Enrique Meléndez: El diablo en misa

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Resultaba una paradoja la presencia de Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, tomando en cuenta el carácter tiránico del régimen de Nicolás Maduro. Uno está vivo, porque pasa desapercibido. Pero es terrible la situación que se vive, sobre todo, en nuestras cárceles, en lo que se refiere a los presos políticos. El último informe de la ONU, que ha dado mucho de qué hablar, es bastante revelador a ese respecto. Allí se detallan los métodos de tortura, que están empleando los órganos represivos de Maduro, y los que van desde la aplicación de electricidad en los órganos genitales, hasta el abuso sexual, no sólo a la víctima, sino también a sus familiares bajo la figura del acoso y del chantaje. Aquí no ha habido paz con la miseria; al contrario de lo que sucedió con Hugo Chávez, que tuvo una cárcel paradisíaca, y donde no le faltaba el sexo femenino a su lado, como se reveló en su momento. Yo recuerdo que durante su prisión en el cuartel San Carlos, todos los fines de semana se hacía allí una parrillada, con motivo de una parranda con música llanera. Todas las organizaciones relativas a defensa de los derechos humanos pendientes de Chávez y sus conmilitones, que ni siquiera le fuera a pasar un rasguño. Por supuesto, aquí viene al caso la frase muy citada de Anna Arendt: uno no conoce la naturaleza del mal sino bajo los totalitarismos. Decía que este informe ha dado mucho de qué hablar; como se observó en el caso del periódico estadounidense Washington Post, que le dedicó uno de los editoriales, y donde detalla la modalidad de las torturas. Entonces, venía a resultar una hipocresía votar por ese país y, de acuerdo, a lo que señalan los comentarios periodísticos lo facilitó el hecho, de que la votación era secreta; aparte del testimonio de los familiares de las víctimas, que pesó demasiado en ese informe.

Pero también está lo otro, y es el fenómeno de la diáspora de nuestros compatriotas, cuya odisea para llegar, sobre todo, a los EEUU es terrible, y que es mejor no abordar, porque resulta demasiado conmovedor, sobre todo, en lo que atañe a lo que se cuenta del trayecto de la selva del Darién; comparable a la famosa Emigración a Oriente, en tiempos de José Tomás Boves; aunque se prefiere atravesar este infierno, que el otro que dejan atrás; una diáspora cuyos números ya superan el caso de Siria, en cuanto a desplazamientos humanos, y que tampoco ha dejado de ser objeto de tratamiento periodístico. El hecho es que al régimen de Nicolás Maduro eso lo tiene sin cuidado; hasta llegar a grados de cinismo, como lo expresado por Diosdado Cabello, quien dice que en esa selva hay mejor wifi, que en muchas partes de Venezuela. He allí algo que repercute a nivel internacional; porque se trata de una burla malsana, a propósito de una tragedia que su soberbia no le permite ver. He allí el por qué a los tiranos se les califica de duros. “El hombre duro de Venezuela”, así calificaba la comunidad internacional a Chávez. Por supuesto, que esto los indispone en esa comunidad. Los internacionalistas se preguntan cómo todavía el régimen de Nicolás Maduro; que no Venezuela, obtuvo 88 votos. ¿Diplomacia petrolera? No hay que pasar por alto, además de eso, que allí hay representaciones de Estados con regímenes de la misma calaña del de Maduro, y, como los mancos, se buscan para rascarse.

Entre tanto, en las radios comunitarias hay un bombardeo propagandístico, invitándonos a los venezolanos, a que nos quedemos en este hermoso país, construyendo nuestros ideales republicanos, en lugar de ir a otros lugares, para construir los de los otros países; como si aquí estuviera lloviendo café en el campo, parodiando la famosa canción de Juan Luis Guerra; cuando la gente prefiere arriesgar su vida, antes que seguir viviendo; donde hay una desproporción muy grande entre el ingreso de la familia, y el costo de la vida. ¿Qué nos da de esa ecuación? Hambre, miseria; malestar social, y esto le hace mella a la imagen de un país. Incluso, la especie de prosperidad, que se había expandido en el mundo, con el cuento de que se había reactivado la economía, se desvaneció, y en eso quizás prive el hecho de que en esa diáspora se ven compatriotas durmiendo en las calles de algunas ciudades de México y EEUU.

Pero es que, además, resulta una pretensión de parte del régimen de Maduro entrar a un organismo, para el que no está llamado. ¿El diablo en misa? Por otra parte, tiene encima el informe de la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet; donde también enfoca todo lo relativo a la violación de derechos humanos; aun cuando hay algunos voceros de organizaciones, dedicadas a la observación del respeto a los derechos humanos, que advierten que ese informe se queda corto, con respecto a lo que sucede en la realidad, sobre todo en materia de cárceles; aun cuando durante la visita de la señora Bachelet el régimen trató de enmascarar algunas cosas. Además, resulta demasiado truculento, en ese sentido; empezando por hacer de la mentira una política de Estado; pero que no está a la altura de la conciencia del espíritu de la hora actual, que en términos civilizatorios ya habla de una postmodernidad. Esta gente no se da cuenta, de que el orden y conexión de las cosas, es lo mismo que el orden y conexión de las ideas. Claro, ellos se arrogan el derecho de decir: en el país de los mentirosos yo digo la verdad. Un régimen serio, como el de Fidel Castro, no asumiría tal tipo de pretensión; pero como se trata de un régimen de carácter tribinilero, se lanza por ese camino y, aún así, para sorpresa de muchos, saca 88 votos; 88 países que no son amigos de Venezuela, como sí de sus intereses. ¿Para qué quiere el régimen de Maduro estar en un organismo, creado para la defensa de los derechos humanos? He allí la famosa fábula del engaño, que le hizo la fealdad a la belleza; para vestirse con su traje; de modo que a la belleza, no le quedó más que vestirse con el traje de la fealdad, y así quedaron confundidas en el mundo.

 

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