Me refiero en la columna a la obra musical que creó Nacho Cano, ex vocalista de Mecano, que ahora negocia, un sainete que borre del inconsciente junguiano el mito que creó la traición de la Malinche y su papel de celestina con los invasores españoles que padeció México en 1519 y saqueó al país por más de trescientos años.
La historia que vende Nacho intenta presentar a la Malinche y a Hernán Cortés como una pareja de jóvenes enamorados en luna de miel en el paraíso tropical de la costa y selvas mayas, inocentes al genocidio que la espada y la cruz del “conquistador” llevaban a cabo.
Su producto lo vende como un melodrama de la serie de las cenicientas. Un príncipe, Hernán Córtes, ”seduce galantemente” una manceba pueblerina, la Malinche. Casa con ella y tienen un hijo. Imaginémos, por un momento, el tipo de arias grandilocuentes, trompetas sinfónicas, que ha debido ingeniar para crear melodías que nos hagan olvidar la traición de la Malinche a su pueblo y su entrega y complicidad en esta bárbara tropelía.
La marca Malinche, según los expertos en branding, para poder venderse y ser objeto del merchandising, debe cumplir con ciertas rigurosas reglas, ya patentadas por Broadway. Sin ellas no habrá sold out.
Por eso, la venta no está fácil, debe derrotar el mito de la Malinche colaboradora del extranjero, que aterrorizó, torturó y esclavizó su pueblo nahuátl y maya. Lapidario, estos simbolismos marcan el inconsciente colectivo.
Pero esta nimiedad no debe ser acápite que haga flaquear la voluntad, ingenio y sonoridades de Nacho.
En su empeño el autor debe ser ingenioso para tratar de soslayar esa mácula que significa que su heroína tenga el sello del adjetivo malinche. Por estos rumbos cuando se piensa en figuras como Jeanine Áñez, Michelle Bachellet, Dina Boluarte, y una vecina que fue a mostrarle las rodillas a un presidente de USA, su titular de prensa fue automático: malinchismo. Y es que este término es contundente, tiene valoración social y peso en la construcción del imaginario popular, y de género.
Se ve que la producción ha cuidado la vestimenta de la Malinche. El suyo es stripper -tropicalizado- y de colorines. Similar a la dama de Avatar. Cero antropología. Es frivolité y punto.
Recordemos, la Malinche y Cortés dan inicio al holocausto indígena en América Latina. Berkeley reconoce la cifra entre 90 a 112 millones de indígenas muertos. Señor Cano, supongo, el subtema tendrá su musiquita alusiva.