Cuando parecía que no podía ponerse peor la cosa en la Tierra del Sol Amada, se escuchó aquel terrible zumbido que todavía hoy sobrecoge de espanto a las familias zulianas.
Al principio nadie supo exactamente de dónde procedía tal espanto y muchos corrieron desorientados con los brazos extendidos hacia el cielo ¡Ave María Purísima¡ ¡Que el Diablo nos agarre confesados¡ decían mientras andaban de un lado a otro afligidos por la inminencia de una nueva catástrofe unida al deficiente servicio de agua, internet y transporte.
Fue percibido como una longitud de onda que se sentía directamente en el estómago, como el estruendo de muchas aguas del que hablan las Sagradas Escrituras.
¡Es el borrón y cuenta nueva! ¡Borrón y cuenta nueva! Comenzó a oírse por todos lados de la tierra marginada y sin un real.
Pasado el primer momento del susto, los zulianos comenzaron a protestar:
– ¡Pero si yo no tengo nevera ya ¡-dijo alguien
– ¡Yo tampoco tengo aires acondicionados¡, se los llevaron los bajones -protestó otro ciudadano.
– ¡Eso viene de Caracas¡ están haciendo experimentos humanos nosotros …
– ¡Con qué salario mínimo vamos a pagar esos 47 dólares¡, si nos estamos muriendo de hambre… ¡eliminen el Instructivo ONAPRE…
¡Que nos paguen los aparatos dañados!
¡Yo no voy a pagar un coño! Gritó alguien desde algún remoto lugar del Estado Zulia… ¡Hasta cuando racionamiento y apagones!
¡Se lo vamos a cobrar en las elecciones!
Así ocurrió aquel infausto día en que una onda sonora, proveniente de Caracas, recorrió la geografía zuliana anunciando una nueva calamidad para sus ciudadanos.