Escritura como obra de arte, dibujo de formas cubriendo espacios que deben ser adornados. Escritura como ornamento: se recuerda siempre, por ejemplo, la escritura china, donde las palabras escritas son, ante todo, formas bellas, plenitud armoniosa dibujada sobre una tela que las recibe. Hoy, un nuevo tipo de arte asociado a la escritura parece caracterizar nuestro tiempo: los grafiti, alucinante variedad de signos volcados y revolcándose sobre cualquier pared de cualquier ciudad. Escritura espontánea de gritos dibujados ante los ojos de todos y en todos los lugares. Los grafiti son una nueva forma de arte que juega con lo ingenioso y lo oportuno; nueva estética de anónimo decir, arte de lo inmediato y lo circunstancial, también de lo efímero. Como la escritura misma, los grafiti son pintados y repintados, escritos y reescritos. En ellos, imágenes y palabras se encuentran, coinciden, divergen, se complementan, se anulan… Arte de saturaciones y confusiones, los grafiti son escritura de lo colectivo urbano y de la estridencia y desasosiego de nuestros días. Nada más caótico que una pared atiborrada de grafiti. En ella ningún espacio permanece vacío. Todo en su superficie es caos, abarrotamiento y exceso. Los grafiti son formas chillonas alusivas a la confusión, al desbordamiento, a la falsa abundancia, al incoherente despilfarro. Son equivalentes al grito de una escritura que no permite entender o que se niega a decir. Garabatos más que palabras, chafarriñones más que imágenes, los grafiti ocupan, llenan, manchan; en suma: vociferan por el muy momentáneo placer de hacerlo.