Carolina Jaimes Branger: Maltratadores, violadores, pedófilos, acosadores…

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¿Qué está pasando en el mundo, que parece que se hubieran desatado todos los demonios juntos? ¿No es ya suficiente lo que estamos viviendo para que, encima, todos los días nos enteremos de noticias nefastas? Nuestro país no escapa a esta tendencia global, donde la mayoría de las víctimas son niños y adolescentes inocentes.

Por Instagram me llegó un video -dicen que fue aquí en Venezuela- donde una mujer, preñada y borracha, literalmente apalea a una niñita que no parece llegar a los tres años. La golpea con fuerza y violencia, la levanta por el pelo y la lanza lejos… No le entiendo mucho lo que dice, pero logré captar “falta de respeto” y “quiero mi botella”. Hay que tener estómago para verlo hasta el final. Quien lo grabó ha debido tenerlo para no intervenir. No pude evitar pensar que hay personas que se merecen prisión perpetua, por no decir pena de muerte. Esa mujer es una de ellas…

Otro que merecería una pena ejemplarizante es un sujeto identificado como José Alejo Méndez, de 63 años, señalado de haber violado a dos niñas de 3 y 6 años de edad, incluso de haberles transmitido el virus de papiloma humano, para el que no existe cura, sino tratamientos paliativos. Por fortuna fue capturado cuando llegaba a Caracas a bordo de un autobús, escapando de Boconó, ciudad donde ocurrieron los hechos.

Y es que las cifras de violadores de menores en Venezuela son alarmantes: leo en Twitter que la “Fiscalía de Maduro registró 1.024 casos de abusos sexuales a menores: se ha condenado a 752 personas con penas de entre 25 y 30 años”. Y yo pregunto ¿y las restantes 272? ¿Serán también castigadas? ¿Y los casos que no son denunciados? Por desgracia, la mayoría de los pedófilos son personas cercanas a los niños y estos no saben qué hacer ni qué decir. Y no han sido educados para reconocer, mucho menos denunciar…

Otro caso dantesco: Luis Alberto Sánchez y Amado Díaz Lugo violaron y ahorcaron a una niña de 11 años en el estado Miranda. La madre la había mandado -ya de noche- a comprar azúcar en la bodega, y cuando llegó a la casa la devolvió “porque la bolsa estaba rota”. La niña nunca regresó… Me queda la duda -y la indignación- de por qué no fue la madre… Los monstruos fueron detenidos y en la celda que compartían, Amado Díaz Lugo fue asesinado por su compañero Luis Alberto Sánchez.

Otro suceso estremecedor es el del suicidio de Miguel Silveira, un joven con síndrome de Asperger, una forma del espectro autista. Miguel sufría de acoso escolar en la Unidad Educativa Colegio Caracas en Fila de Mariches, una institución donde supuestamente “integran” a alumnos con condiciones especiales. Según personas cercanas, no aguantó el acoso, no solo de sus compañeros, sino de los profesores del plantel. Dejó una nota para su madre pidiéndole perdón por haber tomado la decisión de no querer seguir en este mundo y se lanzó en el Metro.

Cuando casos como los citados no son castigados de manera ejemplarizante, sucede que la gente termina tomando justicia por sus propios medios. Incluso, en las cárceles, los presos por otros delitos tienen sus propios códigos y linchan -nomás llegan a la cárcel- a estos delincuentes. Recientemente, los pobladores de Huehuetenango, un pueblo a 270 kilómetros de la ciudad de Guatemala, hicieron justicia por mano propia y se unieron para detener a tres secuestradores que mataron a un niño de 11 años, porque sus padres no lograron reunir la cantidad exigida para el rescate. Conociendo la incapacidad de la policía local, cuando estos detuvieron a los implicados, se los arrebataron y los quemaron vivos.

El hecho cierto es que esto parece una espiral alejándose de su centro a una velocidad vertiginosa. ¿Seremos, como sociedad, capaces de detenerla?…

@cjaimesb

 

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