En mi artículo de hoy hago una analogía entre la reciente victoria de Lula en Brasil y lo que sucede actualmente en Venezuela con el cierre de los espacios para la participación política del pueblo.
Lula Da Silva, no sólo derrotó al presidente Jair Bolsonaro, exponente intolerante y violento de la derecha brasileña, sino que, también derrotó, a lo que Nicolás maduro representa, con su gobierno represivo y su política económica depredadora y de choque que ha empobrecido al pueblo venezolano.
Lula fue capaz de superar el lawfare, es decir, la utilización de la justicia como instrumento de persecución política, así como, la terrible campaña de descrédito en redes sociales y grandes medios de comunicación en su contra. Todo ello, gracias a que, en Brasil, a pesar de la existencia de un gobierno como el de Bolsonaro, hay Estado de Derecho. La historia fuese distinta si Lula fuese venezolano y tratase de postularse como candidato, es bastante probable que Lula estuviese preso en Venezuela, como lo están hoy día, cientos de trabajadores venezolanos.
La realidad de Venezuela, donde el gobierno mantiene secuestrado a todo un pueblo, utilizando para ello, complejos y sofisticados mecanismos importados de control social y represión política que asfixian al país, mientras se lo siguen engullendo, se lo reparten y lo van degradando, material y espiritualmente, hasta convertirlo en el país de las miserias y el sálvese quien pueda, el de la resignación.
Las victorias de Lula, Petro y Boric, han sido posibles porque en estos países, a pesar de Bolsonaro, del uribismo y del pinochetismo, el pueblo pudo ejercer todos sus derechos políticos, ejercer el de la participación política, con garantías y condiciones. Estos pueblos hermanos pudieron expresarse y decidir un cambio en su situación, en su propio futuro, porque lucharon para conquistarlo, se movilizaron para exigir la democratización de sus sociedades, no aceptaron la imposición de dictaduras enmascaradas, ni se entregaron al fatalismo de vivir bajo el “milagro” de Bolsonaro, Uribe o Pinochet.
América Latina, la nueva izquierda que surge, deja aislado, más que nunca, a Nicolás maduro y su gobierno represivo y antipopular. Se le siguen acabando las excusas al madurismo; los pueblos de la región marcan la pauta, dan el ejemplo de que sólo con la movilización y la participación política, seremos capaces de salir de nuestras propias tragedias; que debemos luchar por nuestros derechos, dejar atrás el miedo y el conformismo, que no hay fatalidades; que si el liderazgo político y la vanguardia no están dispuestos a asumir su papel histórico, si están entregados, cansados o asustados, entonces, surgirá otro liderazgo, porque las sociedades no se suicidan y Bolívar no rasgó las tinieblas por un instante, solo para luego perderse en el abismo.
Con Chávez Siempre, ¡Venceremos!