Es el único sobreviviente de los ocupantes de cuatro sillas en una mesa que se conoció como Boom de la Literatura Latinoamericana: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y en donde habían unos mirones, según se decía en ese momento, como Adriano González León, Jorge Edwars, Severo Sarduy, Manuel Puig, que nos pusieron a leer literatura, sobre todo, moderna, y aquí entra una discusión, que se dio en el campo estético entre la forma y el contenido de una obra artística, y que es donde comienza la aventura literaria de Vargas Llosa; cuando descubre, según señala, una novela en donde está presente este tema, la famosa Madame Bovari; tomando en cuenta que allí nota que el escritor Gustave Flaubert ha puesto el sumo cuidado por respetar la forma. De hecho, el propio Flaubert, y que decía: “Si ese Balzac supiera escribir”; porque hasta entonces no interesaba en el relato la estructura de la obra, y en donde se siente la presencia del escritor, y que es lo que ha destacado Vargas Llosa en su discurso, con motivo de su incorporación a la Academia Francesa; lo cual, por lo demás, nos llena de orgullo a nosotros los de este continente; partiendo del hecho, de que estamos ante un escritor que ingresa a esta institución sin ser de nacionalidad francesa o, mejor dicho, sin haber escrito una obra en francés; lo cual violaría sus reglamentos; luego que habla nuestra lengua; ha destacado, decía, la presencia de un escritor, que se erige en una suerte de dios o que entra como un yo distante, y que trata de adecuar al máximo la forma y el contenido; porque, como dice Hegel, la novela viene a configurar el género que comprende todos los géneros literarios; pero para llegar allí se ha arrancado primero de lo que se conoce como la literatura épica, y en donde no existen personajes, sino arquetipos.
Personaje viene a ser El Quijote, que muere en forma cristiana; rodeado de los suyos, y arrepentido de sus locuras, y es por eso que su aparición en el escenario de las bellas letras marca una ruptura con aquella literatura caballeresca, ya que se trata de la biografía de un señor hidalgo, a quien lo vuelven locos los libros de caballería; cosa que también resulta con Madame Bovari; una mujer francesa de clase media, a quien la vuelven loca los libros de la corte. Los arquetipos son semidioses o protegidos por alguna divinidad; los personajes son de cuerpo y alma; de modo que Flaubert nos relata la vida de una mujer casada con un médico rural; que se empeña en vivir como una cortesana; mientras llena de deudas a su marido; a propósito de su locura, y la que termina siendo una tragedia; repito, Hegel dice que la novela es un compendio de epopeya, lirismo y tragedia, es decir, los tres géneros, que se suscitaron durante la civilización griega; sólo que, a su juicio, para llegar allí la sociedad occidental se ha despojado de un espíritu naif; cuando se ha impuesto lo que se conoce como la época de la ilustración, sobre todo, el espíritu crítico, y gracias a una teoría estética, cuya máxima exposición se halla en la Crítica del Juicio de Kant o la propia Estética de Hegel. Pero, además, en la novela están conjugadas todas las artes; así como la pintura es una síntesis de la arquitectura y de la escultura; la palabra escrita comprende una síntesis de todas las artes en afán de proyectar situaciones hazañosas o cotidianas, como la de una señora francesa, a quien le han enajenado los sesos los libros de la corte; lo que se explica en un país, cuya corte llegó a ser la más exquisita del mundo; tanto así que nuestro Rubén Darío hizo de la estética versallesca su objeto literario, razón por la que dijo Vargas Llosa que la cultura francesa había adquirido la categoría de primer rango en el mundo entero; al punto de que un joven, como él, se marcha a París atraído, sobre todo, por su literatura, como todos los aprendices a escritor de la América Latina, y entonces el primer día se topa con Madame Bovari.
Por aquí tocamos otro de los puntos importantes que abordó Vargas Llosa en su discurso, y es la posibilidad de que la novela se convierta en un arma de lucha de los pueblos; pues así como puede reflejar la mediocridad de una dama de la clase media francesa, también puede reflejar las truculencias de un tirano delirante como Vladimir Putin, a punto de poner en peligro la humanidad, a partir de la amenaza del uso del arsenal atómico, y que es lo que lleva a decir a Vargas Llosa que en nuestra realidad estamos viendo personajes monstruosos, que sólo se concebían en las novelas.
En la aventura literaria de Vargas Llosa hay otro hecho curioso y es que en París él descubre que, mientras en la América Latina no se conoce a un autor como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Julio Cortázar, en Francia sí los leen; cuando según confiesa, él había viajado a París, a los fines de convertirse en un escritor francés, y entonces decide ser un escritor latinoamericano y serlo a la manera de Flaubert; es decir, asumir el acto de la escritura como un oficio, tal cual lo asumió aquel señor, tan pronto sufre un ACV, que lo postra en su casa de la Normandía francesa, y así van saliendo cada cinco años una a una sus novelas. Obsérvese: cada cinco años produce una obra, al final de la cual dice que allí hay más paciencia, que talento; que es lo que confiesa Vargas Llosa que también él lo repetiría en su caso; porque, por lo demás, tal es el fervor que siente Vargas Llosa por Madame Bovari, que le dedica una obra crítica de gran profundidad: “Madame Bovarí o La Orgía Perpetua”, y donde no sólo lleva a cabo un análisis de la obra en sí, sino que también se mete en el autor, que crea la obra; una labor, uno diría, reporteril; hasta, incluso, indagar en la vida sexual de aquel solitario de Croisset cómo él lo llama; que sería también la misma regularidad de la serie de novelas, que han venido saliendo de manos de Vargas Llosa a lo largo de estos años; siendo, por lo demás, el último sobreviviente de aquellos cuatro señores que fueron “chef d´ouvre” en las décadas de 1960 y 70, y que nos hicieron amar