Arturo Molina: Centenario de CAP

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La historia reivindica o sanciona. El tiempo es el mejor juez. Nada es fácil de conseguir, porque lo que fácil llega, fácil se va. La dificultad endurece la piel, y se debe mantener en la distancia lacerar el corazón, porque el rencor es dañino para la salud. También es difícil salvar de responsabilidad a quienes en momento determinado han actuado por los caminos de la mala fe, sembrando cizaña o generando conflicto antes que la superación del problema. Otros viven intoxicados y pretenden sembrar esa dosis en los demás. El perdón aparece como la expresión mágica para ayudar a cerrar heridas.

El centenario del nacimiento de Carlos Andrés Pérez (CAP) ha servido para que propios y extraños, amigos, conocidos o disidentes a su pensamiento político, expresen opiniones acerca de lo que fue el hombre público, el político, con aciertos y desaciertos. El ser terrenal, nada de mesías. Quienes tuvieron oportunidad de estar cerca conocerán de buenas y no tan buenas acciones en el plano privado, y las personas que vieron lo que fue su gestión de gobierno desarrollada desde la Presidencia de la República, tendrán opiniones diversas. Esa es la riqueza del pensamiento plural, y la libertad de opinión hace posible sea emitido a los ciudadanos.

Estadista, preclaro, demócrata a carta cabal, republicano, líder, son conceptos que se recogen de los críticos que investigan su trajinar en la lucha por el poder. En ese escenario ganó apoyo y rechazo. La intolerancia de algunos ciudadanos que no pudieron desplazarlo del liderazgo nacional, generó alianza para defenestrarlo como autoridad nacional. Privó la irresponsabilidad, envidia y miseria humana en esos dirigentes. No estuvieron de acuerdo en que Venezuela pudiera dejar atrás el tercermundismo. La ignorancia debía seguir con el timón de las decisiones políticas. Brilló la incoherencia de quienes le hablaban al país de democracia, y en sus adentros eran simples dictadores, caudillos, seres mezquinos. Aduladores capaces de aliarse con el enemigo para destruir a su propia sangre. Inmorales pretendiendo moralidad. Van 23 años de esa estupidez, y los venezolanos pagan con creces la desazón transformada en traición al país, al sistema de libertades. Apostaron por la miseria y desolación.

Al revolucionario que apostó por la transformación del país con hechos tangibles, y que abrió las puertas del mundo para que la juventud venezolana pudiera formarse académicamente en esas latitudes, se le recuerda sin tapujos. En el centenario de su nacimiento, y en respeto a su memoria debe prevalecer la reflexión en la disidencia al régimen, para entender el foso en que se encuentra sumergido el país, y que no valen las excusas, si una vez más le entregan a los revolucionarios siglo XXI, el poder nacional.

@Jarturomolina1 – jarturomolina@gmail.com -www.jarturomolina.blogspot.com

 

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