Según Nicolás Maduro, la estampida del dólar, que a comienzos de noviembre se cotizaba todavía en el entorno de los cinco bolívares, y que a esta altura sobrepasa el entorno de los 15 bolívares, forma parte de una de las estrategias de la guerra económica, que los factores de la derecha han desatado sobre Venezuela desde Miami. Por supuesto, siempre hay un chivo expiatorio, a quien se le culpa por una errática política económica, que adoptó este régimen, basada en el rentismo petrolero y en los controles de precios y de cambio, mientras se perseguía al empresariado nacional; lo que quebró el aparato productivo; prueba de ello se encuentra en las propias cifras de Conindustria, que hablan de una caída de 12 mil industrias, que existían en el país para 1999, a menos de 2 mil. Empezando por ahí, tomando en cuenta el hecho de que el socialismo de Hugo Chávez se dedicó a eso: a perseguir al empresariado nacional; siendo el caso más patético el de Franklin Brito, aquel productor del estado Bolívar, que murió como consecuencia de una huelga de hambre, a la que se sometió, luego de que su finca fuera invadida por las huestes de un alcalde chavista de uno de esos municipios guayaneses, y a quien le cobró una venganza, por problemas personales; invocándose aquella medida de rescate de tierras.
Hace cuarenta años el bolívar era una de las monedas más fuertes del mundo financiero internacional; incluso, llegó a estar por encima del franco francés; pues cuando arribó François Mitterrand a la presidencia de ese país, se produjo una devaluación, producto de un cierto nerviosismo que cundió en el mundo empresarial del momento; aun cuando este señor había prometido no meterse con la propiedad privada; de modo que así pudo gobernar por un par de períodos. Esto lo digo, porque en ese instante el bolívar se consideraba una moneda exótica; pues mientras al franco lo respaldaba el avanzado parque industrial francés, al bolívar sólo lo respaldaba nuestra industria petrolera; en tanto que el valor del bolívar doblaba el valor del franco; sólo que aquí no se anduvo por el camino de Mitterrand, en cuanto al respeto a la propiedad privada; cuando más bien se anduvo por el de Fidel Castro, y que fue en la trampa, en la que cayó la llamada nobleza criolla; encabezada por un Arturo Uslar Pietri, y quien luego diría, que Chávez era de una ignorancia delirante. Yo recuerdo un titular de El Nuevo País, que decía que uno de los Boulton había realizado una cena, para recabarle fondos a Chávez a 50 mil bolívares por cabeza. Entonces se pensaba que Chávez iba a ser como Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno; que se rodeó de los cerebros más calificados del país; una vez aprendida la lección; que incluía el hecho de que, asimismo, ahora se consideraba, que había sido un error poner de balón, para darle patadas, a su programa de gobierno; pues a la larga había dado resultado, partiendo de las cifras que se manejaban en ese entonces, y donde se reconocía que era verdad lo de la certeza de la aplicación de su programa de gobierno: ¿cuándo nos percatamos de eso? Quizás cuando Rafael Caldera asumió que había que ir por ese camino, y entonces vino a implementar, lo que se conoció como la Agenda Venezuela, a la cabeza de Teodoro Petkoff; momento en el que no dejó de producirse una serie de devaluaciones, sobre todo, porque fueron gobiernos, como decía el viejo Héctor Malavé Mata, que tendían a monetizar el déficit fiscal, y eso a la larga presionaba sobre el tipo de cambio: lo que se dice ahora, si devalúo, obtengo más recursos fiscales, y así puedo cumplir con mis compromisos laborales con entera comodidad, sólo que recursos sin respaldo, y de allí el círculo vicioso, que se forma entre la devaluación y la inflación, pues al haber dinero en el circulante monetario sin respaldo, la moneda pierde poder de compra, lo que desata los precios altos; que trae como consecuencia el que el sector laboral exija un aumento de salarios, y así sucesivamente.
Es decir, aquí vemos que, a pesar de que se le fue el gazapo a Caldera de Chávez de liberarlo, sin esperar a que se le aplicara sentencia firme; que lo dejaba inhabilitado desde el punto de vista político, y por lo cual se le tiene satanizado; al menos, en aquel momento rectificó en su línea antineoliberal, reconoció que había que levantar el famoso control de cambio, y entonces se adoptó la política de flotación de la moneda en unas bandas, entre un precio por arriba y un precio por abajo, con intervenciones repentinas del BCV en el mercado cambiario; lo que frenó esa serie de devaluaciones, que habían arrancado desde la época de Luis Herrera Campins, y que habían dado lugar a que de 4,30 bolívares, que costaba un dólar, para el momento en que éste asume la presidencia, Caldera le entregará a Chávez un dólar por encima de los 600 bolívares. Ojo, no hay que pasar por alto que el bolívar ha perdido 14 ceros; producto, precisamente, de las continúas devaluaciones.
El hecho es que esta gente, al parecer, juegan a la devaluación de un modo perverso; pues prefieren que el país se muera de hambre por su codicia; si se parte del hecho, de que las pocas divisas, que obtienen, quizás, por la vía del mercado de la criptomoneda, no lo colocan en el sistema bancario; como lo venían haciendo a lo largo de 2022, y que les permitió mantener el dólar en el entorno de los cinco bolívares, sino que ahora lo hacen en el mercado negro; mientras el BCV lo avala; si se toma en cuenta el hecho de que éste ha venido rodando el valor del dólar oficial, conforme ha venido subiendo el precio del paralelo; hasta observarse que para el día de hoy 15 de diciembre a los empleados públicos, así como a los jubilados les acaban de depositar el 25% de los aguinaldos, que faltaba, a la tasa del dólar actual, que duplica la del mes de noviembre, cuando se comenzaron a cancelar. Eso significa, según las cuentas, que se han sacado, y que se detallan por las redes sociales, que se ha licuado el 25% de dicho beneficio laboral: pobres tradiciones navideñas.