Manuel Barreto Hernaiz: La ciudadanía está atenta

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La responsabilidad social de los políticos, es tal, que ellos no pueden señalar, aseverar y asegurar aquello que los ciudadanos con especulaciones indican desprevenidamente. Luis Carrillo Navas,

Hace cierto tiempo apuntaba Ruth Capriles: La política de los políticos busca soluciones rápidas y líderes que las ofrezcan. La política ciudadana busca redefinir los problemas; ofrece el trabajo espontáneo de ciudadanos que asumen responsabilidades y se convierten ellos mismos en solución.

Los políticos no generan prosperidad, pero pueden contribuir a ella facilitando marcos legales estables. Somos los ciudadanos los que la creamos con nuestro trabajo. Ya lo hemos evidenciado en estos veinte años: No hay progreso sin Estado de derecho, pues en un marco de arbitrariedad nadie toma decisiones ni se implica a largo plazo. Así, la calidad de nuestros gobernantes tiene que ver con nuestro nivel de vida.

Gobernar para todos requiere prudencia y no el comportamiento autoritario que, en nombre de una presunta equidad o de opiniones supuestamente mayoritarias, sólo atiende a un sector políticamente afín, dejando a un lado al resto; cuando lo que se espera de un buen gobernante -está escrito en todas las obras dedicadas a la ciencia política- es que sea aquel capaz de tomar decisiones, aún en contra de sus ideologías, pues él no sólo ha de gobernar para sus partidarios, sino para todos los ciudadanos. En reciente entrevista afirmaba Gustavo Coronel: “Una nación no puede progresar sin poseer una masa crítica de buenos ciudadanos activos. El estancamiento de Venezuela es debido a la ausencia de esa masa crítica. No importa cuán rica sea una nación, no podrá avanzar sin esa masa crítica de buenos ciudadanos activos”.

Weber decía que las cualidades ideales de un político son tres: sentido de la responsabilidad, pasión y mesura, y que sus vicios eran, de la misma forma: la ausencia de responsabilidad, la falta de objetivos firmes y la vanidad. Actualmente los ciudadanos detestan en los partidos políticos sus sempiternas disputas internas, pero también esa verbal hipocresía al llamarse entre ellos “camaradas o compañeros, altos panas o hermanos del alma”; pues puede ser compatible un vínculo de estrecha amistad con la convicción de que el otro será una pieza utilizable, manipulable, descartable en un momento dado. Hoy presenciamos como todos desconfían de todos, una vez más está presente la lucha de intereses contrapuestos; se evidencia la amarga pelea entre pares, resulta inocultable la enemistad cívica. Se afirma como ineludible sentencia que en la política – esa que busca el poder – no hay amigos, lo que hay son aliados temporales e intereses. Los liderazgos suelen ser efímeros y como lo hemos visto, se ponen en duda, en un principio con cierta sutileza y luego con rotunda rudeza. Siempre ha sido así y por eso es tan habitual la traición, porque no hay alianzas perennes en aquellos que aspiran el poder.

Ya en la arena electoral -que esperamos no se transforme muy pronto en el pantano- han aparecido bastantes aspirantes, algo hasta sano para el libre curso de esa anhelada presunción de un sistema democrático, considerando, por supuesto, que se mantengan y se respeten los pocos acuerdos de respeto y unidad que vayan quedando. Ya toda la ciudadanía está preocupada -y ya le llegará el momento de ocuparse del asunto- pues ha tomado conciencia de cuánto le atañe en estos espacios tan complejos de la política. Ya está atenta al candidato que establezca los verdaderos nexos en términos de representación, dando lo mejor de sí por ser el promotor de acciones concretas para el futuro que anhelamos; que no sea un producto del marketing electoral, sino un estadista con experiencia y alto nivel de compromiso, en lugar de un creador de utopías retrógradas; que no pretenda reunir bajo su control la suma del poder de muchos para hacer con él lo que quiera. La ciudadanía está atenta y a la espera de un candidato o candidata que no manipule ni enajene, que no requiera de la ignorancia ni de la irracionalidad para lograr su objetivo.

La ciudadanía espera de sus líderes y partidos políticos una actitud verdaderamente cónsona con los tiempos que nos han tocado vivir, en los cuales habremos de seleccionar una persona con condiciones muy especiales, que logre desplegar aquellas virtudes platónicas tan necesarias en este tercer milenio -sabiduría, coraje o fortaleza de ánimo, templanza y justicia- para que realmente nos represente en el rescate del porvenir de nuestra arrasada Nación.

Sociólogo de la Universidad de Carabobo. Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo

 

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