El significado de las elecciones presidenciales pasará por la disputa de los indecisos. Existen quienes piensan que se salvó la democracia, y otros que triunfó una componenda político-judicial. En el medio están quienes no se cobijan por estas narrativas. ¿Qué tanto pesa la batalla cultural?
Hay dos narrativas dominantes sobre el resultado de las presidenciales en Brasil. Estas son completamente distintas entre sí.
El relato del campo político liderado por Lula es que las elecciones fueron un plebiscito entre democracia y fascismo, mientras el campo de Bolsonaro encuadra la elección como una disputa entre la patria y el comunismo.
Cada lado intentará, en los próximos años, consolidar su versión entre los brasileños. Quien tenga más éxito en la tarea de convencer a más personas, tendrá ganado el terreno cultural, clave para el juego político.
Hay, además, millones de brasileños que no se sienten interpelados por esos relatos. Los ni-ni (ni Lula ni Bolsonaro) probablemente están hartos de la polarización y esperan que los problemas de la vida real (economía, seguridad, salud etc.) sean resueltos por el nuevo gobierno.
La historia según Lula, Alckmin y Tebet
Veamos el relato de los partidarios de la opción ganadora:
Se ganó una disputa entre democracia y fascismo. Luiz Inácio (Lula) da Silva, líder popular del principal partido de la oposición, el Partido de los Trabajadores (PT), consiguió reunir en un frente amplio varias personas que jamás habían estado juntas. Esta gran concertación acogió desde la derecha liberal con João Amoedo, expresidenciable de un partido que quiere privatizar las empresas estatales, hasta el diputado socialista por São Paulo, Guilherme Boulos, líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST).
El frente amplio por la democracia puso a exrivales del mismo lado para derrotar en las urnas al presidente Bolsonaro, cuyo autoritarismo ponía en riesgo la democracia. Si Bolsonaro ganaba, había altas probabilidades de que esta hubiera sido la última elección libre y justa en Brasil.
El proceso de militarización de la política y el odio que el populista y extremista Bolsonaro inflaba en contra de sus adversarios, era un riesgo para la democracia. Su ministra de la Familia, Damares Alves, llegó a decir que opositores y medios de comunicación críticos eran pedófilos. Bolsonaro y políticos de su base han adoptado la violencia como forma de hacer política. La lideresa del gobierno, diputada Carla Zambeli, intentó asesinar a un hombre con su pistola a la luz del día en São Paulo. El presidente de un partido de la coalición oficialista, Roberto Jefferson, tiró explosivos hacia policías federales. Hubo varios casos de asesinato de electores de Lula durante el año.
El riesgo de la democracia en Brasil
El relato entiende que Bolsonaro reelecto sería un riesgo, porque él tendría el control de un Congreso conservador. En un segundo período presidencial, él podría consolidar su dominio sobre el Poder Judicial cambiando jueces de la Suprema Corte, siguiendo el ejemplo de los autócratas Hugo Chávez y Viktor Orbán.
Políticos de centroderecha como Geraldo Alckmin, ahora elegido vicepresidente, y Simone Tebet, derrotada en la primera vuelta de las elecciones, entendieron la trascendencia del momento y que esa no era una elección de izquierda versus derecha, sino de democracia versus autoritarismo. Esta era también una elección sobre el futuro de los hijos y nietos de Brasil. Un período más de Jair Bolsonaro permitiría que la destrucción de la floresta amazónica llegara a un punto de no retorno con consecuencias catastróficas para todo el planeta.
Lula ha ganado una elección en contra de toda la maquinaria estatal. El gobierno de Bolsonaro acabó con las reglas fiscales consagradas en la Constitución para intentar reelegirse, con la bendición del Congreso y del fiscal general de la Nación, quien debería investigar al presidente pero se ha vuelto su abogado. Ha sido derrotada también una poderosa maquinaria de fake news que ponía en riesgo la fe misma del público en las elecciones. «¡Se acabó la pesadilla de Bolsonaro!»
La historia según Bolsonaro y Moro
Ahora, el relato de los partidarios del bolsonarismo:
Se ha perdido una disputa en contra del sistema. Ha existido coordinación entre la Suprema Corte, la Corte Electoral, el PT y los grandes medios, principalmente O Globo, para llevar a la presidencia a un expresidiario y notorio corrupto.
Los partidarios de Jair Bolsonaro libraron, en los últimos cuatro años, una incansable disputa entre el bien y el mal. El presidente Bolsonaro fue constantemente atacado por la prensa, por los políticos de siempre, por los corruptos y por la izquierda, que dejó el gobierno tras el impeachment de 2016 en la peor recesión de la historia brasileña.
Brasil estaba en el rumbo del cambio. No se arreglan las cosas de la noche a la mañana. Además, hubo una pandemia y la política de lockdown de los gobernadores de estado de la oposición destrozó a la economía brasileña. Aun así, hemos sido resilientes y nuestro PBI volvió a crecer, pese a todo.
El bolsonarismo está del lado de la familia tradicional y de los padres pasando los valores patriotas y cristianos a sus hijos, lejos de la influencia de los «profesores socialistas». Por lo tanto, esta elección era también una elección sobre nuestros hijos y nietos. La izquierda en el poder siempre manipuló a nuestros niños. Muchos colegios y universidades en Brasil son «fábricas de militantes» de izquierda. Por eso hicieron tanta oposición a Bolsonaro, el primer presidente con los valores conservadores del pueblo brasileño.
Víctimas del juego político y judicial
El corazón del relato dice: se perdió la elección porque el bolsonarismo fue «víctima» del juego del Poder Judicial con el PT. La Suprema Corte permitió que Lula estuviera en las elecciones. Las urnas electrónicas no son fiables. Durante la campaña electoral, el presidente de la Corte Electoral, Alexandre de Moraes, benefició a la izquierda y censuró voces conservadoras del debate público. La elección de Lula y del PT trae el riesgo de una dictadura judicial.
La elección de Lula y del PT ha sido la prueba de que el crimen paga, pues los escándalos de corrupción Mensalão y Lava Jato muestran que el PT es un partido corrupto.
El PT es parte del Foro de São Paulo, institución que congrega a la guerrilla de narcotraficantes de las FARC colombianas. Hasta el jefe del cartel de drogas del Primer Comando de la Capital (PCC) declaró apoyo a Lula.
La derrota de Bolsonaro da miedo a sus seguidores. Se tiene que luchar para que Brasil no se vuelva una Venezuela socialista. Por todo ello protestamos, cortamos las rutas y pedimos que las fuerzas armadas intervengan, porque no podemos admitir un gobierno izquierdista, corrupto y ateo, y que ganó las elecciones con urnas electrónicas no fiables.
Los ni-ni o los sin relato
Es difícil escribir cómo piensan los electores que no votaron ni por Lula ni por Bolsonaro sin tener acceso a un buen estudio cualitativo de opinión. Seguramente existieron votantes de Lula y de Bolsonaro que no se cuadraron bajo los relatos descritos anteriormente, y cuya visión del mundo se acerca más a la de los ni-ni.
Podemos suponer, en el calor del momento, que existió cansancio con los años de polarización. Es razonable imaginar que haya votantes centristas e indecisos que solamente quieren que el gobierno les baje los impuestos y preste mejores servicios.
La batalla por el significado de las elecciones del 2022 pasará por la disputa de los indecisos. El nuevo gobierno, instalado a partir de enero del 2023, hará un gran favor a su base de apoyo político si es capaz de atender las demandas de la vida real, que son las de siempre: comida en el plato, empleo, seguridad, salud y educación.
Líneas paralelas en Brasil
La sociedad brasileña se encuentra profundamente dividida. Son dos relatos dominantes que no se tocan, como dos líneas paralelas. Desde el punto de vista del nuevo gobierno, va a ser extremadamente difícil construir puentes con la mitad de la población que no comparte su visión de mundo. Tendrá un doble desafío: primero, entregar mejoras tangibles en calidad de vida a la población y, además, construir espacios de diálogo con sectores amplios de la sociedad que no creen en su legitimidad.
Analista político y consultor de campañas electorales con foco en América Latina. Analista en @southernpulse. Trabajó para clientes como el gobierno de Japón, Facebook y la Municipalidad de Rio de Janeiro. Magister en Historia Económica por la Universidad de Buenos Aires. Columnista en @LPOArg.