La crisis venezolana es el componente de los desaciertos generados por la clase gobernante, y por aquellos que en disidencia equivocaron su transitar, y abonaron desde sus comodidades, el inflar de la desventura política, económica y social por la que se atraviesa desde décadas. La nostalgia se devela en cada acontecimiento o posibilidad de experimentar cambio en el quehacer de la gerencia pública. Las partes que conforman la crisis se establecen en ausencia de valores; estanflación; hiperinflación; reaparición de enfermedades erradicadas; delincuencia; incremento de la mortalidad, corrupción, emigración, entre otras.
Los acomodos se han afianzado desde lo particular. El incremento de gastos gubernamentales se hace para mantener burocracia estatizada a favor del partido de gobierno. Las recurrentes denuncias del abuso sexual a menores de edad obtienen como respuesta aumentar los años de castigo, sin plantear reflexión sobre el ¿por qué? de esa situación, que reviste características de patología crónica en algunos ciudadanos. No hay sentido de enmienda para asumir que la educación está fallando; la familia está descompuesta; el modo y calidad de vida impuesto con base a la miseria ha desgarrado la estructura de la sociedad, y la permisividad e impunidad se adueñaron de las acciones humanas.
Presencia de grupos armados en algunos Estados y Municipios del país ofreciendo la seguridad a los habitantes que no les dan los órganos de las Fuerzas Armadas, a cambio de aceptar sus condiciones, es la nueva forma de esclavitud a la que deben obedecer las personas de esos lugares. El desfalco al erario público pretende ser tapado con los incrementos en el pago de impuestos por la prestación de servicios públicos de forma alarmante, al igual que lo hacen con la devaluación del bolívar, y el desembolso de salarios irrisorios a los funcionarios. Las empresas se ven agobiadas, y obligadas a cerrar, creciendo el desempleo, abriendo camino a la informalidad, especulación e irrespeto a la normativa legal, y a la autoridad.
El revanchismo es la meta que mueve al que ostenta el poder, y el silencio es el operario para evitar el reclamo. Con la bota, o sin ella, se pisa al ciudadano. Entienden por agradecimiento el servilismo. Diálogo por sumisión. Se enredan en lo administrativo, porque su florete lo dirigen hacia el corazón del contrario, buscando eliminarlo, y al no lograrlo, se llenan de furia e irracionalidad.
Las desviaciones, abusos e incoherencias de la élite del oficialismo, y oposición G4, impulsan a los venezolanos a nadar en agua envuelta por el lodo, arrastrada por la corriente sin cauce, hasta llenar de desesperanza a los ciudadanos, y seguir con su confort actual.
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