Con razones sobradas y humanamente pertinentes, sobremodo, nuestros trabajadores, agobiados por una inflación dolarizada que ha anulado, casi la totalidad de su valía en el poder adquisitivo salarial, agrupados bajo los diferentes gremios laborales instituidos en Venezuela para la defensa de la calidad de vida de sus afilados, aspiran, en mayoría, a una equiparación o registro del salario mínimo igual al costo de la canasta básica, que foy día monta a unos 600USD; petición aunque muy justa y con base legal, conforme al artículo 91 CRBV.; empeño improbable porque las finanzas del Estado, aunque no oficiales ya que el BCV desde 3/2019, en violación flagrante a la CRBV, artículo 319, no emite las cuentas nacionales y, por tanto, no sabemos oficialmente, el movimiento de la actividad económica, aunque por vía extaoficial tenemos, según el OVF, que Venezuela marcó una caída, crítica, de su actividad económica desde 2014, lo que ostenta, inexorablemente, unos 24 meses seguidos de merma económica, que culminarían durante el primer trimestre de 2021, al advertirse un avance muy leve. Pero, según expertos, se estima que el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela se sitúa en unos 55 a 60 mil millones de dólares, por lo cual se hace muy dudoso el logro de tal deseo, pues para pagar con dicho monto salarial a todos los solícitos venezolanos, vasto a jubilados y pensionados, habría que dedicarse más de la mitad de los ingresos solo al pago de salarios de funcionarios públicos activos.
Simplemente, no hay base para elevar los sueldos sin alcance inflacionario, ya con previos de hiperinflación, además del inmediato desconcierto, depresión e impotencia del beneficiario y su grupo familiar. Es una realidad, inadmisible. Pero, cierta a toda luz.