Gobernó Lula por dos mandatos consecutivos (2003-2010) al Brasil. Salió del poder, fue enjuiciado por bien fundadas denuncias de corrupción, pagó cárcel y ahora regresa para un tercer mandato después de haber pactado una amplia alianza con algunos de quienes fueron sus más radicales adversarios.
Néstor Kirchner (2003-2007) y su esposa Cristina Fernández (2007-2015) par de triunfantes demagogos, gobernaron por doce años seguidos a la Argentina. Desde sus presidencias dejaron pruebas más que evidentes de haber instaurado una maquinaria de corrupción que los enriqueció a ellos y a su inmediato entorno hasta el hartazgo. Salió del poder la señora Kirchner por cuatro años. Volvió para ser vicepresidenta y allí sigue aunque con altas posibilidades de terminar finalmente entre rejas. Hasta ahora nada indica que el Frente de Todos, la alianza que la regresó al poder, ganará las elecciones de 2023.
En el Frente Amplio uruguayo, fundado en 1971, convergen tendencias desde socialistas y marxistas hasta liberales y demócratas cristianos. Con los dos mandatos de Tabaré Vásquez (2005-2010 y 2015-2020) y el de Pepe Mujica (2010-2015) hilvanaron quince años en el gobierno, para salir de la presidencia en 2019 al caer ante Luis LaCalle Pou, de centro derecha.
En la atribulada Honduras, Manuel Zelaya, séptimo presidente desde el regreso de la democracia, fue aventado del poder por un golpe de estado en 2009. Tras los nefastos mandatos de los derechistas Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández (hoy preso en USA por narcotráfico), Xiomara Castro de Zelaya ganó la presidencia en enero de 2002 y tomó posesión en acto donde la invitada de honor fue la presidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Su marido Mel Zelaya es el flamante Primer Caballero de Honduras.
Pudieran citarse otros muchos ejemplos de entradas y salidas del poder en la historia reciente de América Latina, en la que se alternaron gobernantes de distintas ideologías, y su análisis dar sin duda a los expertos oportunidad para múltiples tesis y/o especulaciones. En los cuatro casos citados, los personajes tienen en común su adherencia al llamado Socialismo del Siglo XXI, que preconizaba Hugo Chávez.
Pero sobre todo forman parte del elenco de gobernantes que sacaron pingües beneficios económicos cuando Chávez, ebrio y delirante por la riqueza de los petrodólares –que estúpidamente creyó infinita e inacabable– desparramó los recursos que pertenecía a todos los venezolanos por el continente latinoamericano y otras latitudes.
Lo que finalmente queremos destacar es la circunstancia real de que más allá de las imperfecciones que puedan señalarse a las democracias de esos países han desarrollado procesos electorales con eficiencia, transparencia y credibilidad para todos, sin necesidad de fanfarronear del «mejor sistema electoral del mundo». La no aceptación de la alternancia en el poder es el punto que distingue al régimen venezolano en el concierto latinoamericano.
No tenemos un desempeño verdaderamente confiable en ese campo en Venezuela. No precisamente por el uso de las máquinas de votación, como se insiste y se cree en algunos sectores. Sino por el ejercicio apabullante del poder, antes, durante y después de los procesos, para constreñir a las fuerzas democráticas, para desconocer resultados (la lista es notoria) y, por supuesto, inmensamente agravado por las líneas abstencionistas que asumieron fuerzas políticas mayoritarias en el pasado reciente.
El régimen venezolano hasta hoy no da muestras de querer retirarse de ese trío de países –Cuba y Nicaragua son los otros dos– donde la democracia ha sido execrada y por lo tanto «se vale todo» para retener el poder: represión, inhabilitación o encarcelamiento de candidatos, aplastamiento comunicacional, uso de los dineros del estado y toda una gama de prácticas ventajistas o institucionales que conduce de hecho a la hegemonía del partido único, sin necesidad de establecerlo en la constitución como en Cuba.
Lo triste es ver a gobernantes como los de México y Argentina atenuar la gravedad de esa realidad venezolana, los desafueros de un régimen con vocación de perpetuidad, y adoptar conductas que terminan siendo mera solidaridad con un régimen cuyas características ellos no se atreverían, ni desean ni podrían instaurarlas en sus países.
Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar