El pasado 31 de octubre se cumplieron 64 años del acuerdo, al que se llegó con el Pacto de Puntofijo, que constituía el sistema político, que habría de signar el tipo de gobierno, que regiría de ahí en adelante al país, caracterizado por la posesión del poder en manos de tres partidos: AD, Copei y URD, y quienes pasarían a gobernar, tan pronto se celebraran las elecciones, a la cabeza de un presidente que, a la larga, vino a ser Rómulo Betancourt. Hasta entonces había gobernado una dictadura, que había llegado en hombros de AD en una forma calculada, a raíz del golpe de Estado contra el gobierno de Isaías Medina Angarita en 1945; que significó una ruptura histórica, sobre todo, porque a partir de allí se desmantelaba la estructura del poder andino; esquema bajo el cual se había gobernado al país, basado en un presidencialismo totalitario, y el cual se alternaba mediante unas elecciones, que llamaban censitarias; es decir, basadas en el Censo Electoral (REP); lo que se conoce hoy en día como el Registro Electoral Permanente, sólo que allí estaban excluidas las mujeres y los analfabetas, esto es, más del 80% de la población; pero, además, como su nombre lo indica, se trataba de gobiernos marcados por el regionalismo andino desde que asume Cipriano Castro el poder en 1899. “Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”. Lo que, asimismo, iba a decir la gente, que llega con Rómulo Betancourt en ese 45 también en un octubre, con el apoyo de la logia militar que comanda un coronel de nombre Marcos Pérez Jiménez: una revolución cívico-militar, como se le conoce en ese momento, sólo que ese lema implicará una apertura mucho más democrática, y que se sustanciará en el proceso constituyente de 1946; que dará lugar a la Constitución de 1947, donde entonces pasan a ser incluidas las mujeres y los analfabetas, es decir, toda la ciudadanía venezolana en edad de sufragar, y se contemplará la alternancia en el poder a través de procesos electorales, que se celebrarán cada cinco años; que es donde se afincan algunos, para calificar a Betancourt como el padre de la democracia, dado que el REP pasa a crecer en un 90%, por supuesto, bajo sus auspicios; procesos electorales, decía, que serán los dolores de cabeza de Pérez Jiménez, una vez que derroca al gobierno de Rómulo Gallegos en 1948; pues en 1952, año en el que finalizaba el período administrativo de Gallegos, debían celebrarse unas elecciones, para el período presidencial 1953-1958, y como se trataba de un hombre, al que no le gustaba medirse en esas condiciones; puesto que no contaba con la trayectoria y la experiencia de un político; tanto más que le rendía culto al cesarismo, es decir, al militarismo; inventa lo de la una Asamblea Constituyente; que convoca para el 31 de noviembre de 1951, y que se la va a ganar, por lo demás, el partido URD, sólo que este señor desconoce los resultados electorales, y se produce una alteración de los mismos, de modo que el FEI, esto es, el partido de Pérez Jiménez pasa a ser mayoría en ese proceso constituyente; mientras que en 1957, cuando se presenta la fecha para la celebración de un nuevo proceso electoral presidencial, inventa lo de un plebiscito; que termina también arrebatando; el que lo pierde; sólo que se considera que, a partir de aquí, se le verán las grietas a su régimen, para que caiga en enero de 1958, y que será el antecedente más inmediato para la configuración del Pacto de Puntofijo.
Entre tanto, se ha venido conformando en la clandestinidad entre los partidos políticos, AD, URD, PCV y Copei (aun cuando esta organización todavía actúa en la legalidad, y se asoma la candidatura de Rafael Caldera para unas posibles elecciones del año 1957); lo que se va a conocer como la Junta Patriótica, que será el otro antecedente, para que lleguemos al pacto, y que sale de la reunión, que congrega a Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, tan pronto éste último se vea en la necesidad de abandonar el país, y asilarse en Nueva York, perseguido por la dictadura perezjimenizta; donde se conseguirán entonces los tres, por coincidencias de la historia. Hasta el instante Betancourt y Villalba se detestaban; porque Villalba había sido un enardecido opositor a ese primer gobierno de Betancourt; aun cuando habían sido como hermanos, cuando estudiaban Derecho en la UCV, y Caldera para ellos representaba la derecha más recalcitrante. De modo que celebran una cena navideña, en tanto que corre diciembre, casa de Betancourt. ¿Hallacas, pernil?
Allí ha debido estar al menos Gustavo Machado, máximo líder del PCV para ese momento, ya que su partido era parte integrante de la Junta Patriótica; el hecho, es que no andaba, seguramente, por los predios neoyorkinos; además, de que, lo más probable, es Betancourt no hizo mucho esfuerzo por convocarlo; como no lo convocó para la firma del pacto en la famosa quinta, que dio lugar a su nombre Puntofijo, y lo que interpreto yo en este caso es que Betancourt no lo hizo; primero, porque ya portaba en su conducta ese anticomunismo feroz, que adoptó desde su temprana juventud; habiendo militado una temporada en las filas comunistas; aparte de que la doctrina marxista-leninista no hablaba de un sistema democrático de libre elección, sino de una dictadura del proletariado; lo cual no iba con la mentalidad de Betancourt, y la prueba la dio, cuando atendió la visita oficial, que le hizo Fidel Castro, en una forma muy fría y distante. Ya lo veía que no se trataba sino de un aventurero.
Pero éste le cobrará a Betancourt; ya sabemos lo de sus intentos de invasión al país, bajo focos guerrilleros; además de la decisión del PCV de ir a una lucha armada, que no lo dejará gobernar tranquilo. Se trata de un período presidencial muy agitado. Hay quien ha dicho que fue un error no incluir en el pacto al PCV. La circunstancia es que también parece que esta gente se autoexcluyó. En última instancia ellos hablaban de un “pacto burgués”; además de la creación ejércitos populares, a la manera de Lenin.