En un breve artículo publicado el 19 de noviembre en el suplemento cultural del diario ABC, Juan Ángel Juristo se refería a la reciente edición que Cátedra ha hecho de Percusión, la novela de José Balza, que circuló por primera vez en 1982. Trae un estudio preliminar de Juan Carlos Chirinos. Cuento esto aquí, porque soy testigo de los empeños de Chirinos por difundir la obra de Balza en España, y cómo su insistencia ha fructificado en la incorporación de la novela a la fundamental colección “Letras Hispánicas” de la editorial Cátedra.
Salto ahora a Caracas, a Ciudad Banesco, donde el 23 de noviembre tuvo lugar la presentación de los dos primeros volúmenes de la Obra Completa de Eugenio Montejo, publicados por la Editorial Pre-Textos, en la preciosa colección “Biblioteca de Clásicos Contemporáneos” (cuyo catálogo incluye a William Butler Yeats, Constantino Kavafis, María Zambrano, Fernando Pessoa, José Bergamín, H. A. Murena, entre otros). Días antes, el 6 de noviembre, los dos volúmenes habían sido presentados en la Feria del Libro de la Universidad de Carabobo. La próxima semana serán presentados una vez más, con las intervenciones de Alfredo Chacón y del poeta español Andrés Sánchez Robayna, como parte de la programación de la Feria del Libro del Oeste (UCAB).
Soy testigo de la tozudez de años, no sé cuántos ya, de Antonio López Ortega, quien, tras el fallecimiento de Eugenio Montejo se fijó como propósito -una causa, en su fondo, de carácter personal, como la de Chirinos-, crear la maquinaria necesaria -humana, financiera y editorial-, para hacer posible lo que hoy es una realidad: la obra completa de Montejo en tres volúmenes, dos de los cuales ya están listos (como dije antes), a la espera del tercero, que circulará el año que viene.
López Ortega armó un equipo con Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini. Los méritos de lo logrado por este trío de editores son numerosos. Me detendré solo en uno de ellos, en mi criterio, el más destacado hasta ahora: la recopilación y ordenamiento de ensayos, artículos, viñetas, prólogos y discursos de Eugenio Montejo, piezas que estaban dispersas -algunas de ellas sobreviviendo en publicaciones desaparecidas-, y que han sido recuperadas y puestas en el lugar que les corresponde: a continuación de los dos libros de ensayos, La ventana oblicua y El taller blanco, todo en un mismo volumen. Si me permiten una opinión, diré: la cantidad de materiales recopilados resulta un corpus tan voluminoso, que obligará a los lectores y estudiosos del Montejo ensayista y prosista, volver a pensarlo, redimensionado como un autor de intereses más amplios, flexible en su adaptación a los formatos, como siempre, riguroso y elegante escritor.
Esta edición del PDF, por ejemplo, trae un dossier dedicado a la poeta Yolanda Pantin. Me lo propuso y lo armó la poeta Claudia Noguera, residenciada en Estados Unidos. Antes de eso, Noguera fue parte de otra iniciativa asociada al dossier: junto a otros escritores organizaron una lectura en homenaje a Pantin, en la que participaron autores de distintas partes de América Latina (lo cuenta en el texto incluido aquí).
He traído estos tres casos a la mesa de los lectores -caso Balza, caso Montejo, caso Pantin-, para recordar algo que, de tan obvio, olvidamos siempre: que toda obra, aun cuando su excelencia literaria sea indiscutible, necesita de apoyos externos a ella.
En la sociedad de masas, en tiempos de híper producción -este 2022, la producción de libros en España podría sobrepasar los 80 mil títulos-, en la era mediática, sin editores y editoriales, sin diseñadores y correctores, sin periodistas que elaboren notas de prensa, hagan entrevistas o escriban reseñas; sin comentaristas y críticos y traductores como Adalber Salas, Alberto Hernández, Adolfo Castañón, Kelly Martinez-Grandal o Marcelo Pellegrini; sin apóstoles como Graciela Yáñez Vicentini, que sale en búsqueda de textos dispersos como si se tratasen de criaturas extraviadas; sin lectores disciplinados, prudentes y generosos como Miguel Gomes; sin retratistas como Vasco Szinetar, que persigue a los autores hasta en los baños, y con ello ha construido la columna vertebral de la memoria visual de la literatura venezolana; sin libreros que sean canalizadores de nuestra ansiedad; sin emprendedores culturales como Antonio López Ortega, que no se retrae cuando las cosas no cristalizan en los primeros intentos; o sin poetas-orquesta o poetas-milagrosos como Néstor Mendoza y Geraudí González, que han levantado la editorial El taller blanco, teniendo como punto de partida una cantidad de recursos igual a cero; o sin la generosa y el recurrente hacer de empresas como Banesco o de empresarios como Marlo Ovalles, padre de la Fundación La Poeteca; quiero decir, sin la intervención de todos estos agentes -por supuesto, son numerosísimos otras las personas o las organizaciones que cabría mencionar- el transcurrir de los escritores sería más difícil de lo que ya es; las esperas, todavía más prolongadas; la subsistencia, seguramente más dura; la conversación con los lectores, menos recurrente; la difusión de la obra, más incierta; la construcción de comunidades literarias, menos probable.
Escogí estos casos y estos nombres, porque son los que concurren en esta entrega del PDF.
Sobre Yolanda Pantin escriben Samuel González-Seijas, Legna Rodríguez Iglesias, Blanca Strepponi, Kelly Martínez-Grandal, Blanca Elena Pantin y Verónica Jaffé.
Adolfo Castañón recuerda al poeta mejicano David Huerta, fallecido el 3 de octubre.
A continuación poemas de Reinaldo Pérez Só y Tarek William Saab, ambos publicados por Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Siguen poemas de Yoyiana Ahumada Licea y Marta Jazmín García, publicadas por El Taller Blanco.
En la página 9 viene una breve presentación que hace Kelly Martínez-Grandal del libro Ahorcados de tinta, de María Dayana Fraile, más poemas del libro en cuestión.
Las siguientes tres páginas ofrecen poemas así como los textos de Adalber Salas y Alberto Hernández sobre La mano segadora, antología de la poesía de Luis Pérez Oramas, en la que se incluyeron poemas magníficos que estaban inéditos.
Y así llego a la página 14, que ofrece la lectura que Marcelo Pellegrini hace del caso Montejo, es decir, de los volúmenes I y II de las mencionadas Obras Completas.
Decir gracias. Una y otra vez. No más por hoy.
Nelson Rivera.