En 1979 la Organización de las Naciones acordó celebrar anualmente las “Cumbres de la Tierra” o mejor dicho, las “Conferencias de las Partes” (COP en inglés) como punto de encuentro mundial para deliberar y decidir acciones sobre el cambio climático. Desde 1995, cuando se hizo la primera cumbre en Berlín (COP1), estas asambleas mundiales se han realizado todos los años; y en estos días de noviembre ocurre en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij la conferencia veintisiete, COP27. Y es la primera que se celebra en África.
Luego de la interrupción causada en 2020 por el Covid 19, en noviembre del año pasado ocurrió en Glasgow, Escocia, la COP 26 y según informan los documentos oficiales de la ONU, en esa conferencia la comunidad internacional debatió sobre las bases científicas que sostienen los cambios climáticos que experimenta la Tierra; las soluciones que la ciencia y la tecnología ponen a disposición de la humanidad para revertir el cambio climático; la voluntad política requerida para tomar medidas a tiempo y las indicaciones claras y precisas para actuar a favor del clima.
A partir de esas deliberaciones del año pasado, la COP26 acordó reconocer la emergencia y el grave problema del aumento de la temperatura global; intensificar la acción por el clima afirmando estar en una “década crítica”, en cuyo tiempo se deben reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono para disminuir la velocidad en el aumento de la temperatura global; abandonar progresivamente el uso de combustibles fósiles -carbón, gas, petróleo- como principales causantes del calentamiento planetario; financiar la acción climática, a cargo de los principales responsables del problema (China, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, India, Japón, Italia y Canadá); cumplir lo incumplido en el Acuerdo de París firmado en la COP21 celebrada en el año 2015; y por último, se acordó atender a los países más vulnerables al cambio climático que son -¡válgame Dios! diría mi abuela- los países más pobres, ubicados en África, Asia y Sudamérica.
Y… ¿Qué ha ocurrido entre noviembre 2021 y estos días de celebración de la COP27? Pues… lo que toda la humanidad sabe. No ha pasado otra cosa que no sea el agravamiento del problema, como se infiere de la denuncia del primer ministro de Tuvalú (Oceanía), que amenaza ser el primer Estado en desaparecer de la faz de planeta.
Los principales contaminadores del mundo siguen impertérritos; el aumento de la temperatura global sigue su curso indetenible, y prueba de ello es que los eternos glaciares europeos desaparecen y el aumento de la temperatura polar es un hecho científicamente verificado. La “década crítica” de la COP26 pasó a ser una frase más de las tantas acuñadas en conferencias internacionales; el uso de combustibles fósiles se hace cada vez mayor y ahora, las “energías verdes y alternas” -vale decir no contaminantes- cuentan con el gas -combustible fósil contaminante- como una de ellas en evidente demostración de hipocresía e irresponsabilidad de quienes controlan los poderes mundiales; los países desarrollados, que son los más contaminadores planetarios se hacen los desentendidos ante el compromiso de entregar los recursos para atender la acción climática en los países más pobres que sufren con mayor rigor las inclemencias del clima; y los compromisos del Protocolo de Kioto de 1997 -COP3- y el Acuerdo de París de 2015 –COP21- siguen siendo saludos a la bandera.
Ahora en Egipto, otra vez estamos oyendo lo mismo, pero con un hecho esperanzador. Aumentaron los Estados que están asumiendo seriamente las señales de la Tierra. En esta COP27 es mayor el número de los “abogados” del clima. Ya no es la voz solitaria de Bolivia, la advertencia profética de Fidel, las observaciones del exvicepresidente de EEUU Albert Gore, el anuncio de la política ambientalista de Venezuela o la presencia solidaria de los movimientos ambientalistas mundiales, los únicos que abogan por el clima. Ahora, muchos Estados -como los casos de Colombia y Argentina- se suman a la titánica tarea de salvar el planeta para impedir que la actitud de ver, oír y callar de los principales actores responsables del problema, nos siga llevando camino al desastre climático.
Agricultor urbano. Abogado