Como el “viento de la noche gira en el cielo y canta”, el canto venezolano, también gira en el cielo, para cantar y contar su dolor, por los rincones del mundo.
Es la metáfora, que sin proponérselo, (imagino el drama humano como otra metáfora), recrea el venezolano que emigra, para sentirse cerca del cielo y de dios, de llevarlo consigo, en sus palabras, en sus emociones, en su expectante aventura, como sagrado talismán de esperanza, donde quiera que vaya y llegue, a echar raíces.
A distancia de la fama, encanto y admiración, del laureado poema 20 que inmortalizara el gran Pablo Neruda, del cual se desprende la hermosa metáfora, la migración venezolana también se ha ganado la atención global, ya no, como delicia poética, sino como dramática letanía de dolor y sufrimiento.
Obviamente, que la emigración, a riesgo de todo, hasta de perder la vida, se convirtió en nuestra única y última esperanza, para salir del foso de calamidades en que nos sumergió, la alevosa tiranía autoritaria del socialismo del siglo XXI. De un régimen inflado de fantasías, mentiras, ilusiones, e infamemente irresponsable, negado a reconocer el pantano de dolor y desolación que creó. Y para agregar más suspenso, anuncia el despegue de las comunas.
Es obvio que la diáspora venezolana adquirió dimensión mundial. Se calcula, que uno de cada cinco venezolanos, ha tenido que salir del país, huyendo de tantas calamidades. Según los últimos registros de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes R4V., ya suman 7.100.100, los compatriotas regados por el mundo.
A pesar de su dilatada dimensión, poco parece importar, el terrible sufrimiento de millares de connacionales que osaron cruzar la peligrosa selva del Darién, luego, sortear toda clase de chantajes y vejaciones, para llegar al sueño americano y ser devueltos, por los mismos que les abrieron las puertas e ilusionaron.
Escapa a cualquiera humana valoración, el infernal repudio que padecen nuestros hermanos en Centroamérica, entre Panamá y México. A quienes se le somete ahora, al cruel dilema de volver atrás, regresar de donde salieron huyendo, después de haberlo perdido todo, prácticamente, con “las tablas en la cabeza”, como decimos coloquialmente.
¿A qué juega la política migratoria y geopolítica internacional estadounidense? ¿Acaso, a una interminable puesta en escena de horror, a ver que travesía de migrantes del mundo es más tétrica, que otra. Si la diáspora Siria, el masivo éxodo venezolano, o la reciente ola de despavoridos migrantes ucranianos, que salen espantados por la guerra.
La infeliz solución del régimen fascista a la grave tragedia migratoria, del “Vuelta A La Patria”, solo ha servido para enlodar el nombre del glorioso poema y manchar la memoria de su insigne creador, el ilustre venezolano, Juan Antonio Pérez Bonalde. Un poema tan heroico, no merece tan bochornosa ofensa.
La historia del éxodo masivo se repite, y demuestra una vez más, que “la migración también es un acto de resistencia y rebeldía. Una experiencia espiritual en medio de la irracionalidad reinante”. Un ejercicio cívico de Libertad”.Compleja circunstancia que nos remite a la metáfora del eterno peregrinar por la vida, que ha marcado a la humanidad, desde siempre.
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