Con golpes, lawfare y traiciones se mueve a la derecha, con votos a la izquierda
En Latinoamérica se habla mucho del movimiento pendular en el plano político. Y se hace ver que esa oscilación es siempre electoral. Pero una revisión cuidadosa demuestra que, en la mayoría de los casos, cuando el péndulo va a la izquierda se debe a la fuerza de los votos populares, pero cuando vuelve a la izquierda suele ser por mecanismos no democráticos.
El caso de Brasil, que acaba de concretarse con la victoria en segunda vuelta de Luiz Inácio Lula Da Silva, es un ejemplo clarísimo, como para ponerlo en un manual de ciencias políticas. Pero a lo largo de lo que va de siglo, hay muchos más ejemplos.
La mediática global suele repetir que en América Latina ha funcionado una oscilación electoral entre opciones ideológicas opuestas.
Pero ese vaivén no siempre ha sido electoral y, en varios de los países de la región, los retornos a la derecha (o los intentos fallidos de lograrlo) han sido forzados por golpes de Estado, manipulaciones jurídico-mediáticas, traiciones y maniobras parlamentarias.
Aunque siempre se acusa a la izquierda de ser antidemocrática, su llegada al poder y su retorno, luego de ciertos oscuros paréntesis, se han dado mediante los votos. En cambio, las “victorias” de la derecha han sido el resultado de maniobras poco democráticas y, en algunos casos, directamente golpista.
Golpe clásico
El retorno electoral a la derecha en Honduras y Bolivia es una de las grandes mentiras de lo que va de siglo, pues allí se produjeron golpes de Estado clásicos, con participación de militares aliados a sectores oligárquicos e imperialistas.
En Honduras, Manuel Zelaya había ascendido a la presidencia por los votos en 2006 y fue depuesto mediante un movimiento militar que lo secuestró y lo sacó del país en 2009. Las fuerzas reaccionarias del Congreso designaron presidente a Roberto Micheletti, quien ejercía el cargo de presidente del Parlamento y que actuó como dictador durante su “interinato”.
En los años siguientes a ese vulgar golpe de Estado, hubo varias cuestionadas elecciones, con los líderes izquierdistas excluidos o severamente limitados, y con esa ventaja impuesta “ganaron” los derechistas Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández, cuyas gestiones estuvieron plagadas de corrupción, represión y nexos con el narcotráfico. ¿Y cómo se produjo el retorno de la izquierda a la presidencia? Pues, mediante el voto, con el triunfo de Xiomara Castro de Zelaya en las elecciones de noviembre de 2021.
El caso de Bolivia también fue grotesco. Evo Morales fue ratificado electoralmente en la presidencia, en primera vuelta, en 2019, pero un grupo de militares y policías de alto rango, a las órdenes de políticos de derecha con posturas racistas, impusieron a la dictadora Jeanine Áñez.
El regreso de la izquierda se produjo, una vez más, por los votos, con la victoria de Luis Arce, en 2020.
En Venezuela, el comandante Hugo Chávez intentó acceder al poder mediante una asonada militar en 1992, pero lo consiguió siete años más tarde, mediante una avalancha de votos.
Durante el presente siglo ha habido al menos dos intentos de golpe clásico: el de abril de 2002, que derrocó brevemente a Chávez; y el de 2019, contra Nicolás Maduro, conocido como el “Golpe de los plátanos verdes”, que fracasó estrepitosamente.
Lawfare y traiciones
La cacareada oscilación desde la izquierda hacia la derecha también ha tenido la ayuda de otros factores no electorales, como el lawfare y las traiciones.
En Brasil, se apeló al Poder Judicial para expulsar de la presidencia a Dilma Rousseff. El gobierno quedó en manos de un traidor, el vicepresidente Michel Temer, quien completó el período desarrollando una gestión opuesta a la que había hecho la mandataria, con fuerte impronta neoliberal.
La maniobra se completó con el proceso contra Luiz Inácio Lula Da Silva, a quien literalmente se le inventó un juicio para evitar que pudiera postularse a la presidencia en 2018, cuando, según todas las encuestas, iba a ganar ampliamente. Esto permitió la victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Ahora, Lula han retornado a punta de votos, a pesar de los daños residuales que causó el falso proceso judicial en su contra.
En Argentina, el empleo de un Poder Judicial cooptado por la derecha ha servido para alterar la voluntad electoral de la mayoría. Con esos recursos se han puesto grandes obstáculos en el camino de la expresidenta Cristina Kirchner. En ese empeño, con miras a evitar su candidatura en 2023, sigue la recalcitrante derecha argentina, con el apoyo de una de las más sucias maquinarias mediáticas del continente.
En ocasiones, los recursos antidemocráticos se mezclan para hacerlos más efectivos. En Ecuador se combinó el lawfare con la traición de Lenin Moreno para interrumpir la Revolución Ciudadana y mantener fuera de la política al expresidente Rafael Correa y a otros líderes de su movimiento político.
La campaña judicial-mediática en contra de la izquierda hizo posible la elección del banquero Guillermo Lasso, quien ganó la segunda vuelta, tras haber perdido la primera con el izquierdista Andrés Arauz.
Derrocamientos parlamentarios
Otra fórmula no electoral de forzar al “péndulo” a ir hacia la derecha en Latinoamérica, en contra de la voluntad de la mayoría, es la de los derrocamientos mediante conspiraciones parlamentarias.
Fernando Lugo, el presidente izquierdista de Paraguay, fue destituido por el Parlamento en 2012, tras haber sido electo en 2008 por los votos populares. Con su victoria, Lugo había terminado con 60 años de dominio del derechista Partido Colorado, que sostuvo la dictadura de Alfredo Stroessner durante 34 de esos años.
En el caso del golpe clásico de Honduras, hubo un componente parlamentario, pues el Congreso actuó como ente legitimador y su máximo jerarca asumió la presidencia.
En Brasil, el lawfare también fue respaldado por las fuerzas de la derecha en el Poder Legislativo para darle una apariencia de constitucionalidad.
En Venezuela se intentó derrocar al presidente Nicolás Maduro mediante jugadas parlamentarias, luego de que la derecha ganó las elecciones legislativas de 2015 con amplia mayoría.
El primer propósito expresado por el presidente de la Asamblea Nacional en 2016, Henry Ramos Allup, fue “sacar a Maduro en seis meses”. El proyecto fracasó, pero generó una confrontación de poderes que se prolongó durante todo el período legislativo, hasta comienzos de 2021.
Entonces, ¿cómo se mueve el péndulo?
Como puede apreciarse en una revisión de estos acontecimientos políticos, ciertamente ha habido un movimiento pendular entre derecha e izquierda en América Latina durante los últimos años. Pero es evidente que los movimientos hacia la izquierda han sido electorales, mientras los retornos a la derecha, en su mayoría, pueden considerarse producto de maniobras no electorales, desde golpes de Estado hasta conciliábulos entre cúpulas políticas.