Anabel Hernández: USA vs. Genaro García Luna. El juicio que hará historia

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United States of América vs Genaro García Luna. Así está escrito en letras negras sobre una hoja de papel blanca que veo pegada a la puerta de madera clara de la sala 8 del octavo piso de la Corte de Distrito Este de Nueva York. Sus lustrosos pasillos y paredes de mármol blanco y beige iluminados con una luz fría dan la impresión de ser un lugar tan aséptico como una sala de cirugía. Intuyo que esa es la intención.

La mañana del 19 de enero de 2023 es gris, fría y lluviosa en Brooklyn. Leo de nuevo el letrero, ver para creer. Antes de abrir la puerta pienso que es peculiar la potencia de las palabras cuando aun con esa brevedad se describe lo que será, sin duda, un juicio que hará historia. Cuestionará más de medio siglo de la llamada “guerra contra las drogas” impulsada por el gobierno de Estados Unidos en México, que inició con la Operación Interceptación en 1969 y perdura hasta el día de hoy, aunque lo nieguen oficialmente las autoridades mexicanas. La forma en que fue detenido Ovidio Guzmán Loera es muestra de ello. Se develarán pactos y traiciones, y no hay duda de que será una prueba de ácido para la relación bilateral entre Estados Unidos y México, y el ácido deja huella.

Entro a la sala 8B acondicionada para el público general. Y a la sala continua idéntica, la 8D, entra García Luna vigilado por dos custodios armados y vestidos de traje, quienes le quitaron las esposas segundos antes de entrar, según me explica uno de los oficiales de seguridad de la Corte. Es la misma aula en la que hace cuatro años fue sentenciado a cadena perpetua el narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”. No es una coincidencia. Al exjefe policial se le acusa de que, siendo titular de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y como secretario de Seguridad Pública federal (SSP), en vez de velar por la seguridad de los ciudadanos veló por los intereses de “El Chapo” y otros socios del Cartel de Sinaloa y el Cartel de los Beltrán Leyva a cambio de millonarios sobornos. Y en esta misma sala fue presentado en 2020 el ex Secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos, quien con malabarismos fue rescatado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para no ser procesado por cargos de narcotráfico.

En el ala derecha de la sala 8D está García Luna sentado detrás de una mesa, acompañado por la robusta abogada Valerie Gotlib -dibujada por la ilustradora oficial de la corte con brillante nitidez, sobre todo por el feroz gesto- y por César de Castro, hombre menudo de origen latino con la cabeza casi a rape y barba. Vivaz, con tanta ‘cafeína’ rota constantemente en la silla giratoria en un sentido y otro, como niño en parque de diversiones. Aunque ciertamente el momento no es divertido. Al menos no lo parece para García Luna, quien fue el hombre de mayor confianza del expresidente Felipe Calderón (2006-2012)  y ahora está en el banquillo de los acusados.

Con la cabeza plateada y casi lisa como ojiva de bala, el rostro envejecido y descompuesto por el ceño fruncido y la mueca propia de quien está pasando un trago amargo, García Luna presencia la selección de las 18 personas que conformarán el jurado en cuyas manos está su destino. El exjefe policiaco los mira, pero también parece mirar hacia el vacío, y a veces es más bien una mirada introspectiva. En sus ojos hay incertidumbre y miedo. El nerviosismo lo muestra cada vez que mordisquea la pluma que tiene en mano, mientras los custodios armados no le quitan la vista de encima. Las comisuras de sus labios se van haciendo más caídas, los surcos que se forman con el gesto parecen cuerdas que lo tiran hacia el suelo.

“¿Cuántos años tiene?”, me pregunta un oficial del gobierno de Estados Unidos que está sentado en la sala 8B conmigo y otros periodistas. Cuando le respondo que 54 alza las cejas por la sorpresa. ¡Parece de setenta!

El exsecretario de estado viste de traje oscuro, camisa azul claro y corbata azul. Así luce en la sala, es un permiso que dan a todos los presidiarios cuando comienza su juicio no importa los cargos de los que estén acusados, para que el uniforme de preso no condicione de antemano el juicio del jurado. Así ocurrió con el propio “Chapo”, de gustos más rocanrolescos. Pero ésta no es la vestimenta habitual de García Luna, al menos no la actual. Es transportado de la cárcel federal Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn (Brooklyn MDC) vestido con su uniforme caqui de preso número 59745-177 esposado  de pies y manos, encadenado al vehículo en un fuerte dispositivo de seguridad. Entra así al edificio de la Corte y ahí se cambia de ropa. Luego es trasladado a una pequeña sala especial contigua a la sala 8D, donde los presos esperan que inicie la audiencia metidos en celdas, según me explican autoridades de esta corte que conocen el procedimiento. Tras cada receso se les mete nuevamente a ese espacio tras las rejas. Si no hay lugar suficiente – en este caso sí-, se le puede bajar al sótano de la Corte, donde también hay celdas donde esperan los prisioneros.

En el ala izquierda de la sala hay otros escritorios similares que ocupa la fiscalía. Por la parte acusadora están sentados tres mujeres y un hombre: Saritha Komatireddy, Marietou Diouf, Erin Reid y Philip Nathan Pilmar.

Unos metros frente a las dos mesas se encuentra, decímetros arriba del ras del suelo, el estrado de la jueza Peggy Kuo, vestida con una toga, quien es la responsable de elegir al jurado que determinará si García Luna es culpable o inocente, y de qué cargos. Y será el juez Brian Cogan quien presidirá el juicio que comienza el lunes 23 de enero.

En el lado del extremo izquierdo, pegada al muro, está una barandilla, y detrás de ella 18 asientos, una especie de butacas desde donde se puede dominar todo lo que ocurre en la sala. Ahora están vacías, pero en un momento cada asiento comenzará a ser ocupado por  un miembro del jurado.

Durante tres días más de una centena de neoyorkinos han desfilado ante la jueza Kuo, la Fiscalía y la defensa para elegir a las personas más idóneas para impartir justicia. Fueron preseleccionados de 400 personas escogidas al azar, quienes tuvieron que responder un cuestionario de más de 71 preguntas, entre las cuales estaban demandas como ¿cuál es su principal fuente de información, ¿ve algún programa de televisión o lee algún libro sobre delincuencia, incluidos programas sobre el narcotráfico o los cárteles de la droga, el sistema de justicia penal o carcelario (por ejemplo, cárceles, prisiones o penitenciarías)?, ¿cuál es el último programa o película que vio? o ¿cuál es el último libro que leyó?

Y otras preguntas sobre sus sentimientos respecto al consumo de drogas, la legalización, si tienen familiares o conocidos en las fuerzas del orden de Estados Unidos o si tienen familiares o conocidos en la cárcel y si tienen algún tipo de prejuicio sobre los mexicanos que pueda contaminar su imparcialidad en el juicio.

Durante la presentación de candidatos muchos dijeron haber escuchado del caso de “El Chapo”, haber visto alguna serie de TV de narcos mexicanos, o ser fans de programas como “La Ley y el Orden” o “CSI”. Peggy Kuo tuvo que recordarles constantemente que tenían que diferenciar que aquello era ficción, y lo que verán y escucharán en la corte en las próximas semanas será la realidad.

Así, luego de sesiones donde hubo de todo, risas, dudas, silencios, miedo, paranoia o nerviosismo por parte de los candidatos, fueron elegidos 18 ciudadanos, 7 mujeres y 5 hombres para ser titulares, y tres mujeres y tres hombres para ser suplentes. Afroamericanos, blancos y de otras razas, con diferente nivel cultural, que de acuerdo a los perfiles que fui anotando de cada uno de ellos tienen en general algo en común: muchos de ellos tienen familiares o conocidos en las fuerzas del orden y el ejército. Esto puede ser un arma de doble filo para la Fiscalía y la defensa, pues García Luna fue un jefe policiaco y quizá habrá quienes sientan empatía, o todo lo contrario. Una de las cosas que más puede disgustar es que un policía corrupto traicione a los policías honestos.

Otro punto interesante es que algunos jurados elegidos  reconocen fumar marihuana, cuyo consumo es legal en Nueva York, pero todos coinciden en que las drogas duras deben ser ilegales. Un hombre blanco, quien dijo que consume regularmente marihuana, señaló que tiene reservas sobre los testigos colaboradores porque declaran para reducir sus sentencias.

También es un factor interesante que algunos integrantes del jurado han sido víctima de algún delito o tienen conocidos y familiares que han sufrido de adicciones o muerto por sobredosis de droga. Muchos miembros del jurado han tenido empleos relacionados con el servicio de salud, escuelas y trabajo social, por lo que directa o indirectamente han sido testigos de los estragos del tráfico de drogas en la salud pública. A García Luna se le acusa de haber ayudado a traficar 52 toneladas de cocaína a Estados Unidos, y algunos de esos cargamentos habrían llegado a las calles de NY.

La tarde va cayendo en Brooklyn, la lluvia se hace más intensa. La jueza Peggy Kuo, la defensa y los fiscales deliberan quien sí y quien no debe ser jurado. García Luna está visiblemente atribulado, aprieta los labios, frunce el cejo, su mirada se posa en aquellas personas que pueden ser elegidas. Al ver su preocupación, Gotlib -quien viste saco negro y blusa amarillo gorrión- se le acerca y le da una palmadita en el hombro.

Alrededor de las 15 horas finalmente han escogido a los 18 miembros del jurado. Una empresa titánica porque de las decenas de candidatos la gran mayoría no quería ser jurado, otra parte no podía porque sus empleadores no iban a pagarles su sueldo, y otros porque claramente había una falta de imparcialidad desde el inicio. Uno de los candidatos afirmó mirando a García Luna que para él era ya culpable, y otro dijo que no creía en el sistema de justicia de Estados Unidos.

La jueza fue diciendo número por número del jurado e indicando el lugar específico donde deberán sentarse durante el juicio. Al terminar, en tono festivo les dijo: “¡Felicidades, han sido elegidos!”. No se veían muy satisfechos los que se sacaron la rifa del tigre. En ellos está ahora la aplicación de la justicia. Bajo el término de la “duda razonable”, el jurado deberá o no declarar culpable al acusado. La moneda está en el aire y gira en cámara lenta, es un espacio abstracto donde habrá una lucha entre la defensa para probar que su cliente no es culpable, y la fiscalía para generar la duda razonable de que sí lo es.Voy dejando la corte cuando cerca de las seis de la tarde explota una noticia de última hora. Llega un documento a la corte, una resolución del juez Cogan en la cual se destapan los nombres de algunos de los testigos de cargo que la Fiscalía quiere presentar dentro de una larga lista de 70:  Jesús Reynaldo Zambada García, el hermano de Ismael Zambada García, “El Mayo”, el líder invicto del Cartel de Sinaloa, con cinco décadas en el poder sin haber pisado nunca la prisión. “El Rey” Zambada fue quien afirmó en el juicio de “El Chapo” que entregaron millonarios sobornos a García Luna.

Otro testigo será Sergio Villarreal Barragán, alias “El Grande”. En 2019 revelé en este espacio que el narco declaró en una corte de Chicago en 2018 que información dada por García Luna y Luis Cárdenas Palomino, su brazo derecho, a miembros del Cartel de Sinaloa y los Beltrán Leyva, derivó en el asesinato de un informante de la DEA. “El Grande” dijo también haber conocido en persona a Ramón Pequeño García, hombre del equipo de García Luna en la SSP durante el sexenio de Felipe Calderón, y quien fue jefe de Inteligencia de la Policía Federal en 2015 cuando se fugó Joaquín Guzmán Loera. Y aseguró haber estado presente en encuentros entre miembros del cartel con funcionarios de la SSP federal de muy alto nivel.

Otro testigo anunciado será el exfiscal de Nayarit,  Edgar Veytia, sentenciado en esta misma corte de Nueva  York a 20 años de prisión por complicidad con el Cartel de Los Beltrán Leyva.  Fue subprocurador de Justicia de Nayarit en 2011, cuando García Luna aún estaba en el cargo de secretario de Seguridad Pública Federal. En aquella época, 2011, uno de los hombres más allegados a García Luna era Luis Manuel Becerril Mina. Dejó la SSP para irse de Secretario de Seguridad Pública de Bahía de Banderas, ahí habría cruzado su camino con Veytia. Becerril Mina fue detenido por sus nexos con los Beltrán Leyva. Un dato interesante es que en el proceso judicial contra Veytia su abogado fue Jeffrey Lichtman, quien también defendió a “El Chapo”.

Una de las personas mencionadas en el documento de Cogan sería quien fue compañero de celda de García Luna en el Brooklyn MDC y quien, según la Fiscalía, grabó una conversación donde el exjefe policiaco habría manifestado su intención de matar a potenciales testigos de cargo o a sus familias.

Antes de abandonar el edificio una persona curiosa me pregunta por qué en Estados Unidos no hay tanto interés mediático en el caso de García Luna como lo hubo con “El Chapo”. Yo pienso que porque muchos aún no entienden que para que haya ‘Chapos’ se requieren hombres con poder en las instituciones que los protejan en ambas partes de la frontera.

El otrora todopoderoso jefe policiaco va de camino de regreso a la prisión. Yo camino bajo la lluvia que resbala sobre mi rostro. El lunes comienza el juicio USA vs. Genaro García Luna.

 

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