El movimiento estudiantil venezolano siempre ha dado la cara por el país. Precisamente, la gallardía demostrada un 21 de noviembre de 1957, frente a la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, motivó a que durante esta fecha celebremos en Venezuela el día del estudiante universitario. De esta manera recordamos a esa juventud irreverente, inconforme, que luchó por buenas causas sin dejarse amilanar por los bravucones que ostentaban el poder.
En aquellos tiempos se anunció un plebiscito que reelegiría a Pérez Jiménez como presidente de la República, originando una masiva huelga en la Universidad Central de Venezuela que se extendió rápidamente a otras instituciones. Esta acción fue apoyada por estudiantes de los liceos Fermín Toro, Juan Vicente González, Andrés Bello, Luis Razetti, Caracas y la Escuela Miguel Antonio Caro. Además, en la Católica Andrés Bello se quemó la fraudulenta Ley Electoral y retratos del dictador. También se reprodujeron comunicados que lograron calentar la calle. Las acciones estudiantiles fueron exitosas, sin embargo, el régimen tomó la UCV, apresó a decenas de estudiantes y cerró otras casas de educación superior. Sin embargo, la valentía de los jóvenes fue uno de los detonantes del 23 de enero de 1958, cuando cayó la dictadura.
Si bien, las actuaciones del pasado son muy distintas a las de ahora, el espíritu de esos muchachos caraqueños que enfrentaron la tiranía se mantiene. Entre 2014 y 2017, cuando es escenificaron masivas protestas en contra del gobierno de Nicolás Maduro, miles de chamos salieron a la calle a exigir cambios radicales en el país, pero en esas manifestaciones se registraron balaceras que acabaron con la vida de muchos estudiantes, algunos de ellos con tiros a quemarropa propinados, de acuerdo con registros audiovisuales, por fuerzas de seguridad del estado. La mayoría de estos crímenes permanecen impunes.
En este sentido, el movimiento estudiantil que hace vida en nuestras casas de educación superior no debe olvidar esas luchas manchadas de sangre. Se hace necesario mantener viva en la memoria de los venezolanos, a los héroes de la década de 1950 y a los que mostraron su desacuerdo con la revolución chavista. Olvidar nos hace cómplices. La desmemoria mutila y facilita que se cometan fechorías y se pisotee la dignidad de quienes perdieron a sus familiares y amigos en una guerra desigual, en la que los rifles no pararon de arrebatar sueños.
A todos nuestros estudiantes universitarios el mayor de los abrazos. Tienen en sus manos una gran responsabilidad con la sociedad venezolana, que espera la sigan acompañando en sus luchas, en sus diálogos, en la proyección de un país en el que se respete verdaderamente la pluralidad de pensamiento y las libertades propias del sistema democrático.