Además de abusados somos burlados constantemente por el déspota aposentado en Miraflores. Si, ese que se dice ser nuestro presidente y que ejerce su poder mostrando su hedonismo y buscando únicamente saciar su hambre de poder, por demás insaciable. Su segundo al mando que es aún más grotesco en sus muestras de desprecio a los otros se da el lujo de andar fisgoneando en lo que no les pertenece. Llaman a unas elecciones a la que sin ninguna confianza y sensatamente cedimos participar y se burlan, opinan y alborotan con más rabia al electorado. Lo sensato sería ignorarlos, pero, la verdad es que indignan.
No hay contradicciones ente un régimen autoritario y la competencia de elecciones abiertas a intervalos regulares de tiempo, hoy en día es una práctica corriente entre los autoritarismos competitivos, aunque conscientes estamos de todas las desventajas que sufrimos los opositores. Una oposición inoperante, mediocre en su ejecución con pocos recursos organizativos para la competencia con un “autoritarismo electoral”. Se denomina de esta forma a todo régimen autoritario que llega al poder por medio de elecciones que en un comienzo fueron libres pero que después ya no lo serán más, aunque se convoquen cada cierto tiempo con un Consejo Electoral amañado y controlado por el Ejecutivo. Todos los poderes del Estado pierden autonomía dentro de un sistema déspota.
En un régimen como el actual intervienen al unísono civiles y militares como consejeros formando una burocracia oscura con muchos secretos y delitos especializados en su camuflaje que terminan, mucho tiempo después, viendo luz. La sociedad civil sospecha y denuncia sin pruebas hasta que algún organismo internacional investiga y muestra. No hay sin embargo justicia porque cada vez mas estos organismos se encuentran atados con trámites burocráticos muy complicados. Así que el alivio de la justicia tampoco nos alcanza, al contrario, nos golpean cada vez más medidas injustas de impunidad al delito.
Para saber en qué tipo de régimen nos encontramos basta observar la dinámica entre el poder y la oposición. Se trata de eliminar y perseguir a la oposición política, eliminar la soberanía popular impidiendo o limitando su participación y expresión en el espacio público sin suprimir del todo las libertades individuales. Terminan por lograr el quiebre de las democracias y la desmoralización de los ciudadanos que cansados de tantas penurias terminan por irse en búsqueda de mejores oportunidades. El País queda solo sin sus mejores ciudadanos para aumentar las fuerzas de choque que se necesitan. Se vive una especie de guerra fría.
Para una variante en este trascurrir detenido (valga la contradicción) se hace fundamental la intervención de la ciudadanía como señala Schedler, no tato por su intervención activa sino también por su papel fundamental de testigos y árbitros decisivos ante la comunidad internacional. En Venezuela siempre se tuvo una gran veneración por la figura del presidente desestimándose los demás poderes esenciales para poder hablar con propiedad de una democracia. Los Parlamentos son tan importantes o más que el Ejecutivo y sobre todo el poder Legislativo. La independencia de los jueces y la libertad de prensa son fundamentales. El control de las noticias falsas y la claridad de la información serán vitales en los momentos que nos acerquemos a un cambio radical y por el contrario lo que estamos presenciando es cada vez más oscuridad y confusión. Agrava la situación el estar en un mundo nuevo que estamos analizando con un vocabulario y conceptos que no definen nuestro tiempo. Conceptos que deben ser ubicados en el recuerdo de lo que fue una realidad que se acabó.