Laureano Márquez: Maestro

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A todos los maestros que me ayudaron a crecer y avanzar. Laureano Márquez P.

La palabra, que viene del latín magister, tiene varios sentidos, todos asociados a la condición de jefe o comandante de algo.

Por ejemplo, el conductor de elefantes era magister elephantis. Viene de magis que quiere decir más.

El magister es lo más, lo opuesto es minister, que es lo menos, porque este último es el que sirve, de donde dimana ministro. Aunque en nuestra tierra el minister cobra como un magister y el magister que es el único que es minister, es decir que sirve, porque en sus manos está el futuro de la nación, cobra un sueldo miserabilis y de allí las contundentes protestas de esta semana.

En definitiva, maestro designa a una persona con los más elevados conocimientos en su oficio, de allí que se habla de maestro de la pintura, maestro de música o maestro de cualquier arte y oficio, como los antiguos «maeses».

Que de ese origen se haya pasado a designar a la persona de mayor sabiduría que comanda un salón de clase, resulta obvio.

Los griegos usaban otra palabra paedagogus, literalmente el conductor del niño, porque era el nombre dado al esclavo que llevaba al niño a las lecciones, pero después pasó designar a la actividad misma de enseñanza.

El hecho de que el término tenga su origen en la esclavitud tampoco autoriza a esclavizar a los docentes en un país en el que la esclavitud fue, supuestamente, abolida.

También tenemos, para designar la actividad docente, el término «profesor», emparentado con las voces latinas profiteor, que es declarar y professio que es profesar, de donde viene nuestra profesión de fe en la que pregonamos aquello en lo que creemos, como en la misa al rezar el Credo.

El profesor entonces es aquel que se prepara profesar lo que sabe frente a sus alumnos (palabra, esta última, que no viene de «sin luz» como comúnmente creemos, sino del verbo alere que es alimentarse) y nutrirlos con sus conocimientos, con aquello en lo que él cree, es decir da lecciones, que viene del latín lectio que quiere decir leer, porque los profesores medievales se ponían de pie frente a sus alumnos y leían.

Luego vino la quaestio (interrogatorio), es decir la posibilidad de preguntar al profesor sobre su lectio y, por último, la disputatio (discusión) entre los alumnos.

Con la unión de estos elementos tenemos las lecciones modernas relajadas y no «magistrales» en las que alumnos y profesores intercambian preguntas y puntos de vista.

Detrás de la función del maestro está la historia de la evolución humana. Desde el principio, alguien enseñó a otro a hacer algo: a encender el fuego, a cazar.

Por eso esa expresión «pasar más hambre que un maestro de escuela», que tiene su origen en la España del siglo XIX, pasó a formar parte de nuestras frases recurrentes, como nos recuerda Andrés Eloy Blanco, es la constatación de una tragedia: aquellos que están destinados a enseñar, es decir a la transmisión de nuestro mayor tesoro: la cultura, son los peor remunerados y los que con más apuros viven.

Esa frase, ya en desuso en otras latitudes, sigue siendo para nosotros una cruda verdad.

Cuando en nuestra tierra se diga: “vives mejor que un maestro de escuela”, sin duda será porque habremos superado la ignorancia que nos hunde en los numerosos fracasos de nuestro destino común y habremos encontrado, por fin, el anhelado el camino de la superación (del latín superare, que quiere decir crecer) y el progreso (del latín progressus, que quiere decir avance).

 

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