La Ladera, una advertencia, por Marco Negrón

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Si usted vio el dramático video del derrumbe de viviendas causado por las lluvias en La Ladera del 23 de Enero, puede multiplicarlo por cien o más en caso de un terremoto. Y sin tiempo de alertar a los habitantes, porque, además de la dificultad de anticiparlo, en nuestro país no existen sistemas de alerta temprana ni educación ciudadana para las emergencias, como se ha comprobado desde la experiencia de Vargas hace 22 años hasta las de Las Tejerías, El Castaño y tantas otras de estos mismos días.

Hoy resulta difícil dar cifras precisas —todos sabemos del secuestro de información sensible por parte del Gobierno—, pero es evidente que algunos grandes números no han cambiado: alrededor del 60% de nuestra población urbana total y 40% de la caraqueña ocupa viviendas autoconstruidas en barrios informales, como La Ladera precisamente; y gracias a la encuesta Encovi, sabemos que el 13,5% del total de viviendas existentes (unas 900.000 unidades) son de alto riesgo.

Es preciso reconocer la abnegación y eficiencia con que han actuado los grupos de rescate y protección civil en los últimos eventos, pero en un sismo todo eso resultaría insuficiente. En el caso de desastres causados por lluvias, las señales de alarma se presentan con mucha anticipación: en el caso de Las Tejerías el propio Maduro reconoció que diez días antes sabían que los terrenos estaban saturados, por lo que es inexplicable la falta de reacción hasta que ocurrió lo peor. Pero en los eventos sísmicos, además de que aún existiendo sistemas de alerta temprana el tiempo de reacción se cuenta en segundos —particularmente en las zonas altas de barrios densos e intrincados—, la ayuda puede tardar horas en llegar porque lo probable es que la red vial quede bloqueada por escombros, derrumbes e incluso incendios.

Han pasado dos décadas desde la tragedia de Vargas durante las cuales ha mantenido una hegemonía cerrada el llamado Socialismo del siglo XXI, pero ante la reiteración de estos trágicos eventos el jefe máximo y sus cortesanos repiten monótonamente la misma cantilena: la culpa es de los conquistadores españoles, o del capitalismo, o de su fase superior. Pero, de ser esto verdad, uno no puede sino preguntarles: y mientras tanto, ¿qué hacemos?

Los sismos son, ciertamente, eventos imprevisibles, pero nuestro país y la capital están en una zona sísmica donde los terremotos, algunos de gran magnitud, se han repetido durante siglos con cierta regularidad; el de 1967 causó más de 200 muertos entre Caracas y el Litoral, pero debe tenerse en cuenta que para aquella fecha la población en barrios era considerablemente menor, al igual que sus densidades. Por eso se ha venido alertando con insistencia acerca de los riesgos, recomendando acciones de distinto tipo para prevenir y mitigar los daños en el no improbable caso de que volviera a ocurrir un evento semejante, la mayoría de las cuales requerirían actuaciones que por su magnitud y costos involucrarían también al gobierno nacional.

Pero la verdad es que, durante todos estos años, a lo que se ha dedicado el régimen ha sido a maltratar a las ciudades y, desde luego, a los ciudadanos. Como lo hemos repetido en innumerables ocasiones, por primera vez desde finales del siglo XIX la calidad de las ciudades venezolanas ha retrocedido, y de manera significativa: desde hace mucho ellas están bajo asedio de sus propios gobernantes, pero desde el poder se hace de todo por ocultarlo («no molesten«) o, cuando esto resulta imposible, se inventa un chivo expiatorio.

No sería sorprendente que algún paniaguado del régimen calificara este artículo de alarmista, incluso de subversivo por crear angustia en la población y predisponerla contra sus gobernantes: eso sería preferible a cargar con la culpa de haber previsto el peligro y no haberlo denunciado.

Marco Negron
Marco Negron

Marco Negrón es arquitecto – @marconegron

 

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