1.850 millones de dólares, que incluyen el denominado “sistema de defensa antiaérea” Patriot, municiones, artillería para “otros sistemas defensivos”, vehículos, armas y granadas. Se trata del contingente de “ayuda militar” anunciado –recientemente- por el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, con destino a Ucrania (21 diciembre, Agencia Efe). En apoyo del ejército ucraniano, Francia se ha comprometido también a enviar tanques de combate “ligeros” y Alemania, carros blindados “Marder” (5 enero, Agencia DW).
Entrevista a la periodista Laura Escartí, autora del Anàlisi del Tractament mediàtic del conflicte d’Ucraïna i de l’acollida de refugiades (CEAR-Unió de Periodistes Valencians)
Precisamente la “normalización” e incremento de la retórica belicista es una de las conclusiones del Informe Anàlisi del Tractament mediàtic del conflicte d’Ucraïna i de l’acollida de refugiades; la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR)-País Valenciano y la Unió de Periodistes Valencians presentaron el documento –el 12 de diciembre- en en el Col·legi Major Rector Peset de la Universitat de València. Su autora, la periodista Laura Escartí, responde a la siguiente entrevista por correo electrónico.
-El Ministerio del Interior informó el 29 de diciembre de que el Estado español ha tramitado y concedido 160.756 protecciones temporales a refugiados ucranianos desde el inicio del conflicto (marzo 2022); el País Valenciano encabeza la ratio de concesiones, con 42.739. ¿Qué te sugiere esta cifra en relación con el Informe?
Es evidente que con voluntad política se ha podido acoger a un gran número de personas que huían de la guerra en Ucrania sin que supusiera un problema para las administraciones. Sin embargo, los medios plantean un discurso alarmista cuando un grupo de personas intenta acceder a España a través de la valla de Melilla, Ceuta, o en embarcaciones por el Mediterráneo o la ruta canaria. En estos casos, el número de personas es mucho menor. Por ejemplo, en la tragedia de Melilla del pasado 24 de junio alrededor de unas 2.000 personas trataron de cruzar la valla, de las cuales solo 133 pudieron lograrlo.
Si echamos la vista unos años atrás, hacia 2015 y la mal llamada “crisis de refugiados” que huían principalmente de Siria, Afganistán e Irak, fueron alrededor de 1 millón de personas las que llegaron a Europa. Países como los de Visegrado se negaron a acoger refugiados y la política migratoria europea se enfocó en tratar de parar ese flujo migratorio hacia su territorio. Con el caso de Ucrania, actualmente hay casi 8 millones de refugiados por toda Europa, y no ha supuesto ninguna crisis para la Unión.
De hecho, no ha sido necesario establecer cuotas de reparto porque han podido moverse libremente y todos los estados se han mostrado solidarios. Así, se han puesto de manifiesto las políticas racistas de la UE (y también de España), que parecen dar más valor a las vidas blancas, mientras en la frontera sur siguen muriendo y desapareciendo personas negras que, al igual que las ucranianas, también buscaban refugio.
-El sociólogo Pierre Rimbert y el director de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, escribieron en este periódico (septiembre 2022): “El presidente ucraniano Volodímir Zelenski es el redactor jefe de la mayoría de los medios de comunicación occidentales. Sus vídeos diarios marcan la pauta, sus temas y anatemas los reproducen en las horas siguientes desde The New York Times a Le Monde (…)”. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
No sé si es tanto el presidente ucraniano como todo el aparato mediático que se ha formado alrededor de este conflicto en concreto. Se trata de una guerra a las puertas de Europa y, como tal, toda la atención mediática se ha centrado en Ucrania. Pero no solo eso, sino que se ha puesto en marcha la maquinaria de la propaganda, que condiciona unilateralmente la visión de la ciudadanía. Es decir, se ha instalado la retórica de que unos son los buenos y los otros los malos. Zelenski se ha convertido, de la noche a la mañana, en un supuesto héroe de la resistencia ucraniana y, por otro lado, Putin ha sido dibujado como el peor de los diablos.
Y la realidad es que, tal como denunciaba Amnistía Internacional ya en 2014, ambas partes han cometido crímenes de guerra. Pero así funciona la propaganda, no solo se lucha con armas sino también con la información. Y aquí no solo se trata de defender Ucrania, sino de recuperar la hegemonía que las potencias de la OTAN estaban perdiendo.
-“La guerra en Ucrania es el asunto que acapara la atención mundial. Toda la agenda internacional parece reducirse a un solo tema, sobre el que se concentran los debates, los análisis y las respuestas (…)”, según el informe anual del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras (MSF). ¿Qué ejemplos destacarías de conflictos silenciados por los grandes medios?
Creo que dos de los ejemplos más destacados han sido Afganistán y el Sáhara Occidental. En el primer caso, el bombardeo mediático sobre Ucrania ha jugado a favor de los talibanes, que han podido seguir endureciendo sus políticas extremistas mientras la comunidad internacional tenía la vista puesta en otro lado. En el segundo caso, hay una guerra declarada por el Frente Polisario a Marruecos, pero nadie habla de ello. Marruecos no reconocerá que existe una guerra porque sería poner el foco mediático en un conflicto que pretende socavar, igual que a los saharauis.
-¿Ha contribuido el conflicto de Ucrania a la difusión de bulos y noticias falsas respecto a las personas refugiadas y la migración? ¿Puede citarse algún ejemplo de su criminalización desmentido por los hechos?
Sí que se han dado noticias falsas, como por ejemplo aquella en que se atribuía el incendio de Zamora de este verano a unos supuestos refugiados ucranianos que estaban quemando la bandera rusa. Pero, en mi opinión, creo que este tipo de informaciones no han calado entre la población porque desde los medios el mensaje que se transmitía sobre estas personas era positivo, favorecía la empatía y la acogida. No así hacia otras personas migrantes procedentes de Oriente Medio y África, cuyos bulos sí alimentan ese discurso de odio promovido por la extrema derecha y difundido por los medios.
-¿Has observado -en tu investigación sobre la guerra de Ucrania- un blanqueo de la extrema derecha? ¿Qué grupos ultraderechistas y prácticas se han silenciado?
Sí, se ha dado voz en medios de comunicación a miembros de grupos paramilitares neonazis como el batallón Azov, que ahora está integrado en la Guardia Nacional de Ucrania y se encuentra combatiendo junto al ejército. Es decir, parece que el mensaje que hay detrás de todo esto es que no importa que seas un neonazi mientras luches contra Putin. De hecho, hay periodistas especializados en la materia que afirman que Ucrania se ha convertido en lugar de peregrinación para la extrema derecha. Por otro lado, ambas partes del conflicto se han acusado mutuamente de nazismo, pero creo que es importante señalar que ninguna está abanderando una causa antifascista.
-Por último, te refieres en las conclusiones del Informe a una “normalización” de la retórica belicista; ¿quiénes la han promovido?
Es un discurso que se ha promovido desde los espacios de poder, desde los estados y sus responsables. Tenemos como ejemplo las declaraciones de Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, en las que decía abiertamente que había que conquistar las mentes. Toda esta propaganda y los discursos belicistas han hecho que el grueso de la población acepte (y vea como necesario) ese aumento del presupuesto en defensa y el envío de armamento a Ucrania. Con el peligro que ello conlleva.