No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres. Adam Smith.
Sí hay algo que nos quedó claro a los venezolanos, es el hecho de que la recuperación económica y el tan anunciado proceso de estabilidad del objetivo operativo de la política monetaria (tipo de cambio), eran absolutamente insostenibles de allí que la estabilidad era solo un efluvio, una simulación, otra política pública de utilería propuesta por esta hegemonía instalada en el poder, a la cual no le interesa el bienestar y menos la eficiencia de las políticas económicas, pues a mayores errores mayor es la garantía para mantenerse atornillados desde la miseria impuesta como mecanismo de control.
Así los picos de depreciación evidenciados en el mes de agosto, daban cuenta de una depreciación alarmante del bolívar frente al dólar, lo cual es señal inequívoca de que las intervenciones cambiarias tienen un límite y son en esencia incapaces de sostener un tipo de cambio artificialmente estable, el pago de los pasivos laborales los cuales no se habían presupuestado frente a un aumento salarial, que en términos de paridad se contrajo de 30 dólares en marzo hasta 15,78 dólares al mes de octubre, son la fiel representación de que este régimen sencillamente desprecia la institucionalidad del presupuesto, y por ende el pago total del bono vacacional sin reconocer la progresividad laboral, aunado al pago de proveedores en bolívares frente a una caída de la oferta en divisas, fueron el caldo perfecto para presentar un caos cambiario e inflacionario, que será recordado como el agosto negro.
A la fecha de publicación de esta columna, el primer pago fraccionado del bono de fin de año a los más de cinco millones de funcionarios públicos, ha generado efectos espasmódicos que embridan una administración del caos vivido en el mes de agosto, aumentando la brecha entre los esquemas oficiales y paralelos en 7.11%, de nuevo se regresa a ese síntoma alarmante de aumento en las cotizaciones cambiarias, que incrementan las expectativas negativas, de un sector comercial y de servicios, que comenzaba a recuperarse pero que se encuentra obligado a facturar al esquema infravalorado del tipo de cambio, además de percibir pagos en bolívares nuestra repudiable moneda local.
El régimen sencillamente decidió administrar el caos, a expensas de sus funcionarios distribuyendo los pagos para la administración pública en un cronograma cuyas fechas son: 4 de octubre, 2 de noviembre, 30 de noviembre y 15 de diciembre, de esta manera coordinaría el gasto público sin atender a los criterios de planificación y de presupuesto, permitiendo deslizar el tipo de cambio oficial hacia los nueve bolívares y el paralelo oscilante entre once y doce bolívares, sin embargo es muy complejo predecir en medio de la opacidad y del maquillaje de las cifras de inflación publicadas por el BCV, cuyo valor en septiembre es de 8.2% intermensual, un valor absolutamente manipulado. Que coexiste con el silencio estadístico en cifras del PIB, deuda pública, Balanza de pagos entre otras.
En medio de esta situación es menester aclarar, que la salida de hiperinflación y esta estancia en un vórtice de inestabilidad, se debieron justamente al torniquete restrictivo sobre el gasto público, pero aún y cuando el régimen acuda a la ingeniería contable y financiera de la Oficina Nacional de Presupuesto, deberá de desembolsar 800 millones de dólares e inyectar 1.000 millones de dólares, para llegar a la cifra de 4.000 mil millones de dólares y seguir subvaluando el dólar.
Fraccionar el compromiso, con la administración pública es una política ya harto conocida, aplicada por el gobierno obrero que dirige un personaje de una tira cómica autocalificado como “super bigote”, trampa lingüística en la cual caímos de nuevo, para hacer nimio, laxo y potable aquello que es absolutamente reprochable, la meta de inflación al 100%, parece estar cada vez más lejos, pero de imponerla a base de manipulaciones estadísticas, cabe la pena destacar, que en el discurso encendido del teniente Hugo Chávez, se calificaba a la envilecida cuarta república, como un ejemplo de negligencia económica, pues durante la crisis bancaria del año 1994-1995, la inflación había llegado a 100% y el ochenta por ciento de la población comía croquetas para las mascotas. En la lógica dicotómica y maniquea del régimen una inflación del 100% manipulada por demás es el logro de un país potencia, por cierto, el segundo en mayor prevalencia de hambruna en el hemisferio y que ostenta el tercer lugar de las inflaciones más elevadas del planeta.
No puede haber prosperidad y menos bienestar a expensas de las penurias de una importante capa de la población, Venezuela es una elegia a la desigualdad, un ejemplo de iniquidad absoluta, un país fracturado con un sector que no supera el 5% de la población con acceso a una renta que le permite comer, las cifras que indican que más de la mitad del país devenga menos de cien dólares y que el salario promedio de un gerente de la administración privada es de trescientos dólares, dan cuenta de una recuperación asimétrica impuesta desde el poder y la posverdad.
La revolución de todos los fracasos, se traicionó a sí misma, pues en la procura de la tan vacua justicia social, terminó convirtiendo al país en un verdadero erial, aún se nos desgarra el alma bajo el martillo de la diáspora desordenada y la frenética realidad presenta un país que ya no existe y que jamás volverá a ser igual, la Venezuela del recuerdo es eso, una reminiscencia onírica, una leyenda, una golondrina de Becker, uno de esos pájaros furtivos que no volverán.
Finalmente se lograron salir de nuevo con la suya, consumaron el adefesio de desconocer la progresividad laboral y encima fraccionar la miseria, pues le adjudicaron a los maestros y profesores la responsabilidad de su absoluta falta de planificación presupuestaria, así se comporta esta antinomia aviesa, perversa y creadora de una neolengua, que adjudica responsabilidades en la heteronomía, en lo externo, quiero culminar esta columna semanal haciendo una pregunta: ¿ Cómo se recupera un país económicamente cuando se le han deflactado a su signo monetario catorce ceros?.
La respuesta la dejó al lector pues el sentido de la filosofía económica, es más que dar respuestas hacernos preguntas y solo en ese proceso de fortalecimiento de la gnosis, reconfortaremos el espíritu y al menos no seremos presa de esta patraña en el desarrollo histórico y social de un país entero, que sucumbió bajo el imperio de la gansterilidad la cacocracia y la fuga de todas las virtudes ciudadanas convertidas en horridos vicios, que al menos la luz impere en nuestros pensamientos, es allí justo en el espíritu donde debemos y tenemos que comenzar a ser libres, personalizándonos de nuevo, haciendo tangible nuestro rol de ciudadanos.
El resentimiento parece que nos ha sido dado por la naturaleza como defensa y solo como defensa. Es la salvaguardia de la justicia y la seguridad de la inocencia. Adam Smith.