Enrique Meléndez: La Crisis de los Misiles

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Por estos días se están cumpliendo 60 años del famoso episodio de la Guerra Fría, conocido como la Crisis de los Misiles de Cuba, que puso a temblar al mundo, en especial, porque se trataba de la amenaza del desencadenamiento de una guerra nuclear, y que ponía en peligro a la humanidad, dado el alcance destructivo del arsenal atómico, que se iba a activar en esas circunstancias, no sólo para las principales ciudades de los EEUU, hacia donde apuntaban los dichosos misiles, que la antigua URSS venía instalando en Cuba, sino también para la propia URSS; que reaccionaba, en ese sentido, porque EEUU había instalado unos misiles en Turquía, que apuntaban asimismo hacia sus principales ciudades. Estamos en plena Guerra Fría, derivada de la II Guerra Mundial, y de donde había nacido un mundo, que se dividía en dos bloques de poder, y a los que les dio por repartirse zonas de influencia en el resto de la geografía mundial; de modo que América para los americanos; mejor dicho, la América Latina venía a ser el solar de EEUU; cosa que entonces generó una conciencia nacionalista embrutecida y embrutecedora (Octavio Paz), y en uno de sus principales exponentes se convirtió Fidel Castro.

Por supuesto, siempre a los latinoamericanos nos ha producido una gran envidia el desarrollo descomunal del hermano mayor del Norte en materia de ciencia, tecnología y armamento, y el que se traduce en una codicia por nuestras materias primas; que es lo que nosotros negociamos con ese hermano mayor, a cambio de tecnología y modo de vida; que, por lo demás, encanta a esos nacionalistas, y quienes la reproducen hasta en la vestimenta; por entonces Cuba le vendía la mayor parte de su producción azucarera a los EEUU; cuyas empresas explotadoras pertenecían a firmas estadounidenses, y así que eso fue lo primero que llegó expropiando Fidel Castro; aunque ya ese es otro tema. El maestro Gallegos en su famosa novela La Brizna de Paja en el Viento refleja ya ese tipo de personaje, en que se va a convertir Fidel Castro: un político demagogo, y que llega al poder, mediante una acción hazañosa; una especie de montonera moderna, al lado de unos camaradas guerrilleros, bajados de una sierra; desde donde habían partido sus acciones bélicas, a quienes irá eliminando poco a poco en su carrera de sátrapa (Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, Arnaldo Ochoa) y, en ese sentido, asume esa postura nacionalista, de la que hemos hablado, y que tantos adeptos tuvo en la América Latina; sobre todo, además, por una oratoria muy pegajosa y un talle de galán de cine; en un momento, como lo hace ver Guillermo Cabrera Infante (Cine o Sardina), en el que el cine se ha convertido en el espectáculo favorito de las masas. Pero, además, un galán desaliñado; muy diferente al tipo ejecutivo, que se conocerá en el sistema capitalista, y al que el marxismo le clavará el nombre de “hombre del sistema”. Aquí estamos más bien ante un líder ordinario, barbudo y vestido de uniforme verde oliva; para hacer más singular su disfraz de revolucionario. Todo el mundo comunista estaba fascinado con aquel comediante la política, y que retaba a los EEUU en sus narices; aparte de toda la intelectualidad latinoamericana. Fue famosa la visita que le hizo el filósofo más prestigioso de la actualidad de entonces, Jean Paul Sartre. Pero obsérvese, si no es brutalidad la de un hombre, que se cree mesiánico, a propósito de sus veleidades de actor político que, al romper relaciones comerciales con EEUU, la producción de azúcar, que le vendía a este país, entonces se la compra la URSS, pero a precios de gallina flaca, y por aquí comienza la desventura de este señor, y la que llevará a la ruina al pueblo de aquella isla; que estaba condenado al éxito, gracias a su cercanía con EEUU.

Claro, los EEUU también le echaban leña a la candela, con aquella estrategia de Teodoro Roosevelt del Gran Garrote: a la América Latina hay que llegar con un pan en una mano y un garrote debajo del brazo. Son como niños estos señores. Si se les deja solos, enseguida se matan entre ellos; lo que no deja de justificar las posiciones nacionalistas y, sobre todo, Cuba, que siempre estuvo a punto de ser anexada al hermano mayor, y en donde hubo mucha resistencia; que fue lo que no ocurrió con Puerto Rico, que sí llegó a serlo. El propio hecho de EEUU de instalar unos misiles, apuntando hacia la URSS era una provocación, y que iba a tener una respuesta, valiéndose la URSS de un temerario tercermundista. Ahora, la mayor de las payaserías de Fidel Castro en este caso fue el hecho de enojarse y de distanciarse por un tiempo de los jerarcas de la URSS; cuando Nikita Khrushchev negoció con John Kennedy el retiro de los misiles de Cuba; a cambio del retiro de los EEUU de Turquía y de la no invasión a la isla, que estaba entre los planes del gobierno de Kennedy.

El hecho es que 60 años después parece como si estuviéramos en el mismo escenario; a partir del capítulo de la invasión rusa a Ukrania. Por cierto, el escritor checo Milán Kundera hablaría en este caso de la vuelta de nuevo del paso del mundo por las doce constelaciones; mientras que Marx diría que, si en aquella oportunidad, se trataba de una tragedia, que terminó en una farsa, ahora estamos frente a una farsa que se puede transformar en una tragedia; a partir de la amenaza de Putin de activar el arsenal atómico; pero, además, bajo el intento, por parte de éste, de restaurar aquel mundo bipolar, en contraposición a ese proceso de democratización, que se venía dando a partir de la caída del Muro de Berlín; cuando entonces se pensó que se llegaba al final de la historia; todos los pueblos marchaban hacia la democracia como sistema de gobierno; cuando más bien hay los casos de dictaduras disfrazadas de democracias, como ocurre con el propio Putin y sin ir muy lejos nosotros mismos, y donde se dan casos más bien de retrocesos, y donde no deja de haber la política del culto a la personalidad: oclocracias, como las ha definido Rafael Tomás Caldera.

 

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