Situado a 500 km de las costas australianas, Timor Oriental accedió a la independencia en mayo de 2002, después de varias décadas de lucha por su liberación.
En 2003, cuando lo visité, invitado por las autoridades timorenses, el país contaba con un poco más de 800.000 habitantes; en 2021, ya contaba con 1,3 millones, de los cuales más del 60 % eran menores de 16 años. En 2003, dos de cada cinco timorenses vivía con menos de 0,55 USD por día. Las tres cuartas partes de la población no tenía acceso a la electricidad y la mitad no tenía agua potable. En 2021, 19 años después de la independencia, la situación realmente no mejoró: 46 % de los niños y niñas de menos de 5 años tenía problemas de malnutrición, el 50 % de la población vivía sin un servicio de saneamiento de aguas residuales. [1]
El 46 % de los niños y niñas de menos de 5 años tiene problemas de malnutrición, el 50 % de la población vive sin un servicio de saneamiento de aguas residuales
Colonia portuguesa hasta 1975, Timor Oriental fue anexado por Indonesia durante la dictadura de Suharto (véase recuadro sobre la invasión de Timor Oriental). La lucha por su liberación tuvo momentos muy duros en los años 1970, al final del régimen portugués, y en 1998-1999, después del derrocamiento de Suharto por el pueblo indonesio. Señalemos que la Revolución de los claveles de 1974, en Portugal, propició la independencia de las colonias portuguesas: Guinea-Bissau, Cabo Verde, Angola y Mozambique.
El principal movimiento de liberación timorense, el FRETILIN, que recurrió a la lucha armada durante cerca de treinta años, disponía en 2002 de una cómoda mayoría en el parlamento. El presidente de la República Xanana Gusmão era una figura histórica de ese movimiento. La lucha por la liberación, después de la caída de Suharto, costó la vida a más de 100.000 timorenses. A partir de 1999, luego de un referéndum durante el cual la población timorense eligió la independencia por una mayoría aplastante, el país fue puesto bajo la administración de la ONU.
Indonesia invadió en diciembre de 1975 a Timor Oriental con la complicidad de los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Australia
En 2005, treinta años después de la invasión de Timor por Indonesia, algunos archivos de Estados Unidos se hicieron públicos. En ellos se establecía sin discusión posible lo que se pensaba desde hacía tiempo: Indonesia invadió Timor Oriental, en diciembre de 1975, con la complicidad de los gobiernos estadounidense, británico y australiano. Timor sufriría veinticuatro años de ocupación ilegal y de violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Según dichos documentos, el Departamento de Estado desde marzo de 1975, dirigido en ese entonces por Henry Kissinger, advertido de los preparativos indonesios, había estimado que Estados Unidos «tiene intereses considerables en Indonesia pero ninguno en Timor». Puesto al corriente de las operaciones especiales previas a la invasión, el propio Kissinger espetó a sus colaboradores: «¿Puedo suponer que realmente vais a cerrar la boca sobre este tema?» Lo que temía era que el Congreso decretara un embargo de los cargamentos de armas para Indonesia, aliada de Washington en la guerra fría. [2]
Se entiende así por qué, en ese momento, el Banco Mundial no hizo ninguna mención, ni emitió ninguna crítica sobre la invasión y la anexión de Timor Oriental. La sumisión a los intereses de Estados Unidos y sus aliados, el Reino Unido y Australia, y la complicidad con las dictaduras, son constantes en el comportamiento del Banco.
Sin embargo, desde el comienzo de la invasión, la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó, el 12 de diciembre de 1975, la acción de las fuerzas armadas indonesias y exigió «“el cese de la violación de la integridad territorial del Timor portugués (…) y debe permitir al pueblo del territorio ejercer libremente su derecho a la autodeterminación y a la independencia.” (A/Res. 3485 (XXX) del 12 de diciembre de 1975). Eso será recordado en 1995 por el Tribunal Internacional de Justicia en su sentencia del 20 de junio de 1995 relativa a esa situación (TIJ, Caso relativo a Timor Oriental (Portugal contra Australia) fallo del 30 de junio de 1995 (dipublico.org)
El país tenía una economía muy pobre, poco diversificada, sin industrias. La actividad principal estaba constituida por la agricultura (más de 75 % de la población era rural). Aparte del café destinado a la exportación, lo esencial de la producción agrícola satisfacía la demanda interior, lo que, por supuesto, constituía una ventaja. El reto de cualquier política económica dirigida hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de la población consistía en tener en cuenta la realidad de esa agricultura local. Sin embargo, el petróleo y el gas se convirtieron, después de la independencia, en el motor de la economía de Timor Oriental. En alta mar, donde las aguas territoriales australianas y timorenses se unen, se encuentran importantes reservas de petróleo y de gas. Unos poderosos intereses financieros y económicos australianos consiguieron hacerse con una gran parte del pastel petrolero en la época de la dictadura de Suharto. Cuando Timor fue independiente y quiso renegociar los acuerdos para obtener la parte que le correspondía por derecho, Australia se negó. Las autoridades timorenses pensaron en hacer una apelación ante la Tribunal Internacional de Justicia pero finalmente renunciaron por temor a las represalias económicas australianas.
En 2020, los ingresos por los hidrocarburos representaban el 76 % de la recaudación del Estado y el 99 % de la recaudación en divisas
Finalmente, se firmó un acuerdo con Australia y las autoridades timorenses concedieron a la empresa estadounidense ConocoPhilipps la explotación del principal campo petrolero marítimo. El país se volvió totalmente dependiente de la renta petrolera. En 2020, los ingresos por los hidrocarburos representaban el 76 % de la recaudación del Estado y el 99 % de la recaudación en divisas. [3] Y eso es un nivel de dependencia extrema.
Un gobierno que al comienzo, en 2003, no quería endeudar al país
Era una muy buena noticia, el nuevo Estado nacía sin deudas y el gobierno, al principio, tomó la sabia decisión de rechazar el endeudamiento. En esas circunstancias fui invitado a un encuentro con las autoridades del país. Cuando llegué a Timor Oriental en marzo de 2003, el gobierno solamente aceptaba donaciones de la comunidad internacional. El Banco Mundial se sentía frustrado ya que había desembarcado en el país con un plan de endeudamiento. Así que el Banco tuvo que adoptar una nueva estrategia para conseguir convencer a las autoridades que debían aplicar el Consenso de Washington. También logró imponerse como institución que coordinaba la mayor parte de las donaciones provenientes de la comunidad internacional. Pero el Banco Mundial se quedaba con el 2 % de cada una de esas donaciones. Era un verdadero escándalo. Se aprovechaba de su función de intermediario para obtener de las autoridades timorenses la aceptación de la aplicación de una política neoliberal: abandono de aranceles (en detrimento de la agricultura local, especialmente en la producción de arroz), imposición de una política de recuperación de costes (derechos de inscripción elevados en la enseñanza superior y universitaria, atención médica paga), privatización de la gestión del sector eléctrico e instalación de contadores eléctricos con prepago…
El Banco Mundial retenía un 2 % sobre cada donación. Realmente un escándalo.
Y hay que agregar otro fenómeno muy grave: solamente una parte minoritaria de cada donación (entre el 10 y el 20 %) alcanzaba realmente la economía local. Efectivamente, el Banco Mundial logró que la mayor parte fuera gastada en el exterior de Timor, ya sea bajo la forma de remuneración de expertos y expertas extranjeros/as, ya sea en la compra de bienes y de servicios en los mercados internacionales.
De esa manera, el Banco Mundial impuso la contratación de consultores y consultoras internacionales (algunos y algunas provienen directamente del Banco Mundial) cuyos honorarios representaban entre un 15 a un 30 % de las donaciones. La desigualdad de las remuneraciones es particularmente chocante. Un experto internacional recibía cómo mínimo una remuneración de 500 USD por día (a lo que hay que agregar que todos los gastos le eran pagados), o sea, al menos cien veces lo que un/a trabajador/a ganaba: de media de 3 a 5 USD por día. La representante del Banco Mundial, a quien encontré en su despacho en Dili, la capital de Timor Oriental, ganaba alrededor de 15.000 USD por mes. Y su colega del FMI, que ganaba lo mismo, se oponía activamente a la aprobación por parte del parlamento de una ley que fijara un salario mínimo legal. Ese «personaje» no dudó en decir que un salario de 3 a 5 USD por día era ya demasiado alto. Hay que aclarar que desde 2002, después de la independencia, se utiliza como moneda nacional el dólar estadounidense.
Se puede seguir dando ejemplos del nivel escandaloso de las remuneraciones de los y las consultores/as exteriores. Estos son tres ejemplos sacados del diario australiano The Australian–Sidney: «Inés Almeida es consultora, especialista en medios de comunicación del ministerio de Finanzas de Timor Oriental. En 2009, habrá ganado mucho más que el Primer ministro Xanana Gusmão, cuyo salario mensual es de 1000 USD (780 euros en 2009), completado con una dieta de 500 USD. A la Sra. Almeida, quien posee la doble nacionalidad australiana y timorense, se le paga en USD, provenientes de los fondos del Banco Mundial y de diversos países donantes. Para el ejercicio 2008-2009, su salario inicial se elevaba a 182.400 US (142.000 euros en 2009), a los cuales se agregaban 41.365 USD (32.000 euros) para gastos de desplazamiento y el subsidio de vivienda, lo que hace un total de 219.765 USD (174.000 euros).» [4]
“Graham Daniel es australiano. Tiene un contrato de doce meses como asesor “senior” en gestión también en el ministerio de Finanzas. Sus 180 días de trabajo en 2008 y 2009 le serán retribuidos con 236.160 USD (184.000 euros), a los cuales se agregará un sobre con 60.361 USD (47.000 euros) para cubrir gastos diversos e imprevistos, lo que le hace un total de 296.521 USD (231.000 euros). Cuando se le pregunta si los timorenses, al descubrir esa situación, no se indignarán, responde: “En principio, no hay ninguna razón para que lo sepan. Y no soy la persona mejor pagada, aquí. Es, más o menos, lo que he ganado en otros países. Ciertamente, tengo un buen contrato, pero los hay mejores”. El estadounidense Francis Ssekandi es otro asesor «senior» del ministerio de Finanzas. Su remuneración para 2008-2009, con gastos de desplazamiento incluidos, se eleva a 424.427 USD (331.000 euros) por 22 días de trabajo.”
Hay que señalar que Francis M. Ssekandi era en esa época Juez del Tribunal administrativo del Banco Mundial, y que ocupó ese puesto de 2007 a 2013. [5]
El mismo artículo del Australian–Sidney prosigue dando la palabra a la ministra de Finanzas: “A mí me pagan 700 dólares (546 euros) por mes, confía, Emilia Pires, la Ministra de Finanzas. “Creo que lo que se le paga a los consultores es desmesurado… Algunos de mis asesores estuvieron trabajando en Afganistán y en Iraq; la competencia es dura para hacerles venir aquí. Es una situación que se me escapa totalmente, debemos someternos a las condiciones del mercado. El trabajo de reconstrucción de un país que sale de una guerra es complejo. Los timorenses no tienen capacidad para hacerlo, no recibieron la formación necesaria. Necesitamos hombres experimentados”, reconoció la ministra. ¿La población puede comprender que se paguen salarios como esos? Arsenio Bano, diputado y vicepresidente de Fretilin, cree que no: «Un buen número de habitantes viven incluso con menos de 1 USD diario, señala. El país es muy pobre y los consultores cobran demasiado. Ese dinero proviene de los contribuyentes y de los asociados a los proyectos de desarrollo. Su objetivo no fue jamás permitir que un individuo pueda ganar 200.000 USD, sino de venir en ayuda de varios millones de personas”, afirmó.
El diario australiano interrogó sobre ese tema a Nigel Roberts, director del Banco Mundial para Timor Oriental, Nueva Guinea y las islas del Pacífico, quien respondió: «Es el precio que se tiene que pagar para atraer a los mejores. El país no tendría interés a contratar a expertos baratos. En un mundo ideal, ese tipo de misión debería ser voluntaria (ad honorem), pero, desgraciadamente, ningún mercado de trabajo, en ninguna parte del mundo, funciona con ese principio, y la gente no está preparada a malvender sus competencias».
El diario australiano agrega que en marzo de 2009, el presidente José Ramos-Horta recordó que “desde la independencia, cerca de 3.000 millones de USD fueron gastados por Timor, pero no en Timor”. Es lo que expliqué anteriormente, al indicar que el Banco Mundial había presionado a las autoridades timorenses para que aceptaran que las donaciones a Timor fueran principalmente gastadas en la compra de servicios y bienes en el extranjero. Cerca de veinte años después de la independencia, el balance es totalmente negativo. Los consejos dados por el Banco Mundial y los y las expertos/as que recomendó consiguieron el desarrollo del subdesarrollo en Timor Oriental.
Durante las conferencias que di en 2003, había comparado la actitud del Banco Mundial con la de Cristóbal Colón y otros conquistadores quienes, para establecerse en un territorio comenzaban haciendo regalos, como vidrios de colores y espejitos, para luego librarse al pillaje. La primera vez que hice esa comparación, pensé que levantaría protestas por parte del auditorio. Pero no pasó nada. En Timor, muchas personas sinceramente comprometidas en la reconstrucción del país estaban muy preocupadas por la influencia que había logrado el Banco Mundial. Tenían la impresión que el propio gobierno comenzaba a dejarse influir por el credo neoliberal y se preguntaban cómo corregir el rumbo. En los años siguientes, la lógica del Banco mundial predominó y el país fue sometido a la dependencia total con respecto a la explotación de combustibles fósiles que se exportan sin ninguna transformación.
Fijaos que con datos relativamente cercanos, de 2019, la deuda pública de Timor Oriental era de 223,56 millones de USD, lo que correspondía a solo el 9,43 % de su PIB. Evidentemente está entre los países menos endeudados, 164,8 USD de deuda por persona, pero también debido a las políticas neoliberales aplicadas entre los más pobres. En 2021, su PIB per capita era de 1331,64 USD. (Expansión. Datosmacro.com)
Consecuencias: Se continúan creando muy pocos empleos cualificados y el país debe importar combustibles ya que no dispone de ninguna refinería. Sin contar que las reservas se agotan rápidamente y que, a pesar de su deuda limitada, ésta continúa creciendo. Y todo eso sin el menor beneficio para la mayoría de la población, de la que el 35 % son analfabetos. [6]
Notas:
[1] Direction générale du Trésor de la France, Situation économique – TIMOR ORIENTAL, publicado el 4 de marzo de 2021, https://www.tresor.economie.gouv.fr/Pays/TL/situation-economique, consultado el 15 de enero de 2023. Ver en esp.: https://datosmacro.expansion.com/paises/timor-oriental/
[2] Jacques Amalric, « ONU, une réforme menacée » Diario Libération, París, 26 de enero de 2006, https://www.liberation.fr/tribune/2006/01/26/onu-une-reforme-menacee_27735/
[3] Misma fuente que la nota 1
[4] Shalmali Guttal, Focus on the Global South, Apoyemos a Timor Oriental, 18 de junio de 2006 en https://focusweb.org/apoyemos-a-timor-oriental/ ; The Australian – Sydney, «Timor Oriental. Un paradis pour les consultants», publié le 3 septembre 2009, repris par Courrier International,https://www.courrierinternational.com/article/2009/05/20/un-paradis-pour-les-consultants.
[5] World Bank Administrative Tribunal, «Appointment of New Tribunal Judges», Tribunal Administrativo: Nombramiento de nuevos magistrados del tribunal.
[6] Dirección general del Tesoro de Francia, Situación económica- Timor Oriental, publicado el 4 de marzo de 2021,
https://www.tresor.economie.gouv.fr/Pays/TL/situation-economique.
Doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.
Traducido por Griselda Piñero