Las algas tóxicas causaron el número inusual de muertes en Península Valdés, una de las zonas de avistamiento más famosas del mundo
Tras casi un mes en alerta, los científicos han detectado las causas de un número inusualmente alto de muertes de ballenas en la costa argentina. La marea roja, como se le llama al florecimiento de algas tóxicas, mató a unos 30 cetáceos en los alrededores de la península Valdés, un golfo que abarca seis áreas naturales del sur argentino donde la ballena franca austral se reproduce y da a luz durante la primavera austral. La aparición de los cadáveres en la costa de la provincia de Chubut desde finales de septiembre preocupaba a los científicos, que habían encontrado cadáveres sin lesiones y en buen estado nutricional.
A 1.400 kilómetros de Buenos Aires, la península Valdés es una de las zonas de avistamiento de ballenas más famosas del mundo. Un tercio de la población mundial de la ballena franca austral –que se calcula en torno a los 6.000 ejemplares– se acerca cada año entre abril y diciembre a sus bahías protegidas, donde la calma del agua es ideal para que puedan aparearse. La treintena de cadáveres que los científicos hallaron en el último mes no era un número especialmente alto para una zona tan concurrida, pero los alertó por el corto espacio de tiempo en el que sucedieron las muertes: entre el 24 de septiembre y el 11 de octubre se hallaron los restos de 26 cetáceos adultos y cuatro jóvenes, según el informe del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB). Fue un golpe duro. Hace tan solo un mes, el ICB había registrado 1.420 ejemplares en la costa patagónica, la mayor cifra desde que empezó a contarlas en 1971.
El informe del ICB afirma que las algas tóxicas afectaron especialmente a las hembras, que necesitan una mayor alimentación durante el periodo de gestación. Entre los 30 cadáveres recuperados, los científicos hallaron 19 hembras, tres machos y ocho ejemplares que no pudieron ser identificados por su estado de descomposición.
Resuelto el misterio, el ICB insiste en que no debe bajar la guardia. “Las ballenas se han convertido en centinelas de la salud del mar, ya que pueden dar señales de alerta temprana de cambios en el ecosistema oceánico”, dice su informe, firmado por Marcela Uhart y Mariano Sironi, directores del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral. “La magnitud de la mortandad de ballenas adultas y juveniles de este año no se había registrado antes en la población de Península Valdés, y fue un evento preocupante para toda la comunidad”.
La ballena franca austral, protegida en Argentina como Monumento Natural Nacional, es una especie que ha logrado recuperarse de la extinción tras un siglo de cacería comercial. Una ballena adulta puede medir hasta 16 metros, y su naturaleza curiosa que la acerca a la superficie hace que su avistamiento no sea raro en la costa argentina durante esta época. Habitante de los mares del sur, su avistamiento también es común en Chile, Uruguay, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda. A pesar de haber eludido la extinción, la ballena franca austral aún es una especie vulnerable: su periodo de gestación dura casi tres años y, aunque la caza está prohibida, la basura plástica, el tránsito marítimo y el efecto del calentamiento global en los crustáceos que le sirven de alimento son una amenaza permanente.
El País de España