En diciembre de 1970, Elvis Presley visitó al entonces presidente Richard Nixon en la Casa Blanca y ahí le ofreció su apoyo en la lucha contra las drogas; también recibió una placa honoraria de la agencia que después se convirtió en la DEA.
Junto con García Luna*, la guerra contra las drogas debería estar en el banquillo de los acusados.
La guerra contra las drogas es empíricamente un fracaso total. Los costos humanos, sociales y económicos son casi incontables tanto en otros países como en Estados Unidos, pero lo que se puede comprobar es que después de 50 años de aplicar esta estrategia, incluyendo con el arresto y juicios de alto perfil como el de El Chapo y el exjefe policiaco, entre otros, junto con la destrucción de tantas comunidades, el resultado es que hay más drogas ilícitas y más baratas, y más adictos de opiáceos que nunca en las calles de Estados Unidos.
Quién y cómo se decide cuáles son las drogas ilícitas y cómo prohibir o controlarlas ha sido desde el inicio más una decisión política que un asunto de ley y orden o de salud pública.
Fue en junio de 1971 que el presidente Richard Nixon declaró por primera vez una guerra contra las drogas, que fue, según admitió después uno de sus principales asesores, John Ehrlichman, una estrategia política: “La campaña (electoral) de Nixon en 1968, y después la Casa Blanca de Nixon, tenía dos enemigos: la izquierda antiguerra y la población negra… Sabíamos que no podíamos declarar ilegal estar en contra de la guerra o ser negro, pero sí lograr que el público asociara a los jipis con mariguana y a los negros con heroína, y después criminalizar a ambos, podríamos irrumpir esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, asaltar sus casas, desbaratar sus mítines, y vilipendiarlos cada noche en los noticieros. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre drogas? Claro que si”.
Unos meses antes, en diciembre de 1970, Elvis Presley llegó a la Casa Blanca para visitar a Nixon y ofrecerle su apoyo en la lucha contra lo que llamó la cultura de las drogas y recibió una placa honoraria de la agencia que después se convirtió en la DEA. Nixon le dijo que aquellos que usan drogas están en la vanguardia de las protestas antiestadunidenses, según los apuntes de un asistente del presidente presente en la reunión. Elvis ya entonces estaba abusando de opiaceos que contribuyeron a su muerte por infarto siete años después.
El objetivo de Nixon se cumple de manera dramática a partir de los años 80, cuando el número de personas encarceladas por delitos no violentos de droga se incrementó de 50 mil en 1980 a más de 400 mil para 1997; hoy día un promedio de 500 mil siguen detenidos bajo estas medidas afectando sobre todo a minorías raciales. Nada ha contribuido más a la encarcelación masiva sistemática de la gente de color en Estados Unidos que la guerra contra las drogas, concluyó la experta Michelle Alexander.
Aun antes de la declaración de esa guerra, Estados Unidos empleó leyes antinarcóticos como armas políticas contra ciertas comunidades, por ejemplo, leyes antiopio contra inmigrantes chinos en 1870 y leyes antimarihuana contra mexicanos a principios del siglo XX en el suroeste.
A nivel internacional, durante décadas, la guerra contra las drogas ha justificado todo tipo de intervenciones abiertas (Panamá) y encubiertas de Washington, así como todo tipo de imposición de políticas en las Américas.
Pero ese consenso de medio siglo se está desbaratando. Hoy día dos países que fueron los pilares de esta guerra en la región bajo el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida han rechazado esa estrategia, algo que seguramente está preocupando a Washington.
En Estados Unidos, opositores a esta guerra han logrado legalizar la marihuana en 21 estados y la capital federal, e incluso uno, Oregon, acaba de aprobar la primera medida para despenalizar todas las drogas; 68 por ciento de los adultos favorecen la legalización de la mariguana.
No ayuda a la versión oficial que en los últimos años quedó revelado que la epidemia de drogadicción a opiáceos –responsable por la mayoría de un nuevo récord de más de 110 mil muertes por sobredosis en un periodo de un año en 2021– fue nutrida no por cárteles, sino por empresas farmacéuticas estadounidenses y doctores en batas blancas.
Los responsables de esta narcopolítica, y sus costos, no están por ahora ante un tribunal.
*Nota de Rebelión: Referencia a Genaro García Luna, quien fuera secretario de Seguridad Pública de México -la máxima autoridad en la «guerra contra las drogas»- está acusado de recibir millones de dólares de los mismos cárteles de la droga a los que supuestamente decía combatir.