal muerto. ¿Seré yo? ¡Horror! ¡Debe ser alguna enfermedad! La-ca-tás-tro-fe. Fer, ¿huelo mal? No. Uuhf… Es que antes trabajadores y pensionados podían contar con un seguro médico razonable. Ahora no, y encima de que la medicina está más cara, los modestos «miles» de Bs de la libretita de ahorro desaparecieron no por arte de magia si no por las sucesivas devaluaciones monetarias rumbo al bolívar digital.
El mal olor se percibía en unos sitios y en otros no, así que revisé y revisé y si quieres aquí puedes dejar de leer porque, detrás de una silla rota en el cuarto de la perolera, había: Oh, un cadáver, o sea, ¡la rata muerta! ¡Aaaugh! Hay que sacarla. Pobrecita. ¡Aaaugh! ¡No puedo tocarla! Tirarla en algún sitio ¿Adónde? Para hacer corto el relato, con mucha precaución higiénica la metí dentro de una bolsa plástica que introduje en una caja de cartón, envuelta luego en muuucho plástico para esperar que el esporádico servicio de aseo urbano de repente se la lleve con la basura que se va acumulando.
Dicen que el gato es el mejor antirroedor, pero los felinos que rondaban el vecindario desaparecieron, la comida del que adoptes si puedes es costosa para presupuestos exiguos y no suele abundar como la de los perros, a pesar de la proliferación de locales de alimentos y artículos para mascotas, similar a la de bodegones de exquisiteces importadas y algunas —que bien— de producción nacional
Y hablando de producción nacional, así estará la cosa como para que al inicio del año escolar, en vez de aumentar los salarios de los trabajadores, se les repartirán zapatos y bolsos a alumnos y docentes, sin especificar color, talla, consigna o carita de cual héroe lucirán, si podrán escogerlos o serán niveladores por lo bajo, ni si serán «Hecho en Venezuela» o importados para beneficio económico de la avispada neoligarquía.
Por la difunta rata seguí el consejo de Elizabeth, y aunque ya no se construyan los buenos recintos educativos de antaño ni aparentemente importe mucho la instrucción y formación de la clase «pueblo», no falla la esperanza de que imperen civilismo, sabiduría y libertad tanto del joven contingente que sigue aquí como del emigrante y de que su sagacidad y conocimientos alerten a tiempo contra cualquier roedor, pues según Tito Puente: De cualquier valla/ Sale un ratón…
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