Una mañana del año 2004 la ciudad de Caracas fue conmovida con la noticia, de que la estatua de María Lionza, que estaba ubicada en la autopista Francisco Fajardo, había amanecido inclinada hacia atrás; partida por la mitad; de modo que fue necesario bajar la obra de su pedestal, mientras la Universidad Central de Venezuela se hacía cargo de su restauración, ya que se trataba de una obra perteneciente a su patrimonio artístico; creación del escultor Alejandro Colina; además de haber sido declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, y desde entonces se tuvo confinada, en efecto, como dice el gobierno, en un galpón de la ciudad universitaria; quizás a la espera de mejores tiempos, para devolverla a su lugar original; aun cuando se señala que en un principio estuvo, provisionalmente, en el campus que existe entre los dos estadios universitarios (futbol y beisbol), mientras se desarrollaban los Juegos Bolivarianos del año 1951; de modo que pasado dicho evento deportivo se colocó en ese pedestal, en medio de los dos carriles de la Francisco Fajardo, que ahora se llama Gran Cacique Guaicaipuro; no dejando de ser, por supuesto, objeto de culto, pues cuando uno pasaba por ahí siempre veía flores en su base y cabos de tabacos; lo que significa que allí se realizaban alguno que otro rito perteneciente a las creencias del espiritismo.
De hecho, lo que se dice es que uno que otro caraqueño, cuando pasaba por su lado, le suplicaba que “se lo llevara…” en el entendido, de que se trataba del hegemón, que nos gobernaba en ese momento, y que ya se mostraba insoportable para la mitad de los venezolanos, como se había demostrado a lo largo de los agitados días, que precedieron al 2004, fecha del accidente de la obra; año, por lo demás, en el que estaba a punto de realizarse el famoso referéndum revocatorio, cuyos resultados siempre quedaron en duda; lo que se dice, en ese sentido, es que el gobierno comió casquillo, y ordenó que se le derribara; tomando en cuenta, además, que se trata de un gobierno muy dado a las creencias supersticiosas. Entonces, se dijo que este accidente se debía a la falta de mantenimiento, que había ido corroyendo el material, con la que está hecha la escultura: una india robusta de cuerpo, de vientre sobresaliente, montada sobre una danta; ofreciendo un hueso, con los brazos en alto. Por lo demás, se trata de una María Lionza, que no es común con todas las demás efigies, que se representan de ella, sobre todo, en los altares de los espiritistas, y donde suele aparecer en un busto y con una corona dorada. Ella encabeza el olimpo de los llamados dioses de la tierra criollos, y donde entran ella, el Negro Primero, Bolívar y otros espíritus, que son invocados en los ritos espiritistas; cuando se trata de una sanación o de algún exorcismo. Por cierto, en la década de 1980 se puso muy de moda entre los antropólogos un libro de un estadounidense de nombre Carlos Castaneda, titulado Las Enseñanzas de Don Juan, y donde relata las experiencias que tuvo con un brujo mexicano, conocido con ese nombre, y quien le demostró que el conocimiento mágico es tan válido como el conocimiento científico; sólo que este Don Juan se trata de un shaman; que ha recogido toda la tradición milenaria azteca, relativa al conocimiento mágico, y que es de lo que está muy lejos esta gente; sólo que se trata de una gente tiene muchos adeptos, en ese sentido; siempre la montaña de Sorte ha llamado la atención del venezolano común, esto es, la famosa montaña, donde dicen que moraba una india, que se transformó en esa diosa, y hacia allá se dirige, digamos, en plan de sanación; tanto de dolencias físicas, como sentimentales y psíquicas; a propósito de una serie de ritos, que se les hacen a los que allí acuden, sobre todo, con mucho humo de tabaco y mucha vela; además de agua de la montaña, que tiene efectos curativos, y bebidas alcohólicas.
Lo cierto es que uno no sabe sí son acertados los resultados sobre la salud con este tipo de tratamiento espiritista, y la circunstancia es que hasta en el propio gobierno tiene sus adeptos, como decíamos, esta escatología; pues, una vez trasladada del galpón, donde la tenían en la UCV, hacia la localidad de Quibayo, estado Yaracuy, donde hay varios grupos de espiritistas, quienes fueron los que influyeron, para que se llevara la estatua hacia allá, y se colocara en una plaza; para su inauguración acudió Ernesto Villegas, en calidad de ministro de Comunicaciones y Freddy Ñáñez, ministro de Cultura. Léase bien, fue sacada de la UCV a la fuerza; es decir, se trata de un atraco a un patrimonio de esa institución, y que avalaron estos dos sujetos, en calidad de altos funcionarios del gobierno, presentes allá. ¿Por qué más bien no se llevaron la réplica, y ésta volvía a su antiguo lugar? No, porque ésta es la que está “maldita”. Es el prejuicio, que abriga el alto gobierno, desde Maduro –devoto de Sai Baba-, para abajo, y la que, como decía, anda por estos mundos, relativos a brujerías; además de las creencias de los babalawos; de los cuales, según se señala Hugo Chávez también era muy adepto, es decir, volvemos a la religiosidad del “becerro de oro”, como se le conoce en La Biblia; muy combatida por Moisés, como se sabe, a quien le costaba mucho sembrar en su pueblo la idea de un solo Dios, y que es la grandeza de ese pueblo judío, el pueblo conocido también como el Pueblo del Libro, cuyas verdades fueron corroboradas a lo largo de la historia; sobre todo, a partir de la llegada de Cristo a la tierra, y quien dijo: mi reino no es de este mundo; mi reino está en los cielos; desnaturalizando, aún más, la fe, al convertirse en el llamado Cordero de Dios, a propósito de su Pasión, y que acababa con aquel ritual de su pueblo, que consistía en matar un cordero durante sus festividades religiosas. Es bien sabido que aquí matan animales, sobre todo, gallos durante los ritos. Ahora, uno no tiene por qué condenar las creencias populares; pero al gobierno a ese respecto sí; puesto que por esta vía se topa con lo irracional; lo que nos dice que vive en otra realidad.