Es devastación ambiental. Es contaminación. Es paroxismo extractivista. Es minería desbocada. Es comercio ilegal con complicidad internacional. Es presencia terrorista y violencia contra las etnias indígenas. Todo eso y más está ocurriendo en el llamado Arco Minero del Orinoco, donde paso a paso tiene lugar una de las grandes tragedias ecológicas del planeta.
Oro de sangre, el más reciente trabajo documental del cineasta Thaelman Urgelles, ofrece en 15 minutos las dimensiones de la tragedia hoy patente en la Guayana venezolana, pero también las proyecciones de esta debacle que lleva adelante el régimen venezolano, el mismo que hace unos años proponía una reforma constitucional falsariamente sublimada bajo la engañifa propagandística de «salvar el planeta».
Son 100 kilómetros cuadrados de desaforada actividad minera y que a pesar de las reiteradas denuncias y advertencias de ecologistas y activistas del ambientalismo, continúa arrasando de manera irracional una enorme extensión de bosques tropicales de nuestra selva amazónica, poniendo en riesgo el gran potencial hídrico de la nación y todo el atractivo natural que constituyen sus selvas, sus ríos, sus tepuyes, su diversidad biológica.
Un furor minero que para uno de los más perseverantes denunciantes de este ecocidio, Américo De Grazia, ni siquiera encontraría una absurda justificación en lo económico, pues la extracción de oro nunca ha significado ni siquiera el 1% del PIB venezolano. Pero el régimen sí encuentra un punto de sustentación en esa explotación, crimen de lesa humanidad.
Y como agravantes operan bandas delictivas, terroristas y narcotraficantes, con la presencia de Rusia, China, Irán, Cuba y Turquía, explotadores del oro y aliados en la permanencia en el poder de un régimen comprobadamente antidemocrático y violador de los derechos humanos.El exgerente de Pdvsa Horacio Medina, participante como De Grazia en el documental de Urgelles, pone acento en la corrupción transversal de la actividad minera en el Arco del Orinoco, de la cual ilusamente espera obtener el régimen de Maduro los ingresos que ya no le depara una industria petrolera que destruyeron después del despido de 23 mil trabajadores.
Adalberto Gabaldón, exministro de Ambiente (1993-94), hace el mayor énfasis en que la acción minera del régimen está arrasando con la verdadera riqueza de nuestra región amazónica, que no es lo que está bajo la tierra, sino su biodiversidad, la misma que nos hace una potencia turística, así como la capacidad de producción energética de sus caudalosos ríos, hoy contaminados con el cianuro y el mercurio que se usa en la explotación aurífera.
Alexander Luzardo también figura en el documental de Urgelles. Artífice del capítulo sobre derechos ambientales de la Constitución de 1999, y una de las primeras voces que se levantó contra el proyecto del Arco Minero, desde que fue anunciado por Chávez, para denunciar la potencial crisis ambiental y humanitaria. Los hechos le han dado la razón a Luzardo. La deforestación es arrasadora y las violaciones de los derechos humanos de las etnias indígenas han sido graves y frecuentes.
La zona ha sido escenario de pérdida de vidas humanas producto de la represión desproporcionada contra grupos de operadores mineros particulares y contra las etnias indígenas, como ocurrió en 2006 en el Alto Paragua (septiembre 2006), que dejó seis mineros muertos, y el ataque del ejército venezolano contra el pueblo de Kumurakapay (2019), con saldo de un muerto y quince heridos, como lo refieren los líderes indígenas Juvencio Gómez, hoy en el exilio, y Alicia Moncada.
Ojalá Urgelles cumpla su sueño de llevar este documental, cuya producción hubo de superar las grandes limitaciones de tiempos de pandemia, a una película que accediera a las grandes plataformas como National Geographic, Discovery u otras de ese estilo, para que el mundo pueda conocer las dimensiones de la destrucción apocalíptica de la amazonia venezolana que va en camino.
Periodista. Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar