Marina Ayala: Un mundo loco

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Se nos acaba un organizador para orientarnos, se caen los criterios y se abren otras coordenadas para analizar y entender nuestra realidad. Tendremos que adaptarnos o seguir nadando contra corriente. Algunos nacimos con el complejo del Salmon y, que yo sepa, eso no se opera. No puedes arrancarlo de tu cuerpo y tener un cambio en tu anatomía. No se pueden operar tampoco las creencias fuertemente arraigadas en tu mundo y trasmitidas de generación en generación. Llegamos al futuro y no se si tuvimos un feliz aterrizaje, no he podido saberlo desde mi desgonzada y sorprendente vida. Todo lo que parece no es y lo inverosímil pasó a ser. Esa tranquilidad naturalidad con la que se aceptaba a un hijo, varón o hembra ya quedó en el recuerdo de abuelos y será narrado en las historias y anécdotas de los parlachines viejos. Se les oirá con ternura y una aceptación benévola.

No señor ahora usted no sabe si tuvo un varón o una hembra, hay que esperar a que él mismo lo relate cundo tenga capacidad de hablar y manifestarse. Un equipo de cirujanos bien formados con sus bisturís prestos estarán allí para hacer las modificaciones que su cuerpo amerita. Aquello de la vergüenza o los closets de refugio son cosas del pasado. Esa solapada discriminación de colores en el vestir no separará más nunca a los bebés que ya aparecen llegar con sus ojos pelados y sorprendidos. Ahora se vestirán con ropa trasparentes y pinchos en sus cabecitas y rodillas. Tiras plateadas y bordadas con cabezas de dragones y monstruos que se irán descubriendo cuando desembarquen los nuevos visitantes. No falta mucho para que podamos reunirnos y sentarlos en nuestra mesa, probaremos los manjares traídos del otro mundo. Se acabó la monotonía de los sabores y de los ruidos de los idiomas.

 

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