Gustavo Franco: Otro perfil de entrenador para un seleccionador nacional

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Ver los entrenadores que son exitosos en el plano de clubes y en el de selecciones es muy revelador. ¿Qué es lo que revela esta comparación? Pues que se requieren perfiles muy distintos para ambos trabajos. Un entrenador de clubes exitoso en estos momentos suele ser sumamente minucioso y atento al detalle, y es capaz de hacer que sus jugadores jueguen de forma coral de acuerdo a su visión. Sus visiones no se negocian, y estos entrenadores deben ser capaz de hacer que los grupos que gestionan se adapten a ellas. Guardiola, Klopp y Bielsa son ejemplos de ello. Por otro lado, un seleccionador nacional parece tener un don para la diplomacia, la resolución de conflictos y de generar armonía en un grupo. Se puede poner en este renglón a José Pékerman y Óscar Washington Tabárez entre los que más visión han demostrado en su manera de manejar selecciones, así como también Joachim Löw y Luiz Felipe Scolari.

En este mundial, se ha visto claramente esta diferencia. Un entrenador que fue tan exitoso a nivel de clubes como Luis Enrique, no fue capaz de trascender de octavos de final ante Marruecos. El entrenador marroquí, Walid Regragui, tenía sólo tres meses en el cargo y sin una destacada trayectoria con clubes fue capaz de eliminar a España.

Lo mismo se puede decir de Hansi Flick, quien llegó al Bayern de Munich a mitad de la temporada 2019/2020 tras malos resultados de su predecesor e hizo ganar a los bávaros un triplete (Copa de Alemania, Liga y Champions League) de forma arrolladora. Pero en el mundial no pasaron de la fase grupos, perdiendo ante una sorprendente selección japonesa en el partido inicial.

Esta tendencia se observa más claramente cuando se ve quienes son los entrenadores en las semifinales de la Copa del Mundo Catar 2022: Zlatko Dalic con Croacia (finalista en la anterior edición del mundial), Walid Regragui con Marruecos, Lionel Scaloni con Argentina y Didier Deschamps con Francia (campeona defensora que llega nuevamente a la final). De los cuatro, Deschamps es el que tiene una trayectoria probada a nivel de clubes, ya que llegó a una final de Champions League con el Mónaco en la temporada 2003-2004, devolvió a la Juventus a la primera división luego del escándalo de arreglo de partidos del equipo turinés, y ganó seis trofeos con el Olympique de Marsella (tres copas de la liga, una liga francesa, y dos supercopas de Francia). Es verdad que Deschamps tiene experiencia ganando títulos, pero no ha hecho que un club domine de forma clara y abrumadora como Luis Enrique o Hansi Flick cuando ganaron tripletes.

Sencillamente, el fútbol de selecciones no es igual que el fútbol de clubes. Si recordamos la pasada Eurocopa, Roberto Mancini hizo que la selección italiana jugara un fútbol que se parecía a lo que intenta Guardiola, Erik Ten Haag o Luis Enrique en sus equipos. Fue sorpresivo porque se trataba de Italia, pero también porque en la trayectoria de Roberto Mancini a nivel de clubes sus equipos nunca jugaron de aquella manera, aunque tampoco es un entrenador eminentemente defensivo. Quizás el contexto de lo que otras selecciones proponían hizo que Italia pareciera que arrasaba la posesión y que estaba jugando un fútbol de ataque basado en la posesión. Curiosamente, el partido más difícil para Italia en esa Eurocopa de tanto éxito fue contra la España de Luis Enrique, quien sí busca tener la posesión de la pelota constantemente. Y, dicho sea de paso, Italia no logró clasificarse a este mundial, aunque también deben ser incluidos varios factores a la hora de analizar ese fracaso y no sólo al entrenador.

¿Por qué ocurre esta diferencia? La hipótesis más aceptada es que en un club los jugadores y personal del cuerpo técnico tienen muchas más sesiones de entrenamientos para practicar y ejecutar algunos conceptos más sofisticados a nivel técnico, táctico y estratégico. En una selección juegan futbolistas que están distintos clubes, y hacer que jueguen de forma coral en muchas menos horas de preparación que las que dispone un club es bastante difícil. También se juegan menos partidos, y la mala fortuna o el talento de un jugador puede ser sumamente decisiva. Esto es particularmente cierto en torneos —como la Copa del Mundo, la Eurocopa o la Copa América— donde la mayor cantidad de partidos que puede jugar una selección son siete, si llega a la final. Los errores se pagan caro.

La táctica, a veces, debe quedar de lado en favor del pragmatismo y el trabajo de otros aspectos más humanos. Se conoce, por ejemplo, que uno de los grandes éxitos de Richard Páez como seleccionador de Venezuela fue el trabajo psicológico que hizo con los jugadores y reforzar la confianza en las propias capacidades. Esto fue lo que permitió a los jugadores creerse capaces de jugar fútbol «bonito», enlazando pases y encarando a los rivales.

Lionel Scaloni ha llegado a la final de una Copa del Mundo tras haber ganado la Copa América 2021. Esto, en la que es su primera experiencia como entrenador de un equipo de mayores. El equipo, lleno de muy buenos jugadores, al parecer sólo necesitaba de alguien que armonizara el vestuario y dotarlo de un esquema simple y efectivo para sacar lo mejor de Messi y que así todo el grupo tenga confianza de que se pueden alcanzar objetivos. Su rival, tiene un perfil similar. Jugadores de un talento enorme, de los mejores del mundo, con un entrenador que pareciera que lo que aporta es calma, armonía y un plan de juego al que los jugadores (de una gran variedad de equipos) pueden adaptarse con facilidad —entendiendo que los jugadores de ataque pueden hacerlos ganar cualquier partido—.

No es que se pueda prescindir de un entrenador y para que todo quede en manos de los jugadores. Si por ello fuera, Brasil no habría sido eliminada por Croacia. E Inglaterra tendría más títulos en su haber. Pero sí que es verdad que el seleccionador nacional debe tener —a lo mejor— un perfil distinto al de un entrenador de un club. Uno que esté más interesado en entender el fútbol desde un punto de vista más macro, no dar demasiadas instrucciones a los jugadores, y que gestione al grupo de jugadores desde un lado más humano.

«La Vinotinto» bien podría beneficiarse de un magnífico entrenador de selecciones como José Pékerman, a quien se le debe empezar a juzgar más en serio a partir del ciclo de clasificación al Mundial 2026. Esta Copa del Mundo con un número de selecciones ampliado (48) dará dos cupos mundialistas adicionales a Sudamérica. Es decir, seis selecciones van directo al mundial y la séptima clasificada irá al repechaje. Opciones hay, si entendemos que el fútbol de selecciones es decididamente distinto al de clubes.

Periodista deportivo. Es editor del portal web Línea de Tres – @GusFrancoH

 

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