Thays Peñalver: We the people

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Nosotros y la gente

Nos explicaba Mariano Picón Salas en 1955, que “llegamos tarde al siglo XX” porque “perdimos tiempo en otros menesteres que no eran los que generan el progreso de los pueblos”. Hablaba del enorme “subdesarrollo mientras las sociedades avanzadas progresan a ritmo acelerado” y de las “inmensas distancias, sin esperanzas de aligerar el paso”. Una década más tarde el presidente Leoni recordaba a Picón Salas, explicando que habíamos “llegado tarde al siglo XX, pero nos asiste ahora la convicción serena de que llegaremos a tiempo al siglo XXI” (1965) nunca sucedió.

Picón Salas no se refería -como lamentablemente pasó a la historia- al “general Gómez” o a “un tirano”, sino a una verdad que siempre negamos a la hora de acusar al único responsable: “nosotros mismos”. En especial se refería a los intelectuales que como “orfebres y alabadores profesionales”, “hacían lo mismo que los que impresionaban a Gengis Khan” con sus caligrafías, aun cuando el bárbaro no sabía leer. A los eruditos que convirtieron en una necesidad histórica al “despotismo ilustrado”, al “cesarismo democrático” o al “gendarme necesario”, evitando a toda costa meterse con “nosotros los responsables”.

A los “sociólogos” (y hoy politólogos) “al servicio del César” que lo revistieron con “cientificismo pedante y nos impusieron una imponente resignación”. A los “juristas” y “doctores” que como en Bizancio ponían “en mejor prosa los caprichos del jefe” y a los aprovechadores que colocaron “el valor del guapo o la audacia arbitraria del Cacique” como “la más alta medida humana”. Se refería a los “jefes civiles” (hoy políticos) que dividían a la población en “buenos y malos”. A las clases más o menos educadas que asaltaban los destinos públicos y a las altas que tomaban “el poder público como una industria”, a los que se corrompieron y corrompían, que no nacieron de la democracia, sino desde la misma gesta independentista extendida posteriormente por “el dinero fácil que compraba los hombres hundiéndolos en un carnaval de favores, humillaciones e indignidades”. A las “masas campesinas” convertidas en “hombres nuevos” (lo dijo mucho antes que el Che) no por la gracia del trabajo, sino por la de ese dinero fácil.

Seguramente por “esa” gente la culpa de entrar tarde al siglo XX recayó sobre Gómez y no en nosotros, porque ni siquiera protagonizamos nuestra propia historia. Quizás porque la palabra “nosotros” fue barrida de todas las constituciones a partir de 1830, por lo que ni siquiera existimos jurídicamente. Quizás porque “Nosotros” nos convertimos en “ellos”, una entelequia denominada como “El Pueblo” que a partir de 1830 dejó de ser un contrato social entre “nosotros”. Pero ocurrió así y “el soberano” logró salir incólume de todos los procesos históricos porque la culpa la ha podido achacar gracias Dios a Gómez, a Pérez Jiménez y claro está a Acción Democrática o a Copei, como en lo que se acabe esta fantasía petrolera será de Chávez o de Maduro. Porque ¿We the people? ¡Eso Jamás!

Por eso muchos no tienen vergüenza a la hora de decir que “al Pueblo” los adecos y los copeyanos los engañaron durante 40 años. “El pueblo” es decir otros, cumplieron 4 décadas tan embrutecidos que ni siquiera entendían la vieja máxima de Anaxágoras (si me engañas una vez la culpa es tuya, si me engañas dos la culpa es mía) a la que seguramente el filosofo griego añadiría que “si te engañaron 40 años, es que eres bastante idiota” (en el sentido griego de la palabra). “El Pueblo” es pues la excepción de la regla de Abraham Lincoln que decía que “se puede engañar a todos poco tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”, porque quedaría demostrado que “al Pueblo” si se le pudo embaucar durante 40 años.

Que nadie se engañe con este artículo o trate de escaparse con aquello de que “pueblo” es igual a “barrio” o a “Fabela”. Porque quienes han sumido a Venezuela en la bancarrota no han sido precisamente quienes menos han recibido. A quienes gritan que los revolucionarios se lo llevaron todo, les explico que no llegaron solos a Suiza, como los “adequitos” y los “copeyanitos” que llegaron tan “enguacalaos” como Chávez del campo, tampoco abrieron solos sus cuentas en el exterior.

1936 fue la fecha que colocó Picón Salas como entrada al siglo XX. Suena pues, perfectamente lógico que llegaran a Venezuela en pleno final del siglo, los fundamentos de la misma revolución que llegó a España en 1936 o los fundamentos de la Constitución soviética y la primera purga estalinista, así como la violencia de los pactos anticomunistas de Alemania o Japón todos de 1936. Palabras más, palabras menos Picón Salas no se equivocó y por ende lo que vivimos hoy no representa el final de la 4ta Republica, sino nada menos que el final del siglo XX y aunque pocos entiendan esto, solo trascenderemos, cuando “ellos, el Pueblo”, se conviertan en “nosotros, los ciudadanos”.

Lo escalofriante, no es que pocos lo entiendan, sino que a demasiados no les convenga entenderlo.

Nota de la autora: Reproducimos este artículo escrito en 2014 porque no ha perdido su vigencia, Venezuela todavía no ha entendido su atraso y hoy vivimos con los mismos que antes edulcoraron dictaduras y con los mismos que nunca se han responsabilizado por el destino de su país. Solo cuando entendamos que el gobernante es incidental, estaremos listos para tomar las riendas de nuestro país, de no hacerlo seguiremos siendo un pueblo sometido y manipulado por los “alabadores profesionales de siempre”.

 

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