Escuchando las recientes e inoportunas declaraciones de algunos, “dirigentes opositores” vino a mi memoria como, verdugo a sueldo un pasaje que está en (Virgilio, Eneida, II, 354). Una salus victis, nullam sperare salutem: La única salvación para los vencidos es no esperar ninguna salvación. Pero igualmente recordé a Foucault, cuando se refiere al fascismo como el gran enemigo, el adversario estratégico… y no solamente al fascismo histórico que fue capaz de movilizar y utilizar tan efectivamente el deseo de las masas, sino el fascismo que mora en todos nosotros, en nuestra mente y en nuestra conducta cotidiana, el fascismo que nos hace adorar el poder, y desear lo mismo que a nos domina y nos explota. En estos últimos años con los angustiosos eventos ocurridos, ha quedado desenmascarado con rotundidad que el liderazgo de quienes detentan el gobierno, como quienes los adversan como clásica oposición, hay una impermeabilidad para manifestaciones transcendentes, me asaltan invencibles dudas sobre el rol de esos rabulescos cuadros que avanzan detrás de la orientación “temática” de los nuevos comentaristas de sospechas, cuando escuchas algún vocero del gobierno, o los desteñidos “jefes de los viejos partidos” cómo el incontable nro de los (autoyamados nuevos), percibes en sus narraciones trufadas de anécdotas, que procuran saber más de lo que realmente están al tanto, viven de ahorros intelectuales, les falta espíritu agonal. Todavía nos quedan en el país retazos de “capitanes negreros”. El grueso de los adversarios del régimen en el trance agónico que atraviesan como culminación de sus propios despropósitos, y el acento dramático de las contradicciones gravosas de un Presidente que con esta crisis a cuesta no da pie con bola, pero los constrictores se muestran presas de un tactismo alicorto, se exhiben a los ojos del país, estruendosamente conservadores, hijastros del viejo orden. Estamos frente a la estafa de una revolución “socialista bolivariana” que no es tal, pero el grueso del país no tolerará una interrupción social.
El tiempo pasa y el segundero avanza decapitando esperanzas
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