Simón García: Balance y perspectiva

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Dos palabras que presidieron durante años las decisiones militantes. El análisis de los comportamientos del pasado, constituía el punto de partida para mejorar el desempeño y proponer nuevos horizontes.

En la actualidad el balance, análisis racional de lo positivo y lo negativo, desapareció. Ahora se ignoran las pérdidas y se les atribuyen a los adversarios del propio campo. Así, presenciamos a una oposición bajo una lluvia de ataques provenientes de ella misma. Una dinámica interminablemente, variando el nombre de la persona o partido a destruir, que tiene harta a la gente.

En este caso le tocó a Guaidó. Símbolo de una estrategia que anuló el bastión legislativo conquistado el 2015; abandonó la vía electoral e intentó desarrollar la caída de Maduro mediante un acto de violencia. Pero el ex presidente interino y testimonial es el emblema de una alianza que debe asumir el giro de su política.

Los ciudadanos tienen derecho a conocer la trama del declive. La ausencia de análisis da rienda suelta a polarizar las emociones y atrincherarse en base a solidaridades automáticas y sacos de desinformaciones. Esto puede convenirle a las fuerzas autoritarias, de cambio o conservación del régimen, no a una lucha que debe ser democrática.

Según las evidencias la estrategia del poder dual se agotó. La decisión de ponerle fin adoptada por AD, UNT y PJ es acertada dentro del propósito de volver a la ruta electoral. Pero hay que modificar también el fondo bélico que rodeó la apuesta de tumbar a Maduro. Los opositores deben dejar de inventar enemigos entre sí mismos.

Si se le teme a la verdad, se sofoca el debate. Pero ambas gritan desde el abismo que más allá de las claras omisiones del liderazgo, vivimos el fracaso de un modo de hacer política basado en formatos de purezas artificiales, exclusiones ideológicas, satanización de opiniones y sueños de hegemonía imposibles de concretar con una oposición cuya pérdida de credibilidad ante el país la conduce a fraccionarse y nutrirse del conflicto interno.

Nuevas generaciones tomaron el relevo sin balancear la tradición que heredaban ni determinar los cambios para superarla. Perdieron perspectivas porque tuvieron mucho pragmatismo y escaso arraigo de país. Sus atajos incubaron la sospecha que, para gobernar, bajo la tormenta que nos destruye, no hay que confiar en candidatos con menos de 50 años. Una precaución conservadora.

Enfrentar al régimen exige un liderazgo con nobleza de espíritu; con trayectoria gerencial, pública o privada; con solidez ética; capaz de escuchar para decidir y de inspirar en los venezolanos de todas las parcelas la voluntad común de contribuir a cambiar las instituciones con estabilidad, recomponer selectivamente una economía competitiva, recuperar la democracia y conseguir bienestar como un ascenso social de todos a partir de los más débiles y necesitados.

Personas con estos atributos existen en los partidos y fuera de ellos. Pero la cuesta es muy empinada para las figuras partidistas. El desafío de la Comisión de primarias es lograr participación y transparencia en la selección de la figura que represente a ese sector opositor. Y la de los partidos que la designaron considerar que el método puede arrojar un candidato que no atraiga al electorado.

Todos tenemos la obligación de dar nuestro aporte para convivir y vivir mejor. Hoy ese logro implica vencer al régimen electoralmente, en una amplia alianza electoral, incluso con personas y sectores cuya presencia nos incomode.

Analista político. Cofundador del MAS – @garciasim

 

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