Enrique Meléndez: No llores por mí Argentina

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Lo que hemos dicho: Nicolás Maduro se encuentra prisionero en el país. Cuánto le hubiera gustado estar en esa cumbre del Celac, que se ha celebrado en estos días en Argentina, y codearse con sus homólogos de los países de la América Latina; un poco más sobrio y distante que Chávez, en cuanto al manoteo entre estas figuras; cosa que le chocaba en su momento a un Vicente Fox; ese igualitarismo hacia abajo, lo mismo que a un Ricardo Lagos; pero quién se hubiera imaginado a un chofer de autobús en medio de este mundo de altas esferas; luego el boato que eso supone, y para lo cual Maduro se lleva una buena pandilla de acompañantes; cosa que fue una costumbre de Chávez, y entonces dilapidar una fortuna, hospedándose en hoteles de primera; aun cuando llegó pregonando, que él incluso estaba dispuesto a despachar desde una tienda de campaña; pues aquel palacio de Miraflores ni siquiera le llamaba la atención; pero decía estas cosas, y entonces lucía un reloj Rolex. No obstante, a Maduro le aguan la fiesta esos argentinos de mala fe; que se confabularon con los EEUU, y entonces urdieron un plan para matarlo; por lo que cancelaba su viaje al sur.

En efecto, desde hacía días estaba planteada en Argentina la declaración de persona no grata por esos lares a Maduro; un sector de los parlamentarios manifestó que descalificaba la invitación, que le había cursado Alberto Fernández a su homólogo venezolano, y uno diría que por obligación partiendo de la idea, de que Venezuela fue uno de los grandes promotores para la creación de la Celac, sobre todo, porque se inspira en el más rancio nacionalismo, huero a esta altura, que esta gente pregona; jugar a la exclusión, sobre todo, de EEUU; siendo, no obstante, el socio principal de todos nuestros países, y ante quien ni siquiera Nicolás Maduro pudo resistirse. A continuación en la opinión pública argentina comenzó a atizarse la idea, de que si el mandatario venezolano pisaba su territorio, enseguida debería ser aprehendido por la DEA, y se trajo a colación, que la justicia estadounidense estaba ofreciendo quince millones de dólares por su captura, y en donde sí estaría metida la mano el supuesto imperialismo norteamericano, pero no su gobierno, sino la justicia, acusado de lavado de dinero, proveniente del narcotráfico. Daniel Ortega fue más cauteloso, y desde un principio dijo que no iba. Aparatoso, como es él con un liquilique negro, encadenó al país, a propósito del mensaje que envió a la Celac vía telemática, que es lo que le queda, para justificar su ausencia; pues en estas circunstancias ni siquiera se puede asomar a la puerta de su casa.

Entonces no dejó de estar la hipocresía en sus palabras, pues allí asomó el tema del intervencionismo: “cese del intervencionismo” refiriéndose, por supuesto, a los EEUU; cuando su patria es una de las más intervenidas hoy en día por un imperialismo de corte tercermundista y policial, como sería el cubano; siendo reconocido por los propios cubanos. Pero entre tanto, Maduro negocia el restablecimiento de las relaciones con los EEUU; además de que clama al mundo que se le levanten las sanciones; arrastrando un prontuario, que cada día se sustancia más, acusado de crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional. Cuando uno oye a Maduro se siente como si se estuviera viviendo en la década de 1960, en plena Guerra Fría; siendo, por lo demás, el discurso de Fidel Castro en aquella época, y quien fue el último gran comediante, que sedujo al mundo como protagonista de un régimen de gobierno; que, al final, resulta esa pesadilla implacable, que se conoce como comunismo, y quien también se valió de las sanciones, que le impone EEUU; cuando a Castro le dio por expropiar empresas estadounidenses, establecidas en la isla, para venir con ese discurso, que, repito, sedujo a una cierta izquierda europea, y la que domina hoy en día todavía algunos organismos internacionales; destacándose, en ese sentido, un personaje muy nefasto, que se llama José Luis Rodríguez Zapatero. En ese sentido, Chávez fue alumno de Castro sin justificación alguna, en cuanto a su postura antiimperialista; pues también es verdad que en su momento no dejó de exportar petróleo hacia los EEUU; aparte de que nuestro principal proveedor desde el punto de vista comercial, de donde se importaba de todo, eran los EEUU. ¿Qué son las sanciones? Entre otras cosas, incautación de las fortunas que esta gente fue acumulando en el corazón del “imperio”, sobre todo, propiedades inmobiliarias, hatos de ganado, como se demostró en el caso de Alejandro (El Tuerto) Andrade, que se hizo notorio, porque cayó en manos de la justicia de los EEUU; acusado de lavado de dinero, y entonces abrió su boca; rodando, incluso, por estos días una lista de los montos que le corresponden a cada uno de los jerarcas de este régimen, y el que se dice de los pobres; un alto porcentaje de los cuales se encuentran en cuentas bancarias a través, probablemente, de testaferros.

Los jugadores de dados dicen que la mejor jugada es la que no se juega; pues, al final, fue mejor que Maduro no asistiera, tomando en cuenta que tampoco iba a recibir elogios de parte de la concurrencia; cuando más bien se puso en juego su gobierno, a propósito de lo que cada jefe de Estado, que hablaba, refería sobre el caso Venezuela; donde existe una diáspora que pasa de los siete millones de compatriotas; unas calles ardiendo de protestas; un ingreso per cápita de cuatro dólares; un número grande de dirigentes políticos y periodistas encarcelados o perseguidos y un caos constitucional, que no garantiza ni siquiera la realización de unas elecciones libres y universales. De hecho, lo que dicen los titulares de los medios de comunicación es que se formó una discusión entre democracia y dictadura; pues si algo fue importante de esta cumbre es que hubo una izquierda, que marcó diferencia con el llamado socialismo radical, que es el que representa Maduro, Daniel Ortega y Díaz-Canel, y que tiende al totalitarismo; al desconocimiento de las garantías jurídicas y privadas.

 

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