Rafael Ramírez: La situación mundial del petróleo y Venezuela ausente

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El petróleo sigue siendo uno de los factores fundamentales de la geopolítica mundial, esto a pesar de los anuncios y los esfuerzos para lograr una transición energética hacia el consumo de energías distintas a las fósiles; la realidad, es que estas (petróleo, gas y carbón), aún constituyen 84% del consumo mundial de energía. Así, mientras grandes economías industrializadas vienen anunciando desde 2020 –con ocasión de la pandemia del COVID-19– el fin de la era del petróleo, lo cierto es que la economía mundial ha basado su recuperación en el consumo de petróleo.

Para inicios de este año 2022, el precio del petróleo se ubicó en 80 dólares por barril; mientras que, la demanda, luego de una recuperación extraordinaria de los 10 millones de barriles diarios perdidos durante la pandemia del COVID-19, se colocó en 100 millones de barriles día de petróleo, la cifra más alta de consumo en la historia de la humanidad. Una vez que se produce la invasión rusa a Ucrania, el precio del petróleo se ha disparado a valores que han superado los 120 dólares el barril, por el riesgo que dicho conflicto significa para la estabilidad del mercado petrolero, toda vez que Rusia no sólo es el segundo mayor productor de petróleo y gas del mundo; sino que, le han sido impuestas sanciones devastadoras por parte de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. El precio del petróleo ha promediado durante todo este año 111 dólares el barril, un precio definitivamente extraordinario.

Ante este escenario, la OPEP+ ha jugado un papel fundamental en la estabilización del precio del petróleo; debemos recordar, que el precio del petróleo llegó a cotizar en -34$ el barril en abril de 2020 y que fue solo, gracias al decidido recorte de producción de 9 millones de barriles, que entró en vigencia en mayo de ese mismo año, que la OPEP+ pudo recuperar el precio y estabilizar el mercado.

Esta capacidad demostrada por la OPEP+, de incidir sobre el mercado petrolero, no sólo ratifica la vigencia de la organización y el derecho de los países productores de intervenir el mercado para defender el justo valor de su recurso natural, sino que, le otorga a la misma, liderada por Arabia Saudita y Rusia, un extraordinario rol como actor geopolítico en el mundo.

En toda esta situación, Venezuela ha estado ausente

Nuestro país, miembro fundador de la OPEP y poseedor de las mayores reservas de petróleo del mundo, sencillamente, no tiene nada que decir ni hacer en la coyuntura actual del mercado mundial del petróleo. El colapso de la producción petrolera venezolana (con una caída entre 2014 y 2022 de 2,4 millones de barriles de petróleo) que se ubica hoy día en solo 670.000 barriles día de petróleo; y, la incoherencia de la postura política del gobierno, que ha manifestado como un logro haber puesto fin a la era del petróleo en el país, han colocado a Venezuela al margen de cualquier decisión en el seno de la OPEP+ y, por supuesto, sin ninguna relevancia geopolítica.

En la última reunión de la OPEP+ del pasado 5 de octubre –la primera reunión presencial de los ministros desde la pandemia de la COVID-19–, el ministro de Petróleo de Venezuela, Tareck el Aissami, sancionado por Estados Unidos, la Unión Europea y con orden de captura internacional, no estuvo presente en Viena. Es decir, para tener una medida de la situación de aislamiento del país y su escaso peso en el acontecer mundial, el ministro de Petróleo venezolano ni siquiera puede asistir a las reuniones de la OPEP. Esto es, sin duda, un grave problema para el país en el seno de la organización.

El gobierno venezolano siempre ha achacado esta situación de aislamiento y minusvalía de Venezuela en el mercado petrolero internacional y la OPEP+, a las sanciones norteamericanas y europeas; pero este argumento es inmediatamente desmentido por la realidad, cuando en las reuniones de esta organización y sus decisiones tienen un peso preponderante las opiniones y el accionar, nada más y nada menos, que de Rusia e Irán. Estos países, a pesar de participar en una guerra abierta y de estar sometidos a sanciones y bloqueos absolutos, en algunos casos, como el de Irán, desde hace más de 40 años, por parte de las grandes potencias occidentales, no han abandonado ni descuidado por un segundo su industria petrolera, puesto que entienden que la misma no solo es un factor fundamental en sus economías como países productores, sino que es un elemento clave en su fortaleza geopolítica y seguridad.

A pesar de la guerra y las sanciones, Rusia produce hoy día 9,9 millones de barriles de petróleo, solo ha perdido 200.000 barriles día a pesar de la guerra y las masivas sanciones; mientras que, Irán produce 2,6 millones de barriles día de petróleo. En conjunto, aportan 12,5 millones de barriles día de petróleo, lo que corresponde a 29% de la producción de petróleo de la OPEP+. Con ese peso específico, nadie puede dejar de lado a estos países, aunque estén duramente sancionados, cuando se hacen consideraciones con respecto al mercado mundial de petróleo.

La situación de nuestro país, más que lamentable, es absurda. En 2013, con una producción de 3 millones de barriles día, Venezuela se ubicaba como el cuarto productor más importante de la OPEP;  nuestra producción equivalía a 11% de la producción del grupo; y nuestra opinión y posturas eran escuchadas y relevantes; Venezuela siempre estaba presente en la organización y en la política petrolera internacional. Hoy día, con una escasa producción de 670.000 barriles diarios de petróleo, Venezuela ha caído al foso de la organización, ubicándose en el 10º puesto –solo superando a Gabón, Guinea Ecuatorial y Congo–, y su producción equivale a 2% de la producción del grupo.

En América Latina, donde Venezuela se ubicaba tradicionalmente como el gran productor de petróleo, junto a México, muy por encima del resto de los países de la región, hoy día, está igualmente al final de la cola, por debajo de Colombia, Brasil, México y Argentina, solamente por encima de Ecuador y de Guyana; que, por cierto, hoy día produce 350.000 barriles día de petróleo en las aguas del Territorio Esequibo, esto ante el silencio y la inacción de las autoridades venezolanas.

Esta situación, producto del colapso petrolero en Venezuela, tiene además severo impacto económico para el país. Si tomamos la cantidad de petróleo que ha dejado de producir Venezuela, es decir, 2,32 millones  de barriles y lo multiplicamos por el promedio precio del año de 111 dólares el barril de este año, tendríamos que, el país ha dejado de recibir 258 millones de dólares por día, lo que, a la fecha de hoy, corresponde a 79.772 millones de dólares que dejaron de ingresar a la economía nacional, es decir, el gobierno venezolano ha sido incapaz de captar esta suma extraordinaria de la renta petrolera internacional para beneficio del país.

Pero el negocio petrolero es tan rentable que, aún siendo mal administrado, es el mejor del mundo. Veamos y hagamos la cuenta de lo que debería haber ingresado al país, aun con la mermada producción de Pdvsa.

¿Dónde está el ingreso petrolero?

Hagamos un ejercicio numérico de lo que ha sucedido con la producción y exportación de petróleo en el país en los primeros seis meses del año, recordando siempre aquella frase atribuida a Pitágoras, y que Chávez gustaba repetir, de que “Dios habla por las matemáticas”. La producción promedio de Venezuela durante los primeros seis meses del año, se ubica en 690.000 barriles día, muy por debajo de los 2 millones prometidos por el gobierno y que el ministro juró que alcanzaría; si a esta cifra le restamos un estimado de 140.000 barriles día, que se usan teóricamente en la producción de combustible en nuestro deteriorado sistema de refinación (el cual tiene una capacidad instalada de 1,2 millones barriles de petróleo), las exportaciones de petróleo para este periodo serían de 554.000  barriles diarios.

Como en Venezuela nadie rinde cuentas y Pdvsa dejó de emitir sus estados financieros auditados a partir de 2016; entonces, vamos a utilizar para estimar los ingresos de Pdvsa, por comparación, los resultados de la gestión de Ecopetrol (empresa de petróleo del Estado colombiano) en los primeros seis meses de este año, los cuales se reflejan en sus Estados Financieros, que son de acceso público.

Los resultados de Ecopetrol, con una producción de petróleo  de 537.000 barriles día (del cual 70% es crudo pesado) para el período, muestran ingresos de 16.500 millones de dólares, un monto extraordinario, nada despreciable, producto tanto del incremento de la cesta de crudos pesados debido al alza de los precios del petróleo, sumado a la producción y venta  de productos de mayor calidad, refinados en Colombia y la gestión de la empresa, que comercializa directamente su producción. Esto quiere decir que Pdvsa, ahora con una producción similar a la Ecopetrol, y exportador de crudos pesados, ha debido tener ingresos cercanos a esta cifra (16.500 millones de dólares) en los primeros seis meses del año, sin embargo, ese dinero NO SE VE por ningún lado en el país.

Habría que interpelar al ministro Tareck el Aissami, tan dado al insulto y la descalificación, para que explicara al país y, por cierto, a su propio gobierno, los resultados de Pdvsa. Habría que preguntarle al ministro: ¿Dónde está el dinero proveniente de la renta petrolera? ¿Quién vende el petróleo venezolano? ¿A qué precio? ¿Cuánto es el descuento que se está otorgando a nuestro petróleo? ¿Cuántos impuestos y regalías se pagan al país y cuánto de todo ese dinero ingresa de nuevo a la economía venezolana?

Yo asomo algunas respuestas, de situaciones que he advertido y denunciado desde hace tiempo respecto al caótico manejo de Pdvsa y que me han valido todo tipo de descalificaciones y ataques seudojurídicos en mi contra y en contra mi familia. Veamos:

*El poco petróleo que se produce, y no voy a entrar en las consideraciones de por qué se produjo el colapso de la producción de Pdvsa, se vende en su totalidad, a través de intermediarios y terceros vinculados a los distintos grupos del gobierno.

*La Dirección de Comercio y Suministro de la empresa está desmantelada, y se ha convertido en una oficina que otorga volúmenes de petróleo a empresas privadas, a su solo criterio y entera discreción.

*La producción de petróleo del país NO es fiscalizada por el Ministerio de Petróleo, este fue desmantelado; no puede verificar volúmenes, calidades, destinos y mucho menos el precio.

*El petróleo venezolano no se vende más utilizando precios fórmula, públicos y verificables, como teníamos anteriormente; después del desmantelamiento de la oficina técnica del Ministerio de Petróleo en Viena, no existe nadie que pueda fiscalizar, verificar el precio mínimo de venta de nuestro petróleo, ni el precio final para cobrar las regalías del Estado. Ya no hay ni fórmula de precios, ni factor K, ni verificación del ministerio.

*Nuestro petróleo se vende al precio que decide el privado, con descuentos que alcanzan, incluso, 40% del valor del mercado. En este punto, la excusa del bloqueo y las sanciones han amparado un verdadero saqueo; la administración del general Quevedo en Pdvsa dejó perder o entregó nuestra flota de 83 embarcaciones, con buques propios y asociados, luego de lo cual cedieron nuestra comercialización a terceros, que hacen lo que quieren con nuestro petróleo; por supuesto que, así, resulta muy difícil que este dinero ingrese al país y a la economía nacional.

De vuelta a la apertura petrolera

Un último aspecto que no hay que perder de vista es que, a raíz de la  decisión de la OPEP, tomada en su pasada reunión, de recortar 2 millones de barriles de petróleo para sostener el precio ante las perspectivas de desaceleración en la recuperación de la economía mundial  producto de la guerra en Ucrania, la inflación y otros efectos macroeconómicos producto de las medidas anti COVID-19, sumado a la conflictividad geopolítica, el presidente norteamericano Joe Biden, mostró abiertamente su disgusto, con el hecho de que la OPEP+, no solo se mantuviera coordinando la política petrolera con Rusia; sino que, no hiciese nada, para que el precio del petróleo se colocara por debajo de los 80 dólares el barril.

Biden anunció que seguirá liberando petróleo de sus reservas estratégicas; hasta ahora, lo han hecho, con 830.000 barriles diarios durante este año; además, pidió apoyo al Congreso, para tomar medidas para debilitar el poder que tiene la OPEP sobre el precio del petróleo.

Esto, por supuesto, se traduce en un cheque en blanco a las operadoras de petróleo norteamericanas que, a pesar de las promesas de la administración de frenar la producción de energías fósiles, en el marco de su política de Green Deal, han aumentado su actividad petrolera. Se estima que, Estados Unidos, llegue a producir, para finales de este año, 12,3 millones barriles de petróleo diarios; esto significa un incremento de 27% desde mayo de 2020.

En Venezuela, la punta de lanza de la estrategia de quebrar la unidad de la OPEP y debilitar a la organización son las negociaciones de la Chevron con el gobierno de maduro. No por la importancia que tengan en el incremento de la producción (realmente, estamos hablando, en el mejor de los casos, de 200.000 barriles de petróleo), sino por la derogación implícita de la Ley Orgánica de Hidrocarburos y violación de la Constitución, que suponen estos acuerdos; y, con ella, la restauración, clara y abierta, de la Apertura Petrolera, donde las transnacionales controlarán, nuevamente, el manejo y uso de nuestro petróleo, y los venezolanos perderemos la posibilidad de utilizar la renta petrolera para reconstruir el país.

Estos son temas para el debate, aspectos cruciales de la economía de un país petrolero que deberían ser objeto de una amplia interpelación e intervención de los distintos factores políticos, porque de ellos dependen las posibilidades de atender la emergencia humanitaria de nuestro pueblo y superar la catástrofe del país. Pero, ¿quién va a decir algo al respecto, si los que levantan su voz son objeto de todo tipo de ataques y persecuciones, como ha sido mi caso, si se los llevan presos a ellos o sus familiares? En estas condiciones no es posible debatir, mucho menos interpelar, no hay partidos políticos ni instituciones, se han cerrado todos los espacios para la participación política, es un pueblo en desbandada. Mientras tanto, en el silencio del miedo, el país se hunde inexorablemente.

 

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