Gustavo Tovar-Arroyo: El diluvio y la peste

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Desaparecidos

Sé que está indispuesto, lo noto por el desdén como participa en nuestro diálogo. Lo dejo en paz, creo que culmina para ambos esta excéntrica y egocéntrica conversación de alter egos. Tovar se mira al espejo —que ya no está roto— y no observa nada, es una ópera muda, una extravagancia hueca, un silencio, una invisibilidad. ¿Por qué? Porque el país que un día existió ha desaparecido. Y si Venezuela no existe, los venezolanos menos.

Una peste y varios diluvios lo invisibilizaron. No hay escombros ni ruinas. En el espejo del cosmos, Venezuela no existe.

La Antártida. La Venezuela. La nada.

Ilusos

Me complace la metáfora de la desaparición nacional porque sé que el país que fuimos ya no lo somos ni lo seremos jamás. No ha muerto, no vive, no nace ni renace, simplemente desapareció. Un país sin cultura, sin arte, sin cine, sin poesía, es un ecosistema que sólo existe en el ensimismamiento de los ilusos. Claro, y los ilusos no existen en el diálogo mundial, son ausencias. Los que sí existen son los zarrapastrosos que deambulan por las veredas del planeta.

Dicen que son venezolanos y por serlo son pateados fuera de cualquier destino. ¿Venezolanos? ¿Qué es eso?

Venezuela, tierra de desgracia y de ilusos.

Insensibles

Tovar lee el encabezamiento anterior “Ilusos” y se ríe, me pide que deje los artificios del lenguaje, no hacen falta los enmascaramientos, no impresionan a nadie, no somos aprendices del dolor y aunque lo fuésemos a estas alturas tanto grito, tanto llanto, tanta agonía, hacen que los desaparecidos y los ilusos no se estremezcan ni sientan, que sean insensibles. Tovar me abofetea: “Eres predecible”, me dice. Lo miro con indiferencia, soy insensible, lo somos todos.

“Escribes para el ensimismamiento que críticas –subraya–, es decir, eres otro iluso en la nada”.

Pregunto: ¿Y quién eres tú, Tovar?

Jodidos

Las apocalípticas imágenes del diluvio, de las vaguadas, de Las Tejerías, de Maracay, de los sobrevivientes de la selva de Darién, la memoria de Vargas unidas a la de las cárceles, la Tumba, las torturas, los niños asesinados en las calles por protestar, las madres náufragas en las costas de Trinidad y Tobago, los hospitales, el hambre, la enfermedad, los gritos, los lamentos, las lágrimas, invisibilizan lo que un día fue Venezuela y muestran lo que hoy se llama chavismo.

Diluvio (natural) y peste (chavista) tejen en nuestro rostro la mueca de los jodidos de la historia contemporánea.

Patria socialista o muerte…, nos jodieron.

Sobrevivientes

¿Cuál de los Tovar escribe? ¿El que era venezolano o el iluso que ha desaparecido? ¿El ensimismado o el jodido? Al menos no es el prófugo o el conspirador porque para que haya huida o conspiración debe haber alguna justicia de la cual fugarse o algún gobierno contra el cual conspirar. Si no hay país, si ha desaparecido, ¿cómo podría haber justicia o gobierno? Tampoco escribe el insensible, porque a todas luces siente. Tovar no escribe, lo hago yo que formo parte de esta infame nada de invisibilidad histórica en la que hemos devenido.

¿Por qué escribo? Porque debe quedar el testimonio de los que nos negamos a acompasar la desaparición de Venezuela, de los sobrevivientes.

Y escribir es existir después de la nada.

¿Iluso?

 

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