Los ciudadanos que siguieron el juego ofrecido por la cúpula del G4, deben estar ardidos por la miseria a la que apostaron esa clase de dirigentes. El enredo generado ahora les apunta sin misericordia, y salen a relucir trasfondos que para nada aclaran. Pareciera apostaron a liquidarse entre ellos mismos, y se vendieron caras sus mentiras, al punto de que se las creyeron, y expusieron vilmente a sus seguidores.
El cálculo realizado por la dinastía G4 estuvo sometido a análisis de trasnocho, y lo arropó la miopía y envidia política. Es triste ver como a un joven con un futuro político que debía madurar, le vendieron el mojón del interinato, y este por apresurado aceptó, y ahora en las calles le escupen, tiran piedras y lo persiguen para agredirlo. Sus detractores correrán a su lado y le ofrecerán respaldo de la boca para afuera, porque por dentro estarán disfrutando de la faena que vive el cándido. No hay honestidad, decoro, vergüenza para tapar la mediocre exhibición que hacen y en la que tienen entrampado a la mayoría de los ciudadanos, para facilitarle al actual sistema de gobierno continuar con el saqueo de la riqueza material del país, y la destrucción de la gente a través del envilecimiento obligado.
El estiércol regado por la élite G4 no lo pueden recoger con palitas y pretender el aquí no ha pasado nada. En su apetencia particular procuran continuar con la historia insulsa y se la juegan a favor de la banalidad en sus intervenciones públicas, para arremeter en contra de lo que realmente importa que es la unión de fuerzas para contrarrestar al tirano. Hacedores del engaño, arremeten contra opositores que con hidalguía le hablaron al país de los errores cometidos y se atrevieron a dar paso hacia adelante para desvincularse de estrategia entreguista. La pantalla que utilizan para proteger al actual sistema de gobierno es continuar con la propaganda barata de culpar al otro.
Lo espinoso del asunto es la dependencia que les arropa para decidir. Que surjan apoyos, alianzas con gobernantes extranjeros para el desarrollo y crecimiento interno del país, es bueno. Pero que la decisión de quien debe ser el indicado (no sé si con capacidad o no) para llevar las riendas de la gerencia nacional, y restablecer el sistema de libertades, venga desde afuera, habla mal del porte de la cúpula del G4.
Los venezolanos tienen el derecho de darse el sistema de gobierno que mejor les parezca, y siempre han estado prestos para lograr el cambio. El actual sistema de gobierno llegó a fuerza de que los ciudadanos no fueron escuchados. Hoy se reedita lo mismo. La clase dirigente opositora debe diseñar estrategia que permita la inclusión. No se puede seguir con el juego del verdugo representado en el G4. Ellos continúan con cálculo particular. Se siguen equivocando.
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