La pretendida revolución que se abrió paso en Venezuela gracias a un derrotado golpe militar, pero convertido en célebre por la conjura de los enemigos de la democracia representativa de entonces, nunca fue tal. De revolución nada, y si mucho de estafa; corrupción, e incumplimiento sistemático de promesas, aderezado con violación de derechos humanos, y destrucción del aparato productivo, así como todos los servicios básicos esenciales.
Desde luego, esto no es solo debido a la incompetencia, y perversidad de los gobiernos de Chávez, y Maduro; se le debe en gran medida a los errores recurrentes de la oposición, especialmente el llamado a la abstención que sirvió para entregar en bandeja de plata todas las instituciones al gobierno.
Lo cierto es que el mal ya está hecho, y no queda otra cosa que proceder a reconstruirlo todo, prácticamente desde cero. No hay una sola cosa que se pueda salvar de estos 24 años de gobierno, salvo mejor criterio.
Ahora nos toca proceder a buscar mecanismos civilizados para competir electoralmente; derrotar; cobrar; y garantizar la gobernabilidad del país, a pesar del contexto autoritario impuesto por el gobierno.
Lo que debería venir para Venezuela es un gobierno democrático de unidad nacional; garante de libertad, y paz; que ofrezca plena seguridad jurídica, y estabilidad política para acceder a las inversiones del sector privado nacional e internacional; que se reconcilie con los organismos multilaterales para conquistar fuentes de financiamiento para la recuperación de sistemas básicos como la electricidad; el agua; el transporte superficial, y subterráneo; el petróleo; gas; vialidad; infraestructura pre y hospitalaria; empleo y salarios suficientes.
Estamos hablando de un plan de gobernabilidad que no puede ser dirigido por cualquiera, sino por una figura con experiencia; formación; con buenas relaciones internas e internacionales; sin odios ni venganzas; acompañado por un amplio equipo multidisciplinario profesional y técnico.
Esto no es un concurso de belleza; ni de popularidad; ni de simpatía, se trata de devolverle al país la gobernabilidad perdida. Por eso hemos dicho, que la primaria convocada por un sector de la oposición no resuelve el problema de fondo, solo sirve para escoger el abanderado de un sector, por cierto muy disminuido. Las primarias hubieran sido un mecanismo dinamizador, si se hubiera mantenido la unidad de principios que había en 2015; hoy ha sido destruida.
Es necesario entonces que alcancemos un programa de gobernabilidad como el sugerido, y luego un líder de consenso que encabece la transición que ha de venir.
El país no puede seguir a la deriva, ni polarizado entre enemigos. Debe dar paso a la concertación de un plan nacional que nos reinserte en el camino del progreso, y para ello –gracias a la providencia- los recursos para lograrlo, y los profesionales con la formación adecuada existen. Tenemos todo para alcanzar el éxito, nos falta voluntad, y sentido patriótico.
Valoro el esfuerzo de la convocatoria, y la solvencia moral y profesional de la mayoría de sus miembros, pero no se trata de eso; es la política de quienes dirigen ese sector, la cual, no ha cambiado nada. Luego de haber destruido el voto con el llamado reiterado a la abstención, resulta casi imposible recoger el agua derramada.
Sigo pensando en ejemplos históricos recientes, como: Patricio Aylwin (Chile); Violeta Chamorro (Nicaragua); Lech Walesa (Polonia), y Nelson Mandela (Suráfrica), para citar algunos emblemáticos. La unidad de los factores democráticos triunfó en todos estos casos contra sus adversarios.
Nosotros los venezolanos podemos hacer lo mismo, y contribuir con el triunfo democrático para la reconstrucción en paz; un gobierno para todos. Hay que dejar el odio y la venganza. No podemos borrar del mapa a nadie.
Pensemos no solo en 2024, sino en 2025 para elegir una nueva AN, que alcance consensos para una reforma constitucional que nos quite las rémoras que nos atrasan.
Hagamos lo correcto.
@romanibarra