En Venezuela, el “caradurismo” se está posicionando en los más altos niveles de la administración pública, hasta el punto que ya luce como política de Estado. Las pruebas irrefutables sobran, pero como muestra son pocas las que se pueden utilizar para ilustrar el tema en un artículo de prensa; lo que sí es pertinente es seleccionar las situaciones que más y con mayor frecuencia trascienden a la opinión pública.
La insuficiencia de servicios como la electricidad, el agua y el gas, por ejemplo, se ha convertido en una calamidad nacional. La interrupción recurrente de estos bienes básicos para la tranquilidad de la familia venezolana, constituye hoy día una especie de carta de presentación de la incapacidad o irresponsabilidad gubernamental. Precisamente, cuando el pueblo pide explicación sobre la suspensión o limitación de un servicio, los funcionarios competentes, cuando suelen hacerlo, se liberan de culpas y se las atribuyen a quien les venga en gana en ese momento. ¡Esto es lo que la gente considera un “caradurismo” al cuadrado: o de nivel medio.
El colmo de tan cínica conducta es la prueba más elocuente y de recia contundencia. Se trata de un fiscal a quien el pueblo apoda “fiscalito constituido”, tal vez asociándolo a su ilegítimo origen (lo nombró una Asamblea Nacional Constituyente espúrea). Dicho arbitrario activista del régimen pretende erigirse en un verdugo contra los narcotraficantes y corruptos del mundo, pero sólo mira al frente; jamás se atreve a mirar a los lados, porque teme que podría tropezar de inmediato con peligrosos capos del narcotráfico y con los más avanzados artífices de la corrupción.
Para echarle “tierrita” a su complacencia y su tácita complicidad con la criminalidad doméstica, se le ha ocurrido hacer de Rafael Ramírez su chivo expiatorio. Este señor fue Presidente de PDVSA durante diez años o más. Se le atribuye un robo de muchos miles de millones de dólares. Pretende el fiscalito lograr la extradición de quien fuera el más poderoso administrador de nuestra empresa petrolera nacional. Pero el írrito funcionario omite la escena principal de su obra teatral: olvida a propósito que para ir al fondo del escandaloso desfalco del que fuimos víctimas los venezolanos, se requiere extraditar también al necesario cómplice y obligado socio de Ramírez. Ese otro miembro de la supuesta dupla de delincuentes, tendrá que ser extraditado por Satanás, porque hace varios años fijó residencia en el infierno.
Ese cómplice estuvo investido de un poder absoluto. Fue él quien le dio el “garrote” al ciego, en este caso Rafael Ramírez. ¡Interprétame, amigo lector, y súmate como activista para la divulgación del robo al que se refiere el falso fiscal! Hablo de la inmensa fortuna que perdimos, superior a la hacienda pública que administraron los Presidentes venezolanos, desde 1830 (Páez) hasta 1998 (Caldera) ¡Si el pueblo llegara a enterarse de semejante acción criminal, muchas estatuas que le rinden pleitesía al crimen, serían derrumbadas!
Educador / Escritor -urdaneta.antonio@gmail.com – @UrdanetaAguirre