Jean Maninat: La vuelta al mundo en ochenta globos

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Cuando ya creíamos que habíamos empezado a dejar atrás las pulsiones arcaicas que trajo la pandemia del Covid-19 (¡Es un castigo divino por disolutos!), o la creencia de que portar pieles de búfalo con cachos incluidos y las caras pintadas da derecho a invadir un parlamento y destruirlo, o que algún líder religioso tendría derecho sacrosanto a firmar una recompensa divina por la muerte de un escritor; resulta que al sur del continente americano un expresidente perdedor –ahora también reconocido como cobarde- llama a sus huestes a tomar las sedes de los poderes públicos y destruirlas, la Covid-19 mutada y benigna regresa para hacer de las suyas, y un enajenado religioso cumple treinta y cuatro años después con la terrible fatua y acuchilla, en Chautauqua, en el Estado de Nueva York, al escritor sentenciado. Está dicho, siempre estamos de regreso… bien sea vestidos de Macbeth o de Falstaff.

Como si no tuviéramos suficiente con tantas y extravagantes teorías conspirativas, o el denuedo por hincar el diente en la prosaica separación de una diva de la porcelana y un premio Nobel, (no, por favor, a Shakira y Piqué no los vamos a nombrar), o si en realidad Bolsonaro trabaja para Kentucky Fried Chicken allá en Orlando, FL, ahora tenemos que dar cuenta de la presencia de unos globos furtivos, que habrían sobrevolado cielos americanos capturando información vital antes de ser abatidos sin más identificación que la encontrada en uno de los pedazos de fuselaje esparcidos: Made in China.

Si la primera o segunda economía mundial (según el ranking particular de cada quién) tiene que recurrir a tan tecnológicamente vintage artilugio, un globo, en tiempos de drones y satélites, quiere decir que algo está pasando con las manecillas del reloj en el Gigante Asiático. (Original la denominación, no me dirán lo contrario). Sin embargo, a pesar del sonrojo, las autoridades chinas han reconocido la paternidad de los entrépitos esféricos y han comenzado lo que no tarda en ser denominado por algún ingenioso comunicador, La guerra de los globos. Ahora todos avistan globos en sus cielos.

Sí, lo sabemos, no podían faltar los extraterrestres, siempre merodeando la tierra, buscando lo que ya saben que van a encontrar y que no se les ha perdido, porque si algo está claro es que los ET no son dados al turismo de aventura: jamás los verá usted flotando, o volando vertiginosos sobre Somalia, Siria, Ucrania, Afganistán en tiempos de conflicto bélico cuando los cielos están repletos de objetos voladores plenamente identificados: misiles de toda clase y capacidad de destrucción.

Pero, según relata El País, de España, un alto mando del Pentágono ante la pregunta de la periodista: “¿Han descartado alienígenas o extraterrestres, y si es así, por qué?” Habría respondido: “…Yo no he descartado nada en este momento. Seguimos evaluando cada amenaza o amenaza potencial desconocida que se acerca a América del Norte con la intención de identificarla”. Subrayar el “Yo no he descartado nada…” de que vuelan, vuelan. Así que paciencia.

Mientras la “guerra de los globos” sigue su curso y la chacota se expande en varios idiomas, volveremos a las peripecias en globo aerostático de Phileas Fogg y Jean Passepartout, en la figura de David Niven y Mario Moreno Cantinflas en la película de Michael Todd, La vuelta al mundo en ochenta días, a pesar de que Julio Verne jamás utilizara globo alguno en su clásica novela. Los globos dan para todo.

@jeanmaninat

 

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