Al estarse cumpliendo 60 años de la crisis de los misiles en Cuba, me parece importante recordar la decidida posición que han mantenido las administraciones americanas y occidentales a lo largo de estos 77 años,
Así como el presidente Kennedy no permitió que el mundo retrocediera o simplemente desapareciera debido a que audaces aventureros amenazaran la paz mundial, la cual 17 años antes había sido lograda con el sacrificio de 50 millones de muertos, sólo entre las potencias aliadas, debiendo sumar a esta horrible cuenta los 22 millones de víctimas entregados por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas como contribución a la Paz Mundial. En estos días vemos cómo el mundo occidental liderado por los Estados Unidos ha frenado las apetencias del terrofago mayor, Vladimir Putin, como sus amenazas del empleo de las armas nucleares.
No obstante esas espeluznantes cifras de muertos que conllevaron inmensa tristeza, dolor y destrucción a millones de vidas en el mundo entero, un aventurero ególatra en el año 1962 conspiró, creando las condiciones para poner en real peligro esa difícilmente lograda paz mundial, cuando se convirtió en el centro de eso que por un pelo no termina siendo la III guerra mundial. Con la gran diferencia que esa vez la pelea no era con el Fusil .30 de los americanos, ni tampoco con el Mosin-Nagant, el fusil del cerrojo de los soviéticos, sino que en ese año 1962, ya era con misiles portadores de bombas nucleares.
Como seguramente imaginaran apreciados lectores, me refiero al principal instigador de lo que muy probablemente hubiese podido ser el fin de la humanidad. Efectivamente me refiero a ese siniestro y despreciable sujeto que respondía al nombre de Fidel Castro Ruz. Y que hoy coincidencialmente con la actual crisis, tenemos también como uno de los protagonistas, otro nacido soviético, el jefe de ese inmenso territorio que hace 60 años se llamaba la URSS y ahora lo llaman de nuevo con su nombre de bautismo: Rusia. En junio de 1962 Cuba y la Unión Soviética acordaron instalar misiles nucleares en territorio cubano, con la convicción de que era el único medio de disuadir a los Estados Unidos de invadir la isla.
Bajo la premisa de una visión geopolítica, se consideraba a ese país caribeño como la avanzada del Pacto de Varsovia, en el caso de una tercera confrontación mundial, Castro le recordaba al líder soviético que los rojos misiles estarían a solo 143 kilómetros de Key West, el extremo sur del estado de la Florida. La alianza entre los gobiernos de Cuba y la Unión Soviética y la promesa realizada por el bloque socialista de comprar el azúcar cubano que habían dejado de adquirir los estadounidenses, fue suficiente para que Castro, sin importarle la suerte de su pueblo, incitara a la dirigencia soviética a la instalación de los misiles y por su telegrama secreto del 22 de octubre, por el cual exigía al estado soviético de iniciar el bombardeo nuclear hacia las metrópolis americanas. La nomenklatura cubana no sabía que las cabezas nucleares no estaban montadas en los cohetes, permaneciendo el secretario del politburó en total silencio y obviamente, ignorando la criminal pretensión de Castro.
Me ha motivado a escribir esta brevísima nota, el considerar necesario mantener fresca la memoria de aquellos comprometidos días, 60 años atrás en la que la paz mundial colgaba de un hilo, hoy en plena era digital, de continuos paseos del hombre por el espacio y del avance a alta velocidad de la inteligencia artificial, existe la real posibilidad de que, otra vez, la paz mundial sea quebrantada, ya que hoy, como 60 años atrás cuelga de un hilo, cuelga, en este contexto del hilo de un ataque pasional de Putin, cuelga de un pequeño error humano, cuelga del hilo de extremistas nacionalistas, en fin, cuelga de finísimos hilos los cuales pueden estar en manos irresponsables y lo que aún sería peor, podrían estar también esos hilos en las mentes y en las manos de peligrosos dementes.
Anfi del Mar, el 6 de noviembre del año 2022.