En primer lugar, hay que definir quienes liderarán la lucha en esta nueva etapa de protestas espontáneas generalizadas, es decir, aceptar que con la “Oposición del Siglo XXI” es imposible sostener una disputa real, en cuanto ella pasó a ser el principal pilar de sostenimiento del régimen, pues lejos de oponerse ha apoyado incondicionalmente todos los escenarios que el chavismo prefabrica de diálogos furtivos, distantes y secretos, que deparan elecciones cada vez más absurdas, psuvizadas. En este sentido, se debe comprender, somos los venezolanos quienes debemos encarar esta lucha, esperando constituir un nuevo liderazgo envolvente, integrado por todos los sectores del país.
Ello traerá consigo la desarticulación del castrismo venezolano y de toda su infraestructura, entre ella, repetimos, la Oposición del Siglo XXI, partidos políticos minados de cohabitantes.
En segundo lugar, vinculado con el primer punto, es una necesidad insustituible ir de una (pretendida) lucha partidista a una real que incluya a todos los sectores. Uno de los principales errores ha sido delegar en los partidos esa responsabilidad cuando no hay democracia y estás organizaciones son proclives a corromperse. La ausencia de constitucionalidad permite al régimen, quien dispone discrecionalmente de nuestros recursos, poder hacerse de la dirigencia partidista a través de dádivas, cuotas de poder y bajo la promesa de recursos de campaña en elecciones ilegales e ilegítimas. Sí la lucha es de todos no habrá forma en que el país entero ceda, sí más bien las luchas de hoy son por el hastío de exiguos bonos, sueldos de hambre y demás prebendas insultantes.
En tercer lugar, ha sido la presión social la única herramienta que ha acorralado al régimen, tanto que en 2002 derrocó a Chávez, en 2014 y 2017 hizo trastabillar al castrismo venezolano, pero en esos escenarios la Oposición del Siglo XXI traicionó ese enorme esfuerzo/sacrificio ciudadano. Hoy, cuando las protestas de calle vuelven encenderse, se pone en aprietos al régimen y a sus cohabitantes, el régimen no puede recurrir a su arma preferida, la represión atroz, por cuánto no cuenta con el reconocimiento que tenía cuando la usaba, además de tener encima los ojos de la Corte Penal Internacional, y del mundo entero, por la comisión de delitos de crímenes de lesa humanidad.
En cuarto lugar, la oposición requerida debe alejarse de la agenda internacional, por ser totalmente ajena a nuestra realidad e intereses. Diálogos y elecciones son las exigencias de esta, obligados por un “manual democrático” inaplicable. Ambos escenarios carecen de condiciones, pues también han sido una de las herramientas predilectas del chavismo la simulación de mecanismos democráticos para atornillarse ilegal e ilegítimamente al poder, por eso las sanciones.
Por sí fuera poco, el hambre internacional por nuestro petróleo hace que de cara al 2024 (o antes) se ablanden los criterios legales, prácticamente obligan a un proceso electoral presidencial “como sea” para poder reconocer un gobierno venezolanos con quien tener acceso libre a nuestra energía, siendo uno de los peores escenarios para nosotros.
En quinto lugar, la iglesia juega un papel sumamente importante en este momento, se debe consolidar su papel en la actual coyuntura dónde la carencia de una oposición orgánica exige lineamientos mínimos. En los últimos meses la conferencia episcopal y otros representantes de la iglesia venezolana han dirigido discursos que pueden considerarse cómo guías en este inicio de nuevas protestas. Además, la iglesia es la institución, prácticamente la única, con mayores niveles de credibilidad.
@leandrotango