Pese a los cuestionamientos que gravitan sobre su personalidad por su cometido ante la primera magistratura de la República, responsable directo de la crisis sociopolítica venezolana y quizá a manera de huida hacia adelante, Nicolás Maduro y su cohorte, por un costo cercano a unos tres millones de USD, en medio de una crisis socioeconómica que agobia al país que preside, a incoársele un proceso por presuntos crímenes de lesa humanidad, y tal vez como fantasioso delirante engreído, estima que su cacareo, en la búsqueda de su rehabilitación internacional durante el desarrollo de la COP-27 en Sharm El-Sheik, Egipto haya reivindicado el concepto que sobre su desempeño se ha forjado la comunidad mundial, incluida la CPI.
Por su personalidad tan elusiva de no alternarse con mandatarios salvo que sean afectos a su régimen, su presencia resultó extraña. Pero, sin las loas que, como ególatra consumado, esperaría, pese al apretón de manos y sonrisas discretas con Macron y el enviado especial de EEUU, John Kerry.
Su alocución, aunque pre elaborada, falaz y mediocre, la centró, emotivamente, sobre las actividades del capitalismo, la expoliación de la Amazonía, al sesgo de su seudo proyecto ecocida Arco Minero del Orinoco (AMO), sobre la base de un sofisma denominado minería ecológica, albergue de criminalidad organizada y otros males reinantes al sureste del estado Bolívar –minería ilegal- en menoscabo de los derechos humanos, sobre lo cual no hizo referencia alguna, puesto que en semejante pocilga opera un contubernio de intereses oficialistas muy bien definidos y estructurados.
Aun cuando se refirió a la crisis climática, en términos muy generales, obvió los temas sobre desglaciación tropical, derrames petroleros y seguridad agroalimentaria.