El pasado 15 de enero se celebró el “Día Del Maestro” y la sociedad en su conjunto se desató en elogios y felicitaciones por su importante y maravillosa labor, pero cuando los docentes, los trabajadores de la educación elevaron su altavoz de protestas y comenzaron a exigir justas reivindicaciones, se convirtieron en los grandes enemigos del gobierno socialista de Venezuela y a partir de allí, desde todas las instancias del estado se generaron alertas de seguridad nacional, de emergencia policial contra ellos y se ordenó a los cancerberos del régimen, a los perros de la guerra, a los colectivos paramilitares que ejercieran a nivel nacional su labor de violencia, de generación del miedo y terror contra ellos.
¿Cómo llegamos a esto? Al caer la dictadura del Gral. Marcos Pérez Jiménez un 23 de enero del año 1958 e instaurarse la democracia, la lucha política e ideológica abarcó todos los escenarios posibles y mientras la sociedad venezolana en su conjunto aprobaba con su participación electoral, su apoyo al naciente modelo democrático, en las instituciones educativas se desataba una fuerte corriente adversa al modelo democrático puntofijista, en las elecciones del año 1973, los partidos democráticos mayoritarios: Ad y Copei, concentraron el 94% de la mayoritaria participación electoral y para la izquierda sólo quedó el 6% histórico, pero a pesar de tan menguados resultados electorales, los sectores opositores de izquierda ejercieron una colonización cultural e ideológica del claustro universitario, del ambiente educativo, de las universidades públicas, incluso privadas y en general del movimiento estudiantil, en consecuencia se convirtieron en la piedra en el zapato del modelo democrático vigente en los primeros 40 años de vida republicana en Venezuela.
Al evidenciarse los síntomas de agotamiento y quiebre del modelo rentista, en la década de los 70, 80 y 90 del pasado siglo XX, de las profundas debilidades del mega estado centralista vigente para ese momento, la nacionalización de las principales industrias extractivas del país lo habían convertido en un mega- rico- macro -estado, entonces las desviaciones propias de un modelo basados en: el clientelismo, la corrupción y el amiguismo, “empresarios prósperos, dueños de empresas quebradas”, las grandes fisuras comenzaron a aparecer: el viernes negro, las grandes crisis financieras y bancarias, el caracazo, los golpes de estado, el incremento de la pobreza, la extrema desigualdad, darían al traste a un modelo que fue incapaz de renovarse, de transformarse en instrumento útil, en una institucionalidad eficaz y generadora de bienestar y desarrollo para todos los venezolanos, en ese contexto las universidades, las instituciones educativas, profundizaron la actividad cultural, de investigación, intelectuales, de critica certera, evidenciaron que el príncipe (el estado, el modelo rentista) estaba desnudo y ayudaron a la derrota electoral de la IV república.
Tal vez está sea la principal razón del plan avieso y mezquino contra las universidades públicas y en general contra el sector educativo nacional, nacidos de las universidades que vencen las sombras, inmunes al debate ideológico, curtidos en los dogmas y plenos de verdades de fe, asaltaron el cielo y arribaron al poder en el año 1998, hoy 24 años después, los magros resultados, en su ya muy larga gestión, parecen indicar el fin de un ciclo en Venezuela. No fue, gracias a los profundos debates en el seno de los claustros universitarios y de los sectores estudiantiles que, la V república evidenció su tendencia al vacío, al contrario, en dichos centros de educación, la densidad de las ideas tiende a cero, la abulia, la anomia carcomieron las fuentes del saber y paradójicamente, ya sin enemigos, el estado socialista se derrumba por su propio peso (pies de barro) e inutilidad.
Hoy América Latina deriva de nuevo hacia la izquierda, el calado popular de sus planteamientos lo hace victoriosos electoralmente, la derecha retrocede a gran velocidad en la región y Venezuela que, debería ser el gran faro, el epicentro de referencia, para la construcción, diseño de nuevos modelos de desarrollo, prosperidad, equidad, es paradójicamente todo lo contrario, es la mayor manifestación del fracaso de una gestión gubernamental en la región.
La casa que vence las sombras, se caía a pedazos, la carcomía la desidia y el abandono, le ocurrió como a los grandes aristócratas empobrecidos brutalmente por el cambio del régimen, donde el orgullo, la miopía histórica los hacía clamar en un auditorio de sordos. El victorioso César acudió a salvar la institucionalidad de la IV república y remendó sus paredes y al igual cómo ocurre con el Metro de Caracas, intenta revertir inútilmente 40 años de abandono. El modelo de país de la cuarta república sólo era posible sostenerlo con ingentes cantidades de divisas y al acabarse estas dio paso a la quinta república.
La cuarta tardó 40 años es disolverse en sus propias contradicciones y errores, a la quinta, parecieran haberle bastado 24 años para demostrar la inutilidad y el fracaso de su modelo de socialismo, destruyeron la capacidad productiva del país, le quitaron 14 ceros a la moneda, sometieron al país al peor ciclo de inflación e hiperinflación en toda su historia. Hoy les paga a los maestros, a todos los trabajadores de la educación, los sueldos y salarios más bajos del continente, incluso menor que los países más pobres de la región: Haití y Cuba, presentan, dentro de su mengua, mejores ingresos.
Acabaron con todas las conquistas sociales, aplicaron el plan de ajustes más regresivo del continente, multiplicaron la pobreza, amplifican exponencialmente la desigualdad y ya saben que la chispa de la educación, de la razón, de la inteligencia, de la crítica y el análisis son sus peores enemigos, por qué pueden desatar la hoguera de sus vanidades, el fin de sus mentiras, por eso desata la furia de su jauría, ordena a los sectores lumpen proletarios, en su jerga caduca, a los resentidos con la orden de asesinar la inteligencia, silenciar las ideas, de abolir la educación crítica, de aniquilar cualquier vestigio de libertad, de preservar el cadáver insepulto en que devino la revolución socialista en Venezuela.
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